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Cartagena: una dama enferma, casi postrada

Por José Arlex Arias Arias

Es una gran señora, quizás la más reverenciada de las féminas, por todos querida y apreciada. Sus hijos filiales, pero también los putativos, se sienten orgullosos de ella. Hasta le dan buen nombre y la referencian todos los días de su existencia. Pero ante los ojos de propios y extraños, la matrona sufre lo indecible.

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Por José Arlex Arias Arias

Es una gran señora, quizás la más reverenciada de las féminas, por todos querida y apreciada. Sus hijos filiales, pero también los putativos, se sienten orgullosos de ella. Hasta le dan buen nombre y la referencian todos los días de su existencia. Pero ante los ojos de propios y extraños, la matrona sufre lo indecible.

Sus quebrantos de salud no convocan a nadie; ellos sólo acuden a los bacanales que los poderosos disfrutan en sus aposentos, mientras Cartagena de Indias, en todas sus dimensiones, sufre impaciente los ataques de sus enfermedades, más devastadores que los recibidos de los piratas en la época de la colonia. Entonces siendo una jovencita, resistió todas las afrentas y erguida y con dignidad le mostró el camino de la independencia a una naciente  nación llamada Colombia. 

Esta dama lucha casi sola. La tiene apesadumbrada la desidia de sus hijos y quienes dicen ser sus familiares. Con desazón expresó que en casi cinco siglos de vida nunca había sido tan abandonada; no se resigna a que la inmensa mayoría de sus hijos vivan en la miseria y la pobreza. Pero además se queja permanentemente de su mal estado de salud: “¡no es posible que quinientos años después mis vasos comunicantes -vías- estén totalmente inservibles! con la gravedad de que las principales arterias las tengo taponadas, lo cual me tiene a punto de sufrir una isquemia cerebral, un infarto al corazón o una invalidez de por vida”. Luego agrega con una especie de resentimiento: “saber que tengo tantos hijos distinguidos, algunos de los cuales se apropiaron de gran parte de mi patrimonio, mientras someten a la miseria a los demás. No esperan a que muera para repartirse la herencia, han entrado a saco roto sobre mis bienes. Me siento imposibilitada e incapacitada para emprender esa resistencia porque además estos últimos no reaccionan, no me ayudan a emprender una oposición”.

Esta dama enferma, casi postrada, no comparte que sólo la maquillan para tratar de esconder las graves enfermedades que padece: “cada que hay un evento, de esos que llaman Cumbres Presidenciales o para las épocas especiales como las Fiestas de la Independencia o Navidades, entonces por disposición de mi hijo Mayor, que lo eligen cada cuatro años pero en verdad da igual que dejen al mismo porque son igualitos, me echan pinta labios, todo tipo de polvos, me cambian el vestido y me pasean, pero me prohíben hablar o reclamar. Ese nuevo vestuario me dura algo así como un año; nada para mí cambia porque mi salud cada día está más deteriorada. Estoy postrada, diría que humillada por mi propia familia. Ellos saben cuáles son mis males pero no me suministran los remedios requeridos. Pareciera que mis enfermedades sirvieran para justificar los permanentes gastos -ellos llaman inversiones- del presupuesto, así mis males se vuelvan crónicos. Definitivamente no doy más”, sentenció en medio de sollozos.

Hasta aquí Cartagena de Indias todavía no conocía la gravedad de lo que pasa en su entorno, una noticia que casi la lleva a un estado de coma. A su hijo Mayor, tal vez de los únicos que ha logrado conseguir un empleo estable por cuatro años -como alcalde y administrador de sus bienes-, después de haber sufrido mareos y adormecimientos, le diagnosticaron una isquemia cerebral. Él salió para otra ciudad en búsqueda de un mejor tratamiento y la cosa se puso peor: “No puede ser tanto infortunio. Este hijo, algo dicharachero, pero querido por muchos, parecía que iba a ser la solución para mis graves problemas. Pero resulta que ahora le confirmaron que tiene un cáncer en el pulmón, que está en fase inicial de desarrollo y esto ha sembrado todo tipo de confusiones en el resto de mis hijos. Antes de todo esto, yo le advertí a Campo Elías, quien está orientado en seguir aplicándome la misma medicina que me han suministrado los anteriores hijos Mayores –también llamados alcaldes-, que iba por mal camino, que me está llevando a la postración, pero él no me hace caso, no atiende a mis súplicas. Lo que no quiero es que a mi hijo Mayor se le acabe el campo para todos que nos prometió. Por eso, aunque no me va bien con él, hago votos para que Campo se recupere y supere ese difícil momento. Por algo somos madres. Ojalá rectifique su camino”, remató la matrona Cartagena de Indias.

“Para Cartagena: “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”. Para su hijo Mayor, Campo Elías, “pronta recuperación”. 

Cartagena, 17 de septiembre de 2012.

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