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En América Latina estamos en plena guerra civil comunicacional: Ignacio Ramonet

Por Emiliano Guido / Miradas al Sur  

Mediodía primaveral en Recoleta, barrio de Buenos Aires. El escritor Ignacio Ramonet habla en francés por su teléfono celular en el lobby de un hotel cool del patricio barrio porteño. La conversación del autor de La golosina visual gira, aparentemente, en torno de un vuelo que en pocas horas lo depositará en París. Dos señoras de alcurnia toman té en un sillón próximo. La dupla femenina no debe haber reparado, siquiera, que compartieron tiempo y espacio con un intelectual orgánico chavista

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Por Emiliano Guido / Miradas al Sur  

Mediodía primaveral en Recoleta, barrio de Buenos Aires. El escritor Ignacio Ramonet habla en francés por su teléfono celular en el lobby de un hotel cool del patricio barrio porteño. La conversación del autor de La golosina visual gira, aparentemente, en torno de un vuelo que en pocas horas lo depositará en París. Dos señoras de alcurnia toman té en un sillón próximo. La dupla femenina no debe haber reparado, siquiera, que compartieron tiempo y espacio con un intelectual orgánico chavista

que fue el autor intelectual de la famosa frase “Otro mundo es posible” cuando impulsó a comienzos del siglo XXI el Foro Social Mundial. O sí: es Recoleta.

Ramonet termina el diálogo con su amigo galo y recibe a Miradas al Sur. Viste, como siempre, con tonos oscuros. Sigue usando un bigote estrafalario, las cejas entrecanas y abultadas le acentúan su frente, tiene algunas arrugas pero, igualmente, lleva muy bien sus estrenados setenta abriles. Tiene el aspecto de un conde robespierriano. Posee un acento aristócrata y pulido pero cada cinco palabras pronuncia palabras como “corporación”, “imperio”, “revueltas”. En los últimos veinte años publicó libros considerados de culto entre los estudiosos de la teoría de la comunicación. Pero, también ha hecho periodismo y análisis internacional categoría premium. Dirige desde 1973 el prestigioso mensuario Le Monde Diplomatique; primero lo hizo en Francia, ahora la edición española.

Especialista en geopolítica y estrategia internacional, y profesor de Teoría de la Comunicación en la Universidad Denis Diderot de París, Ramonet es doctor en Semiología e Historia de la Cultura por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, donde fue alumno de Roland Barthes, la máxima firma del post-estructuralismo francés. Fundador del grupo globalifóbico Attac, promotor del Foro Social Mundial, es indudable que Ignacio Ramonet jamás sería galardonado por la Sociedad Interamericana de Prensa. Pero sí ha sido homenajeado por varios gobiernos latinoamericanos por su contribución al pensamiento crítico para leer a los medios de comunicación concentrados. Ramonet destapa una botella de agua mineral con gas e invita a Miradas al Sur a dialogar sobre su último libro y las últimas novedades surgidas en Buenos Aires por la, ahora sí constitucional, Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

¿Por qué decidió editar un libro sobre Hugo Chávez? ¿Qué lo encandila del líder político venezolano? ¿Fue Chávez el Fidel Castro de nuestros tiempos o tuvo el fundador del Movimiento V República su propia matriz de pensamiento?

– De alguna manera, cada uno alumbró su era política. Claro que no son enteramente comparables porque impulsaron proyectos diferentes. Pero, son líderes equivalentes en la medida que los dos inician una etapa nueva en la historia de América latina. De eso no cabe duda. Y tanto Chávez como Fidel son pioneros porque marcaron su época. Fidel cuando toma la iniciativa del asalto al Cuartel Moncada y, luego, conduce esa pequeña guerrilla que termina transformándose en un ejército popular fue un innovador porque nadie había triunfado aún en la región con la táctica de la guerra de guerrillas. Ese estilo insurgente estaba olvidado y él lo recupera y, finalmente, triunfa; luego, se enfrenta a los Estados Unidos y gana la batalla de Bahía de Cochinos contra los gringos en 1961. Y Chávez es igual. Dirigió una rebelión militar. En principio, contra el neoliberalismo en 1992. Luego, gana las elecciones. Sufre un golpe de Estado pero consigue volver al poder. También, al igual que Fidel, al principio no se proclamó como socialista pero, finalmente, toma el concepto de socialismo y le da otra energía. También realiza una Asamblea Constituyente que refunda al país. Saca a millones de venezolanos de la pobreza. Y eso se va a repetir en el continente. Porque, de repente, Chávez demuestra que ese estilo de gobierno puede funcionar. Que se puede derrotar al Consenso de Washington. Entonces, los dos son personajes muy simbólicos y representativos de dos etapas. Fidel, del período 1950-2000. Y Chávez, luego, fue el precursor del socialismo del siglo XXI, que es un proyecto que engloba a varios gobiernos de la región.

