Conecta con nosotros

Nacional

El sucio mundo de las armas

Por Rodrigo Borja  

Nada demuestra más el trágico desfase entre los rápidos avances de la ciencia y el lento caminar de la moralidad, que el armamentismo. Nada evidencia mejor la falta de visión social y la corrupción de los gobernantes que los desmedidos gastos en armas en perjuicio del desarrollo social, económico

Publicado

en

Por Rodrigo Borja  

Nada demuestra más el trágico desfase entre los rápidos avances de la ciencia y el lento caminar de la moralidad, que el armamentismo. Nada evidencia mejor la falta de visión social y la corrupción de los gobernantes que los desmedidos gastos en armas en perjuicio del desarrollo social, económico y humano de sus pueblos. Los países pobres gastan en armas más de 100 mil millones de dólares cada decenio y los principales vendedores son Rusia, EEUU, Francia y China.

De todos los seres vivos, el hombre es el único que fabrica armas para acrecentar su fuerza ofensiva. Sus primeras armas fueron las contundentes, las punzantes y las cortantes. Después vinieron las armas a distancia: flechas, hondas, catapultas, dardos, bodoqueras, cerbatanas. A partir del invento de la pólvora por los chinos -a mediados del siglo XIV- comenzaron las armas de fuego, que revolucionaron el arte de matar al prójimo. El poder destructivo de ellas aumentó incesantemente. Vino después el desarrollo de las armas químicas y biológicas, catalogadas por las NN.UU. como “armas de destrucción en masa” por su amplio e indiscriminado efecto exterminador.

En 1945 se inició la era atómica basada en la fisión y fusión del átomo. Y hoy la electrónica está revolucionando la construcción de armas y el arte de la guerra. La industria aeronáutica de Israel desarrolló el primer prototipo de avión de combate sin piloto, con capacidad de “tomar decisiones”. En la guerra de Afganistán -las guerras han sido laboratorios de prueba, experimentación y perfeccionamiento tecnológico de las armas- los EEUU probaron la bomba más poderosa -conocida como “Massive Ordnance Penetrator”-, para demoler profundas instalaciones nucleares subterráneas. El Pentágono ha desarrollado el avión experimental no tripulado X-43A capaz de alcanzar 11.000 kilómetros por hora -o sea nueve veces la velocidad del sonido-. Este hecho ocurrió 57 años después de que el piloto militar Charles Yeager, en un aparato Bell X-1, rompiera la barrera del sonido -1.223 kilómetros/hora-, en lo que fue una gran revolución de la aerodinámica.

Hay otras armas alucinantemente eficaces, como las microondas de alta potencia y los virus informáticos para trastornar los sistemas electrónicos, los infrasonidos de muy baja frecuencia capaces de producir náuseas, desorientación e incluso ataques de epilepsia, los ácidos extremadamente cáusticos que alteran la estructura molecular de los metales, las armas isotópicas con radiaciones gamma, alfa o beta de efectos perniciosos sobre los seres humanos, las armas cibernéticas para descomponer los sistemas electrónicos y sembrar el caos en un país, respecto de las cuales hay además la legítima preocupación de que pudieran degenerar en armas “no letales” para regimentar políticamente a los pueblos y someterlos a la obediencia absoluta.

¡Y todo esto, no al servicio de la vida, sino de la muerte!

3 de noviembre de 2013.

Continúe leyendo
Click para comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *