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El pueblo es superior a sus dirigentes

Por Juan Manuel López Caballero  

Pocas veces había sido esto tan evidente como lo vemos en la reciente confrontación que ha desencadenado Andrés Pastrana con César Gaviria.

Son los dos expresidentes que en todas las encuestas aparecen calificados como gestores de las peores presidencias que el país recuerde.

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Por Juan Manuel López Caballero  

Pocas veces había sido esto tan evidente como lo vemos en la reciente confrontación que ha desencadenado Andrés Pastrana con César Gaviria.

Son los dos expresidentes que en todas las encuestas aparecen calificados como gestores de las peores presidencias que el país recuerde.

Pero parece que intentaran dirimir cual, de una vez por todas, quedaría peor para la historia.

Y no se trata de como ‘pelaron el cobre’ con la escena que han armado, con la falta de peso en la argumentación, la falta de estilo en la presentación, la falta de respeto por la dignidad que deberían representar.

Ha sido superior el pueblo porque ha logrado calificar las gestiones de estos mandatarios de acuerdo a lo que aportaron al ciudadano, y porque ese ‘pueblo’ logró no ‘tragar entero’  el manejo de imagen que ambos se han dedicado a vender.

Lo que ha caracterizado a ambos gobernantes es la habilidad para tener éxito en proponer políticas inconvenientes para el país sin que por ello tuvieran descalificación distinta de aparecer mal encuestas; es decir, sin que sea evidente y descrito el porqué  esa mala percepción de los ciudadanos y en qué consistió lo malo o dañino de sus gobiernos.

A cargo de Gaviria están los 17 meses del apagón que intuitiva pero acertadamente la gente entiende: todos los años hay extremos climáticos y nunca más se ha presentado escasez de energía, ni siquiera por un corto periodo; sucedió fue por la forma en que se administró el sistema; antes y después ha existido – y varias veces con mayor fuerza- el fenómeno del niño, y la habilidad del gobierno consistió en disimular sus errores de manejo usando ese nombre hasta entonces nunca utilizado.

Está la fuga de Pablo Escobar, que, más que por la responsabilidad o la irresponsabilidad que permitió que ella sucediera, fue la que trajo la guerra ya directamente contra la nación; fue el paso que dio de la delincuencia al terrorismo y las acciones que caracterizaron esa etapa y que tanto luto trajeron a Colombia  (magnicidios, pagos por muerte de policías, bombas, etc.).

Está el montaje de la Constituyente, distrayendo al país mientras se implantaban las bases del modelo neoliberal -como lo reivindicara su ministro estrella, Rudolf Hommes-. La Constitución misma, fuera de la intención ‘garantista’ que nadie desconoce, ha tenido en 20 años tres veces más reformas que en los cien años de la anterior, y fracasado y pendientes aún los puntos más importantes para cualquier sociedad (Salud, Educación, Justicia, Orden territorial, Estatuto del Trabajo).  Pero aún más ha costado el neoliberalismo que, sin sacar adelante la economía -su único objetivo-, contribuyó no solo a la posición de Colombia como el país de mayor desigualdad del hemisferio, sino al deterioro social que se manifiesta en la contribución consecuente a la violencia, a la delincuencia y a la protesta social.

En el caso de Pastrana tiene razón Gaviria respecto a  la falta de ejecutorias que se le puedan conocer. Sin embargo las que se conocen dicen más que suficiente. No es poco el ser responsable del único gobierno que presentó indicadores de crecimiento negativo en nuestra historia; pero peor es el haber iniciado un supuesto ‘proceso de paz’ sin agenda, sin atribuciones y responsabilidades para los negociadores, sin consideración o preparación que permitiera esperar algún resultado positivo. Si el Caguán identifica a su gobierno es porque corresponde a su personalidad, de irresponsable, de improvisador, de manejador de una imagen personal por encima de la seriedad administrativa y política que de un gobernante se espera. Mal puede un general descargar la culpa de su fracaso achacándolo a las acciones de la contraparte; la frustración de los colombianos frente a las posibilidades del fin del conflicto tiene como principal culpable la falta de seriedad con la que se abordó el tema entonces.

En esta competencia por mostrar cual ha sido peor para el país, queda la incógnita sobre cuál sería el propósito de Pastrana con sus ‘memorias olvidadas’ y si lo logró. Imposible que no previera la reacción de Gaviria; imposible que pensara que al tocar los narcocassettes no saldría a la luz el indebido manejo y la divulgación que su campaña también recibió aportes del mismo Cartel de Cali. Aspirar a volver exitosamente a la arena pública tampoco puede estar entre sus expectativas.

Lo más desconcertante es que la afinidad política entre los dos -ambos ‘pragmáticos’ y faltos de compromisos con  ideologías- los había situado como la base del statu quo y el baluarte contra el cambio.

Se puede decir que el efecto será romper esa coincidencia de intereses y posiciones. Lo que no se conoce es cuál puede ser la causa, el motivo que llevó a ello.

2 de diciembre de 2013.

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