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Nacional

El viraje del ministro Vargas Lleras

Por Jaime Enríquez Sansón   

No fue radical el cambio del doctor Germán Vargas Lleras en lo que respecta a sus ideas políticas pues sigue siendo liberal como su ilustre abuelo y muy oportuno en la adopción de posiciones cuando se trata de medrar y avanzar hacia la presidencia…

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Por Jaime Enríquez Sansón   

No fue radical el cambio del doctor Germán Vargas Lleras en lo que respecta a sus ideas políticas pues sigue siendo liberal como su ilustre abuelo y muy oportuno en la adopción de posiciones cuando se trata de medrar y avanzar hacia la presidencia…

también como el doctor Lleras Restrepo quien en su hora, apoyó la inicial protesta campesina que a la postre se convertiría en la guerrilla liberal (1).

Pero en cuanto sí ha dado un viraje la conducta del señor Ministro es en lo referente a las políticas de su despacho, según se desprende de la distribución de las casitas en el departamento de Nariño, más concretamente en Pasto.

En efecto, cuando se anunció que habría vivienda para los desplazados y víctimas de la violencia y de los desastres naturales, cientos de estos conciudadanos nuestros creyeron tocar el cielo con las manos. Y al parecer se inscribieron como candidatos a los beneficios del gobierno, por lo cual esperan la presencia del doctor Vargas Lleras para que les entregue la llave de la casita. Pero ahora las cosas cambian y a ese viraje me refiero. Porque en su gira por Colombia, una especie de reedición de la vuelta a Colombia que hace el señor Presidente, el ministro Vargas Lleras lleva su agenda propia, su propia metodología y un criterio exclusivo de distribución de los bienes estatales. Me explico: en Nariño, en Pasto, llegará de la mano del señor alcalde Guerrero López Harold a quien cuestionamos no sólo en la región sino quien ya es controvertido incluso por la prensa nacional, como es el caso del Barquero en el Nuevo Siglo. Y va a realizar la distribución de viviendas de acuerdo a dos claros intereses: combatir el fantasma de la revocatoria que amenaza al señor alcalde Guerrero López Harold, por una parte, y por otra garantizar la reelección del señor presidente Santos. Para lograr lo uno y lo otro es necesario amarrar los votos de quienes pueden votar, lógico. Es decir, amarrar cédulas que, con toda seguridad, no tienen a mano ni tienen inscritas los desplazados, las víctimas de las demás formas de violencia, los damnificados por las lluvias, por la sequía, por las inundaciones, por los deslizamientos y por los demás males que golpean a las gentes del común.

Pero cuanto ocurra en Nariño debe ser un campanazo de alerta para el resto del país. Se pretende hacer vil proselitismo con las prometidas casitas para los destechados. El señor ministro parece estar a punto de perder el uso de razón como ya lo perdió su amigo el señor Guerrero López Harold, alcalde de Pasto, quien de empresario cívico pasó a ser connotado político cínico, cual lo demuestra la vergonzosa manipulación al concejo de Pasto y la disparatada administración que ha dejado en manos de una casi bíblica parentela.

Que los sucesos de Pasto no se repitan en Ríohacha o Quibdó, ni en Leticia o Mocoa, ni en Cúcuta o Buenaventura, Inírida o Providencia. En ningún sitio de nuestra lastimada Colombia se pueden usar las necesidades del pobre o las miserias del proletariado, esas producidas por la perversa explotación de las clases poseedoras del poder político y económico durante décadas, para logar votos o para incidir en los resultados electorales. El pueblo colombiano debe estar muy atento al cambio de políticas en el ministerio de Vivienda y a la forma cómo se repartirán las casitas prometidas, así como a su calidad, a su dotación de servicios públicos y a los recursos que se pongan a mano de los beneficiados para que conserven la propiedad, es decir, a la oportunidad de trabajo así como a la salud, educación, vías de acceso y demás condiciones de dignidad que se les brinde. Lo demás, el reparto en el papel con listas previamente preparadas por este alcalde de marras o por cualquier otro alcalde, gobernador o cacique de nuestra geografía, es una despreciable manipulación de la pobreza y una vulgar mentira con intenciones electoreras.

San Juan de Pasto, 16 de agosto de 2012.

jrenriquezs@yahoo.com

(1) Nota.

Advertencia previa: la siguiente nota podrá no tener relación directa con el tema desarrollado en esta columna. Pero no resisto la tentación de dejar a los lectores algunas apreciaciones sobre el inagotable tema de la violencia que hemos heredado y sobre el cual es necesario volver una y otra vez para que sepamos las raíces de nuestra realidad y qué hacer en los días cercanos de la contienda electoral. Veamos:

Al referirse al nacimiento de la violencia o de la guerrilla en Colombia, el ex presidente Carlos Lleras Restrepo escribió en el capítulo DXXII de su “Crónica de mi propia vida”: “En cuanto a mí toca, no me entrevisté con ningún jefe guerrillero ni mantuve cualquier clase de correspondencia, directa o indirectamente con ellos (los guerrilleros). Patrociné, sí, la abnegada tarea de las mujeres liberales que aliviaban con donaciones de alimentos y vestidos a los presos políticos.” Y más adelante añade: “La violencia no comenzó con las guerrillas sino que éstas fueron la respuesta a ella”. En todo caso su actitud parece una respuesta muy clara a la carta enviada en la segunda quincena de agosto de 1952 por los comandantes de las guerrillas de los Llanos Orientales, los Bautistas, Franco, Salcedo, Fonseca, quienes le piden a la Dirección Nacional Liberal que se solidarice con sus actividades. Dicha Dirección estaba integrada por los doctores Eduardo Santos, Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo. Al comentar la carta en cuestión, López Pumarejo, virtual candidato a la reelección entonces, afirma: “Los revolucionarios consideran muerta la política de paz y concordia que hemos venido desarrollando y, por consiguiente, declaran descartada toda posible colaboración con el adversario, vale decir, con el gobierno y con el conservatismo. Lógicamente – agrega – desde su punto de vista, nos invitan a acompañarlos en el movimiento en que ellos están comprometidos”.

Claro que antes el expresidente López ha visitado los Llanos (diciembre de 1951) y conversa con los alzados en armas en La Barquereña, La Victoria, Mata Azul y Potosí (Casanare y Meta). Los guerrilleros reconocen su jefatura y como lo relata Franco Isaza, con su presencia y ante él se dan dos hechos de especial significación: el ascenso de los llamados chusmeros a la calidad de guerrilleros y la institucionalización del impuesto (hoy llamado vacuna) que deben pagar los hacendados a la guerrilla.

En efecto, Eduardo Franco Isaza, protagonista del hecho, y en alusión al encuentro de López Pumarejo con las gentes armadas en los Llanos, apunta: “Al despedirnos, le recordamos que había sido él quien alrededor del año de 1930 había sembrado la simiente de la revolución y que ahora debía estar listo a recoger su fruto. A Fernando Reyes, rico propietario y pariente mío, que en ese momento se hallaba con el doctor López, le dije que alistara quince mil pesos para cubrir el impuesto guerrillero que le correspondía. Fernando vaciló un momento, pero el presidente de la Dirección Nacional Liberal respaldó mi demanda diciendo:

-Fernando, son quince…

Y con esas tres sencillas palabras, el impuesto ganadero guerrillero quedó amparado por la Dirección Nacional Liberal sin que los comandos guerrilleros dependieran de tal entidad.

Así terminó la primera entrevista, la histórica entrevista que decapitó por siempre el adjetivo con que los rebeldes liberales de Colombia fuimos calificados: de “bandoleros”. Reportaje de la Historia de Colombia, II Volumen, Planeta Colombiana Editorial S. A., pag. 326, Bogotá, 1989.

Será necesario que llegue al poder el Teniente General Gustavo Rojas Pinilla, abuelo de los señores Moreno Rojas, para que se logre una eventual desmovilización: los bandoleros ya convertidos en guerrilla, se dividieron en sectores algunos de los cuales entregaron las armas a cambio de promesas de paz y de dinero. No obstante lo anterior, la Junta de Coordinación del Movimiento Guerrillero señaló como condiciones para la entrega de las armas, entre otras: garantías para el regreso de los alzados en armas y de sus familias a las tierras de las que habían sido expulsados por la violencia, amnistía completa para los presos políticos; créditos blandos y subsidios para la rehabilitación del campo, reforma agraria con repartición de tierras entre el campesinado pobre; y el levantamiento del estado de sitio. Cabe decir cómo luego de largas conversaciones ninguna de estas condiciones fue aceptada por el gobierno militar lo cual, empero, no fue obstáculo para que muchos guerrilleros, derrotados por el cansancio, la amenaza del hambre y las enfermedades o heridas, se entregasen a cambio de unos pesos. Se calculan en 3.500 los guerrilleros desmovilizados en Los Llanos Orientales, mientras en Antioquia y Santander las guerrillas son definitivamente disueltas, en tanto en el sur del Tolima la lucha se radicaliza y se mantiene la semilla del posterior movimiento armado colombiano.

Estas observaciones, como dichas entre paréntesis, son válidas para que los colombianos no olvidemos las lecciones de la historia y para que las nuevas generaciones, la conozcan de verdad. La historia historia y no la historia oficial. JES.

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