La presentación de su libro en la Argentina coincidió con una semana clave para el futuro de la denominada ley de medios. ¿Considera que el Grupo Clarín, a diferencia de otros pools mediáticos suramericanos, posee una voluntad de poder mayor para constituirse como conductor de la élite conservadora local?

– No conozco los detalles de la historia del Grupo Clarín. Pero, lo que creo es que Clarín está en una lógica, que es la de los años noventa. En ese momento, los grupos mediáticos sentían que había posibilidades tecnológicas de constituir grandes corporaciones. Porque los grupos mediáticos no existen desde siempre. Antes existían grandes periódicos o grandes cadenas de televisión. Pero, en los años noventa, la tecnología informática equipara por primera vez el texto, el sonido y la imagen en una misma plataforma. Por otra parte, empiezan a entrar en crisis algunos medios tradicionales. Entonces, la solución es la de constituir grupos, conglomerados. Es algo característico de los años noventa. Y Clarín tiene esa lógica. Claro, en América latina, esas corporaciones mediáticas al expandirse lograron no tener rivales en su terreno y así comenzaron a intimidar a los poderes gubernamentales. Paralelamente, estos grupos funcionan como aliados de otros bloques conservadores, económicos o judiciales, que les permiten conservar su ecuación de poder. Me parece que Clarín actúa en consonancia con las familias hegemónicas que creen poder controlarlo todo. Pero, hoy, esos grupos están en crisis por la llegada de Internet. Comenzando por el más grande de todos, que es el Grupo Murdoch (The Times, cadena Fox).

Usted advirtió ese fenómeno en La explosión del periodismo (Capital Intelectual, 2011). ¿Sigue entendiendo que Internet puso en jaque a los medios tradicionales?

– Sigo pensando igual. A ver, la compra del The Washington Post por el magnate Jeff Bezos, que es el fundador de Amazon, o las revelaciones de Edward Snowden (el ex agente de la CIA exiliado en Moscú) lo confirman. Se acabaron los medios-sol. Todo está cambiando muy rápido. Estamos pasando de la era de los medios de masas a la era de la masa de medios. Antes, unos cuantos medios-sol en el centro del sistema determinaban la gravitación universal de la comunicación y de la información a su alrededor. Ahora, los medios-polvo, diseminados por todo el sistema, son capaces de aglutinarse para convertirse, llegado el caso, en superplataformas mediáticas gigantes. A la lógica del depredador solitario le sucede la estrategia del enjambre.

¿Por qué los argentinos votan a Cristina Fernández pero leen Clarín? ¿Por qué Rafael Correa arrasa en todas las elecciones pero los medios oficialistas quiteños siguen bajos en ventas? ¿Por qué O Globo continúa siendo el grupo, en ventas, más popular de Brasil y, paralelamente, el lulismo no cuenta con una plataforma de prensa atractiva y con audiencia? ¿Por qué, en definitiva, los gobiernos populares ganan elecciones pero no pueden tallar en la batalla cultural mediática?

– Es uno de los grandes debates universales sin resolver. La respuesta es porque, en general, los medios públicos no tienen bastante experiencia en términos de seducción de audiencia. Por consiguiente, estas plataformas púbicas suelen elaborar una información con demasiado componente ideológico. Pero, depende de los países. Porque, por ejemplo, si tomamos cuatro países: España, Francia, Italia e Inglaterra, veremos que en esas cuatro naciones, las televisiones públicas están entre las de mayor audiencia.

Todos ejemplos europeos.

