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Fumigaciones y fumigaciones

Por Alfredo Molano Bravo  

Una de las más fuertes razones del paro en el Catatumbo es la fumigación de los cultivos de coca. En el Valle del Cauca, en cambio, nadie protesta contra la fumigación de la caña de azúcar para acelerar su maduración, y así la productividad de los ingenios.

El veneno con que

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Por Alfredo Molano Bravo  

Una de las más fuertes razones del paro en el Catatumbo es la fumigación de los cultivos de coca. En el Valle del Cauca, en cambio, nadie protesta contra la fumigación de la caña de azúcar para acelerar su maduración, y así la productividad de los ingenios.

El veneno con que los aviones de la FAC-DEA fumigan la coca es el mismo con el que los azucareros aumentan sus ganancias: Glifosato o Roundup. La toxicidad del producto ha sido muy discutida. La empresa productora, Monsanto, habla bellezas del veneno y lo publicita como una herramienta tan limpia que la usan las viejitas viudas de California, para cuidar sus jardines. En cambio, Ecuador ha demandado a Colombia, porque el glifosato que riega aquí alcanza a dañarle la yuca a los campesinos de la frontera de allá. Caso de la Corte Internacional de Justicia de la Haya, la misma que falló sobre nuestro pleito con Nicaragua.

Todo parece indicar que la clave está en la mezcla que debe hacerse con agua. Si se le echa a 60 galones de agua un galón de Roundup, el ministro de Defensa Nacional se puede bañar con él y luego tomarse un trago en el casino de oficiales con el gerente de Asocaña. Pero el gerente de Asocaña no sería capaz de meter el dedo meñique en la mezcla con que asperjan— ¡que termino mas elegante!— los cultivos de caña en el Valle, porque la mezcla es de 1 litro de veneno por 3 o 4 de agua. ¡Puro fuego! Las hojas de la caña se caen a la media hora y la mata, por aquellas cosas de la fuerza de la vida, no tiene opción distinta a hincharse de azúcar, e hinchar de ganancias a los cañeros. Así los ingenios pueden producir más cantidad y más rápidamente alcohol carburante para mezclarlo con los combustibles, norma que el Gobierno impuso en su favor y que para los próximos años debe ser de un 20%. Para fabricar el tal alcohol, el Gobierno le dio a los productores todo tipo de gabelas tributarias y la superficie en caña pasó de 100.000 hasta 400.000.

La cosa no para ahí. La expansión de esa superficie ha sido en parte una de la funciones de la fumigación, porque cualquier finca afectada por el veneno termina siendo vendida o arrendada a los ingenios. Pasa lo que pasa con Ecuador: el veneno se echa aquí, pero el viento se lo lleva para allá. Y de los lotes que quedan en medio de tal mar de caña, ni modo. Con más veras terminan siendo parte de los ingenios.

Otrosí. Resulta que las empresas azucareras encontraron la manera de burlar las normas ambientales, no sólo por su poder, sino contratando aviones ultralivianos con tanques especiales, para fumigar en lugar de avionetas. Los ultralivianos son un vehículo deportivo y no necesitan licencia para alzar vuelo ni para llevar una u otra cosa como equipaje, así que en un aparatico de estos montan un poco de esa mezcla venenosa y van y la botan a baja altura sobre los cultivos de caña. La Aeronáutica Civil conceptuó que los ingenios podían fumigar con los ultralivianos, porque el espacio aéreo hasta los 500 metros de altura existente sobre los ingenios pertenece a ellos, y por tanto no ejerce ningún control ni sobre los aparatos ni sobre sus pilotos, que son deportistas y no profesionales que requieren licencia. Las empresas de fumigación como Fuminorte y Fumivalle están obligadas a realizar tales trámites.

Como es obvio la Aerocivil y el Ministerio de Medio Ambiente nada tienen que ver con la reglamentación del deporte, y por ende los ultralivianos adaptados vuelan y vuelan soltando su veneno sin que nadie ose decir mú. A los llanos del Vichada, llegarán pronto gigantescas empresas de aerolivianos para fumigar las 40.000 hectáreas de Riopaila y las otras 40.000, de Cargill. Mientras tanto el doctor José Miguel de la Calle, hijo del principal negociador del Gobierno en La Habana perdió su empleo como superintendente de comercio, al pronunciar el término cartel de la caña.

El Espectador, Bogotá, 30 de junio de 2013.

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