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Habilidad sí… pero ¿habilidad para qué?

Por Juan Manuel López Caballero  

No hay duda que una de las capacidades indispensables para tener éxito en lo que se emprende es la habilidad para salir de situaciones difíciles acudiendo a manejos que permiten una solución rápida o transitoria al problema que se enfrenta (aunque no definitiva).

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Por Juan Manuel López Caballero  

No hay duda que una de las capacidades indispensables para tener éxito en lo que se emprende es la habilidad para salir de situaciones difíciles acudiendo a manejos que permiten una solución rápida o transitoria al problema que se enfrenta (aunque no definitiva).

Sin embargo es conocido que detrás de un dirigente muy ‘hábil’ suele haber un gran peligro porque puede permitir que prosperen otras características que serían indeseables. A un Hitler nadie le negaría su habilidad para consolidar el poder que en algún momento logró, pero su pensamiento distorsionado llevó a la catástrofe que el mundo conoció. Algunos dirían (diríamos) que Álvaro Uribe reproduce en tono menor y a escala local este caso.

Pero sucede también que cuando no se acompaña de otras calidades que lo complementen, ‘ser hábil’ puede significar ser capaz de sustituir las capacidades que se requieren pero que no se poseen,  por un manejo que disimula esa deficiencia.

Infortunadamente ese puede ser el caso del actual mandatario.

Hábil indiscutiblemente lo es. No basta con inteligencia y estudio para, por la vía de atacarlos, llegar como él a ocupar Ministerios bajo tres gobiernos tan disímiles como los de Gavíria, Pastrana y Uribe; y menos para después desligarse de ellos y acabar cuestionándolos, sin que al hacerlo se le descalifique por ser alguien poco confiable en cuanto a  compromiso con proyecto o ideología alguna. Por el contrario, logró una ‘gobernanza’ o ‘gobernabilidad’ mayor que ningún gobernante en épocas recientes al atraer a una ‘unidad nacional’ prácticamente todo el poder político. Eso es habilidad.

Pero otra máxima habilidad mostró al lograr que el tema de una crisis nacional, estructural e histórica se presentara limitándolo a tres dimensiones:

1- El sector rural se redujo al concepto de ‘campesinado’ con su carga simbólica de productor de alimentos, como si en el problema no estuviera involucrada todo el modelo que relegó a un segundo plano lo que tiene que ver con el campo, desde la falta de un modelo de desarrollo de la economía basado en alguna política agraria integral, pasando las lamentables condiciones físicas de infraestructura, etc., hasta la ausencia de un propósito de cerrar la brecha social y las escandalosas desigualdades que se muestran con el sector urbano en todos los aspectos de salud, educación, pobreza, desigualdad, vivienda, etc.,

2- El Paro se focalizó en las protestas de los paperos y los cebolleros, centrando en los diálogos con ese sector las respuestas y la importancia que daba el gobierno a las demandas, la desesperación, y el enervamiento que habían sido generadores de los levantamientos, no solo de casi todos los otros renglones del agro –arroceros, cafeteros, paneleros, cacaoteros, ganaderos, etc., sino de otros sectores como los mineros, los transportadores, la salud, etc.

3- Y sobre todo, el tema dejó de ser las causas y razones de la agitación, y qué soluciones se proponían para subsanarlas, y pasó a ser el vandalismo y las perturbaciones del orden público.

Esto por supuesto con el apoyo de los medios que minimizaron toda información o análisis que fuera ajeno a lo que planteaba o manipulaba el gobierno. Eso permitió que a su turno todos los estamentos institucionales (gobernadores, alcaldes, gremios, partidos políticos, etc.), que como parte de sus funciones y responsabilidades era de esperar que se pronunciaran respecto tanto al paro como al manejo del gobierno, se limitaran a ‘protesta sí, vandalismo no’ (‘ruanas sí, capuchas no’ tituló Semana como un esfuerzo por ser originales).

Pero lo que quedó claro es que esa habilidad sustituyó lo que en este  momento se requería: liderazgo y visión de estadista. Y eso es lo que al seguir los comentarios de los columnistas y analistas parecería la conclusión respecto al episodio que acabamos de vivir con los paros y protestas de los últimos días cuando hablan de ‘bandazos’, ‘falta de liderazgo’, ‘errático’, ‘desconectado’, etc.

Aunque parece que la estrategia de vender la idea que el problema fue el desborde de los violentos, que el acuerdo alcanzado en Tunja desarmó la protesta, y que se acabaron o acabarán los bloqueos y las marchas, el resultado aún no se sabe.

Pero el problema es que no es lo mismo salir adelante uno mismo de un mal momento, que sacar el país adelante ante una crisis. Ni es lo mismo la habilidad para quitarse de encima la inconveniencia del paro, que el compromiso de dar respuesta a los reclamos que llevaron a él. El tiempo dirá que sigue…

4 de septiembre de 2013.

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