– Es que en América Latina estamos en plena guerra civil comunicacional. Entonces, es lógica la carga ideológica de los programas públicos porque se están dando las batallas fundacionales contra las corporaciones de prensa. Claro, a veces, se hace de una forma un poco primaria, con bastantes slogans repetitivos. Entonces, para ver eso, la gente opta por ver programa de canciones o de telerrealidad (reality shows) que, aparentemente, no son ideológicos pero, claro que sí lo son. Entonces, pienso que cuando la batalla mediática contra los grandes medios se tranquilice y se reflexione más; quizás, se logre desde los Estados otro tipo de productos. Más distendidos, con más diversión, porque la diversión no es reaccionaria. Entonces, probablemente, se pueda conservar uno o dos noticieros, pero bien hechos, con buenos periodistas, que no sean necesariamente progubernamentales y, de esa manera, se va a ganar cada vez más audiencia. Esa experiencia ha pasado en Europa y, perfectamente, se puede repetir en América latina.

Hay futuro.

– Pero, claro que hay futuro. Y hay futuro porque el presente es de batalla. Estamos en plena guerra civil mediática. Por eso, no hay serenidad suficiente para elaborar un mensaje estratégico desde lo público. Y las cadenas privadas tienen tres o cuatro décadas construyendo hegemonía cultural y eso lo hacen sentir todos los días con sus diarios, sus radios y sus televisoras.

Usted afirmó que el impacto del meteorito Internet, comparable al que hizo desaparecer a los dinosaurios, estaba provocando un cambio radical de todo el ecosistema mediático y que, en una lógica darwinista, sólo iban a sobrevivir los mass media más fuertes. ¿Tiene identificado a los medios que han sabido sobreponerse a esta nueva cultura líquida de la producción?

– Evidentemente, están surgiendo nuevas experiencias. En Francia, por ejemplo, hay una plataforma, puramente digital, que se llama Mediapart, y es uno de los medios con más prestigio en el país. Mediapart está teniendo una influencia en la vida pública superior a la de periódicos que ya tienen muchos años en la calle. Otros ejemplos. Los últimos premios Pulitzer han ido a periodistas de medios electrónicos no lucrativos que están financiados, o por poderes municipales, o por filántropos millonarios, o por soportes de fundaciones. Está surgiendo una nueva forma de hacer periodismo. Eso es irreversible. Hoy, los grandes medios tradicionales no tienen recursos para pagar una investigación de largo recorrido. En cambio, estas fundaciones, que se hacen con el aporte de microcrowdfundings, pueden financiar esos trabajos de largo aliento. En Corea del Sur, que es un país en que se lee mucho, está el Korea News, un medio puramente electrónico, y hoy lidera la audiencia en el país asiático. A ver, ¿cuál es la gran innovación periodística de los últimos tiempos? WikiLeaks, otra experiencia que se da en el terreno de la web.

Green Greenwald (periodista que publicó en The Guardian las denuncias de Snowden contra el MI5) advirtió que el Pentágono norteamericano quiere criminalizar el buen periodismo de investigación. ¿Exageró con dicha afirmación?

– Para nada. Primero, el periodismo de investigación está desapareciendo. En La explosión del periodismo lo explico, hay géneros periodísticos que están en peligro de extinción por razones de recursos. Segundo, el periodismo de investigación está siendo criminalizado por los grandes poderes porque es un género de revelación que, esencialmente, muestra el lado oscuro de los poderes.

¿Piensa que Snowden es el nuevo Julian Assange?

– Yo lo que pienso es que Assange, Bradley Manning, Snowden y Greenwald son los nuevos héroes del periodismo. Lo que fue Rodolfo Walsh para el periodismo libre contra la dictadura pues, hoy, son ellos. Y no se enfrentan a dictaduras, se enfrentan a democracias. Y eso merece una reflexión.

La última pregunta, de orden geopolítico. ¿El escándalo del espionaje de la NSA (Agencia Nacional de Seguridad norteamericana) modificará la relación entre el presidente Barack Obama y Europa?

– No creo que Obama tenga mucha voluntad de recomponer las relaciones con Europa. Ahí la última palabra la tienen la NSA y el Pentágono. En ese sentido, considero que los servicios secretos norteamericanos profundizarán la cooperación con sus pares europeos porque necesitan recolectar información para primar, por ejemplo, en la batalla comercial con los países del Brics.

Miradas al Sur, Buenos Aires.

 

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