Nacional
El mejor equipo del mundo
Por Jaime Enríquez Sansón
Propio de nuestra idiosincrasia, el sábado amanecimos con el mejor equipo de fútbol del mundo, con el señor Pékerman convertido en don José, como el más sabio y respetable director técnico del planeta, con Falcao, Teo y compañía como los héroes más grandes después del sabio Caldas, la Pola, Sabaraín, los centauros de Páez,
Por Jaime Enríquez Sansón
Propio de nuestra idiosincrasia, el sábado amanecimos con el mejor equipo de fútbol del mundo, con el señor Pékerman convertido en don José, como el más sabio y respetable director técnico del planeta, con Falcao, Teo y compañía como los héroes más grandes después del sabio Caldas, la Pola, Sabaraín, los centauros de Páez,
los muchachos del Pantano de Vargas y los valientes de Corea (¿tu patria es Corea?, le pregunta a su interlocutor uno de los personajes de Monte Calvo); con la catleya como la flor más bella de la creación y el cóndor del escudo como el de mayor majestad que surca aire alguno.
Pero… pero… de eso no dan tanto dicen nuestros viejos, no es verdad tanta belleza, agregan nuestros campesinos. Por ello, como lo tiene que hacer de vez en cuando para buscar alimento el majestuoso cóndor, ese de las patas tan feas y de tan absurdo cuello, ese al cual ya no entierran todos los días según lo escribió Álvarez Gardeazábal durante su peregrinación académica en Pasto, tenemos que aterrizar por breves instantes. Y reconocer que el camino de los chicos de don José hacia el mundial es tan largo y con tantos obstáculos como el de la paz que ha iniciado con poca humildad y mucha soberbia el presidente Santos. Y aceptar, además, cuantas cosas feas gravitan sobre el destino de Colombia. Debemos, en pocas palabras, ser realistas.
Los españoles son realistas y saben tragarse su orgullo para buscar ayuda a su economía puesto que la crisis de Europa no sólo debe tender la mano a los otrora poderosos ibéricos sino a Grecia que al retornar al dinar abrió la brecha para la desintegración del euro, al tiempo que los inversionistas de ese continente buscan fondear en los puertos más seguros y estables de la ya no tan misteriosa Asia.
Los colombianos también debemos ser realistas. Cuarenta y cuatro comedores comunitarios han dejado a más de siete mil personas sin la taza de agua de panela, la porción de atún y el pedazo de queso en la capital del país. Cuarenta y cuatro incendios forestales volvieron en los últimos días, un infierno los paisajes de la sabana, mientras otras regiones se inundan. Y la angustia no es sólo de la tierra del zipa y del zaque: en la costa Caribe, en esa región hermosa de los calamarí, han sido conminados los dirigentes políticos a responder ante la Honorable Corte por temas harto manoseados y nunca sancionados totalmente; en realidad, la patria del baldado protagonista de Monte Calvo no es Corea y por eso la pierna no se remplaza con una medalla sino con una pata de palo como la usada por don Blas de Lezo; y aun cuando nadie o casi nadie en Colombia sabe que la Cattleya trianae, flor de mayo, lirio de mayo u orquídea es la flor nacional, todo el mundo ha oído hablar de la amapola como todo el mundo sabe que los dos grandes enemigos del presidente Santos son Uribe y la naturaleza, aunque esta última si puede dar tregua cuando desata su furor.
En fin, el de Colombia no es el mejor equipo del mundo. Ayudó a los muchachos de Pékerman – feo suena pues don José es argentino – ayudó a los muchachos de Pékerman, digo, el calor que a otros colombianos hace tanto daño, la presión de los veinte y tantos millones de corazones con ansias de triunfo y la indiferencia de los otros veinte y tantos pues tampoco es cierto que en Colombia a todos les guste el fútbol, y una serie de factores más como para ser tratados por algún analista serio –que lo debe haber – a un lado del romanticismo de momento, de nuestro folclórico análisis del vivir cotidiano y de la manipulación de los medios televisivos con el presidente a la cabeza, en cortos, trotando, trotando, en medio de fieros guardaespaldas cuyo aire desafiante es un reto para quienes tampoco creen en la paz.
Para llegar a ser el mejor equipo del mundo al de Colombia le hace falta mucho. Para lograr la paz hacen falta también muchas condiciones: empleo, salud, vivienda digna, oportunidades iguales y elecciones limpias: de contralor, de procurador, de miembros de las Cortes, incluso de esa figura inane y decorativa que se llama defensor del pueblo. Pues no me van a venir a decir en público mis amigos congresistas que no han metido la mano y que no van a seguir metiéndola en tratándose de elegir magistrados, defensor del pueblo, procurador, fiscal general de la nación, contador general de la república y cuanto funcionario pueda ser elegido o nombrado en la capital o en la provincia, en los hospitales, en las gobernaciones, en las alcaldías. Una afirmación pública, repito, en tal sentido, sería un cuento chino que no se traga ni siquiera el mandarín más desprevenido de alguno de los misteriosos puertos asiáticos a donde piensan llegar los inversionistas de la banca mundial ante la crisis económica europea y el inevitable desmoronamiento del euro.
De manera que a tocar la tierra con los pies queridos compatriotas. De eso no dan tanto, no es verdad tanta belleza. En Pasto, han transcurrido nueve meses de un total desgobierno. La plata de las regalías en los demás municipios colombianos sigue por ahí embolatada (o envolatada como prefieren escribir algunos), el dinero de los Nule tampoco aparece; a fuerza de dilaciones y leguleyadas no se define la suerte de los Morenos; el psiquiatra Luis Carlos vuelve a estar en la mira de la Interpol hasta que otro inciso u otra omisión alargue la payasada jurídica y mantenga su destino en suspenso como en cualquier telebabosada de los canales privados; Uribe seguirá trinando en su pelea con todo el que huela a santismo y continuarán los descubrimientos de más militares y más políticos embarrados con los narcos, los paras, la guerrilla, el contrabando y cuanta picardía nuestra malicia indígena en su bondad nos ha generado. Una mañana de estas los arroceros se declararán en quiebra, como en su día los fiqueros, pues en tanto el arroz colombiano vale mil trescientos pesos la libra, el arroz “pesado”, fruto del maléfico TLC se consigue en las pulperías a mil pesos y otra mañana se declararán en quiebra los cultivadores de café, de cacao, de trigo y cebada y de los demás productos por la lenta invasión de la agricultura extranjera y de toda la economía de otros países puesto que los gringos se han dado cuenta de que no necesitan viajar al Asia para deshacerse de sus cargamentos como tarde debió darse cuenta Colón de que tampoco había llegado a la India sino a la tierra de la esperanza, del mejor café y del mejor equipo de mundo. ¿O murió Colón sin saberlo? ¿O acaso en esas calendas no se jugaba fútbol? Lástima: ni Pangloss ni Argos están aquí para contárnoslo.
jrenriquezs@yahoo.com
Pasto, 8 de septiembre de 2012