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El legado de Nelson Mandela

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El Nobel de Paz que luchó contra la segregación de su raza en Sudáfrica, aún tras pasar 27 años tras las rejas, falleció este jueves 5 de diciembre.

Hace apenas 20 años, cuando Nelson Mandela todavía era el preso político más famoso del planeta, Sudáfrica era un país paria por cuenta del apartheid, el sistema de segregación diseñado para garantizar la supremacía de la minoría blanca sobre la mayoría negra.

“La muerte es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber

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El Nobel de Paz que luchó contra la segregación de su raza en Sudáfrica, aún tras pasar 27 años tras las rejas, falleció este jueves 5 de diciembre.

Hace apenas 20 años, cuando Nelson Mandela todavía era el preso político más famoso del planeta, Sudáfrica era un país paria por cuenta del apartheid, el sistema de segregación diseñado para garantizar la supremacía de la minoría blanca sobre la mayoría negra.

“La muerte es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber

para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré por toda la eternidad”, dijo alguna vez Nelson Mandela. Este jueves cinco de diciembre falleció el hombre que durante años luchó contra la segregación de la raza negra en Sudáfrica, quizá no hay mejor frase que describa al nobel de paz y primer presidente negro de esta región, el hombre que sin renunciar a su lucha ocupó por más de 27 años la celda 46664.

El presidente sudafricano Jacob Zuma anunció este mismo jueves que el expresidente Mandela falleció en su domicilio de Johannesburgo. Nelson Mandela “se apagó”, declaró Zuma, antes de un largo homenaje. “Nuestro querido Madiba tendrá funerales de Estado”, añadió, anunciando que las banderas serán izadas a media asta a partir del viernes y hasta los funerales.

Nelson Rolihlahla Mandela nació el 18 de julio de 1918, y como todos los negros de su país en ese momento, sufrió desde pequeño la discriminación. Estaba destinado a ser el jefe heredero de su tribu, un derecho al que renunció.

Para 1943 comenzó sus estudios de derecho, siendo el único africano nativo de su clase. Allí conoció a personajes como Walter Sisulu, quienes serían como sus hermanos al estrechar fuertes lazos y compartir su ideal, su lucha.

Quienes más lo quieren y respetan le dicen Madiba, un título honorífico otorgado por los ancianos del clan de Mandela. Tata, como también le llaman, fundó en 1944 la rama juvenil del Congreso Nacional Africano (ANC) con la que lucharía contra la política gubernamental del apartheid, por la inclusión de su raza, por la igualdad de Sudáfrica.

En algún momento de su lucha también recurrió a las armas, quizá como un intento desesperado para buscar su sueño a través de la resistencia. Fue así como creó el brazo armado de la ANC.

En enero de 1962 emprendió una gira africana para hallar respaldo político y financiamiento para su organización, a su llegada fue juzgado por abandono ilegal del país y rebelión y lo condenan a cinco años de prisión, un vaticinio, quizá, de los años que más tarde pasaría tras las rejas.

En un juicio que tardó desde octubre de 1963 hasta junio de 1964, y donde él fue su propia defensa, fue condenado a cadena perpetua. Mandela quizá fue el preso político más famoso, durante este tiempo encarcelado tuvo que sufrir la muerte de su madre e hijo, entierros a los que le fue prohibido ir, tiempos difíciles, sin embargo no tanto como para que abandonara su causa.

El 11 de febrero de 1990 el gobierno de Frederick de Klerk anunció una de las decisiones más esperadas por los sudafricanos, la libertad de Nelson Mandela. Siempre recalcó: “deja que la libertad reine. El sol nunca se pone sobre tan glorioso logro humano”.

Para ese mismo año la ANC adquirió el estatus legal, lo que significaría la victoria para el hombre que había pasado décadas tras las rejas a nombre de la igualdad. “Los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo”, “yo no tenía una creencia específica, excepto que nuestra causa era justa, era muy fuerte y que estaba ganando cada vez más y más apoyo”, decía Mandela.

Esta alma libre, esa alma en pro de la inclusión, en contra del racismo, esa que tantas veces dijo que lo detestaba porque lo veía como algo “barbárico, venga de un hombre negro o venga de un hombre blanco” fue condecorado con el Premio Nobel de Paz junto a Frederik de Klerk en 1993 por su trabajo para la terminación pacífica del régimen del apartheid, y por sentar las bases de una nueva Sudáfrica democrática.

Así bajo preceptos como que “la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”, entre otros, Mandela se convirtió en 1994 en el primer presidente negro de Sudáfrica.

Para 1999, dando un ejemplo de desapego al poder, finalizó su periodo presidencial e inició otra etapa en la que quizá se acercó mucho más a sus ideales, por años se unió a causas pacíficas, creó una fundación en la que, entre otras cosas, luchó por ayudar a las personas con VIH tratando además de desestigmatizar dicha enfermedad.

Todos recuerdan su sonrisa en el mundial de Johannesburgo de 2010, la que sería su última aparición pública oficial.

“Nunca, nunca y nunca otra vez, debería ocurrir que esta tierra hermosa experimente la opresión de una persona por otra”: Nelson Mandela.

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