Nacional
¿Cuál es el límite del procurador? Ninguno
Por Cecilia Orozco Tascón
¿Hasta cuándo puede Alejandro Ordóñez hacer lo que le plazca en Colombia, constituida hoy en su reino particular puesto que no tiene controles efectivos que le pongan límites democráticos a su poder?
Parece que hasta siempre, porque aquí no hay quien lo sancione
Por Cecilia Orozco Tascón
¿Hasta cuándo puede Alejandro Ordóñez hacer lo que le plazca en Colombia, constituida hoy en su reino particular puesto que no tiene controles efectivos que le pongan límites democráticos a su poder?
Parece que hasta siempre, porque aquí no hay quien lo sancione o siquiera lo frene en materia política, social o judicial, mucho menos después de su reelección, es decir, de su segunda coronación. Tiene que admitirlo, señor presidente Santos, porque siendo usted elegido por nueve millones de votantes para ser el mandatario, tembló a la hora de enfrentarlo; ustedes, señores magistrados de todas las cortes que se inclinan ante él incorporando a sus salas, a los aspirantes a togados que Ordóñez señale y pidiéndole, en contraprestación, puestos para sus familiares en la Procuraduría; ah, y ustedes, señores congresistas, que han votado dos veces por él a cambio de contar con cierta inmunidad disciplinaria y con procuradores regionales o provinciales amistosos con su grupo político.
Sea como sea, lo cierto es que el procurador ha convertido la Constitución y las leyes en un vulgar juego de malabarismos e intercambio de dares y tomares que le es útil para interpretar a su manera el Estado de derecho y para justificar sus decisiones judiciales —en ocasiones, plenas de benevolencia paternal; en ocasiones, de rigidez extrema, dependiendo del encartado y de las inclinaciones ideológicas de éste—. Ayer, por enésima vez, la Corte Constitucional “regañó” a Ordóñez por ponerles palos en la rueda a sus fallos. Ahora, por insistir en que la Corte declarara nula la decisión de su propia sala plena mediante la cual se le ordena al Ejecutivo reconocer la pensión de sobreviviente a un homosexual. “Esta clase de cuestionamientos no son de recibo pues se oponen a la cosa juzgada constitucional que cobija a todos…”, dijo el máximo tribunal, para concluir que “este mandato es particularmente exigible al procurador quien tiene la función de vigilar el cumplimiento de la Carta, las leyes, las decisiones y los actos administrativos”. Y ¿después qué? Nada. No le pasará nada. Ordóñez seguirá tan campante y nadie lo detendrá, lo sancionará, o le pedirá que se excuse con los demás, porque él es intocable. No como la inmensa mayoría de ciudadanos de este país que somos iguales entre nosotros, pero no iguales al procurador ni a otra pequeña clase de detentadores del aparato oficial, imitadores suyos: si él puede, ¿por qué yo no?
Esta noche el procurador dormirá plácido y le importará un higo el llamado de atención de la Constitucional porque ésta no tiene cómo castigarlo. Y más: dormirá feliz porque la misma Corte cederá a su omnipotencia cuando le santifique la facultad espuria de liquidar a quienes fueron elegidos por el pueblo, como Piedad Córdoba, pero de pedir, por ejemplo, la libertad del coronel (r) Plazas Vega, a pesar del delito de lesa humanidad por el que está condenado. Ordóñez es más que el pueblo, que la Corte Constitucional, que los jueces, que el ordenamiento de la Nación: él es Dios. Por eso también puede atropellar, cuando le viene en gana, a los peatones con sus escoltas en las calles de la ciudad, SUS calles, SU ciudad, SU país.
El Espectador, Bogotá, 13 de marzo de 2013.