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Imperio en apuros

Por Héctor Béjar / Red del Tercer Mundo  

No es un hecho menor que el Departamento de Estado de los Estados Unidos de América haya ordenado cerrar por una semana las embajadas, consulados y legaciones diplomáticas en Yemen, Libia, Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Pakistán y otros diecinueve países del Medio Oriente y el norte de África, y pida a sus ciudadanos abandonar de inmediato Yemen.

Tienen que irse de Lahore, en Pakistán, porque sus aviones bombardearon un funeral el Id al—Fitr,

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Por Héctor Béjar / Red del Tercer Mundo  

No es un hecho menor que el Departamento de Estado de los Estados Unidos de América haya ordenado cerrar por una semana las embajadas, consulados y legaciones diplomáticas en Yemen, Libia, Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Pakistán y otros diecinueve países del Medio Oriente y el norte de África, y pida a sus ciudadanos abandonar de inmediato Yemen.

Tienen que irse de Lahore, en Pakistán, porque sus aviones bombardearon un funeral el Id al—Fitr,

día sagrado del calendario musulmán que marca el final del Ramadán, matando a cuarenta y cuatro inocentes. En la provincia afgana de Nangarhar mataron a catorce mujeres y niños que asistían a una fiesta familiar. En respuesta, los talibanes hicieron volar a treinta asistentes al funeral de un oficial de la policía en Quetta, una ciudad pakistaní.

El cierre de la embajada norteamericana en Yemen es indefinido. Yemen es uno de los más antiguos centros de la civilización. Fue en tiempos bíblicos el mítico país de la Reina de Saba. Está situado al sur de Arabia Saudita. A la caída del Imperio Otomano en 1918, el norte de Yemen consiguió su independencia y fue gobernado por la familia feudal Hamidaddin hasta 1962 en que oficiales nacionalistas republicanos apoyados por Egipto, luego de tomar el poder, organizaron la República Popular Democrática de Yemen, mientras Yemen del sur mantenía el régimen tradicional.

En 1978, ambos estados se unificaron, pero no sus ejércitos, y se produjo una nueva guerra civil en 1986. En 1990 volvieron a unificarse bajo la presidencia de Ali Abdallah Saleh. Yemen unificado se opuso a la intervención norteamericana en Irak ocasionando la ira de Arabia Saudita y los Estados Unidos. Pero cuando se produjo el atentado contra las torres de Nueva York el gobierno declaró su solidaridad con los norteamericanos. Los disidentes clericales shiitas se rebelaron en 2004. En ese ambiente, Saleh ganó las elecciones de 2006. En 2007, las ramas yemenita y saudí de Al Qaeda empezaron ataques terroristas con coches bomba. El ejército obligó al desplazamiento de miles de personas. Tres mil soldados perecieron en 2010 en una nueva guerra. Barack Obama autorizó el uso de drones contra los campos de Al Qaeda en Sana y Abyan, en ataques erróneos contra Ibrahim Al Asiri, señalado como fabricante de las bombas de alto poder usadas por el terrorismo. En la provincia de Lahj, los drones han matado a treinta y ocho sospechosos. En el área de Askarija, según informa el New York Times, han causado nueve muertes en dos semanas.

En su edición del 10 de agosto, el diario alemán Suddeutsche Zeitung ha revelado que Gerhard Schlinder, jefe de la BND, el servicio secreto alemán, dio la orden de entregar a la CIA números de teléfonos móviles de sospechosos de terrorismo para que sean ejecutados por drones. Alemania se ha convertido en colaboradora de los asesinatos de gente que es solo sospechosa.

Mientras tanto, los jihaddistas tienen ya combatiendo en Siria, según informa el New York Times, seis mil guerrilleros urbanos del Frente Nursa de Irak, veteranos de acciones contra la ocupación norteamericana, unidos a combatientes chechenos, egipcios y pakistaníes, un ejército suicida internacional.

Mientras en Yemen los norteamericanos no saben qué hacer, la intervención de la CIA en Siria ha resultado letal para los Estados Unidos. El odio al Imperio cunde desde el Medio Oriente hasta el norte de África, donde surgen sin cesar nuevas generaciones de Al Qaeda. Promociones recientes de cientos de grupos suicidas son incontrolables e imprevisibles, porque no tienen un mando único que pueda ser manipulado como antes.

Los norteamericanos no lograron derribar al régimen sirio y, en vez de ello, han ocasionado una alianza de hecho entre Irán, Hezbollah y Al Qaeda, cuyo resultado ha sido una secuencia de derrotas de los mercenarios que financian. Entre los mil doscientos grupos en que está dividida la oposición siria, según el New York Times, el jihaddismo también ha empezado a crecer.

Red del Tercer Mundo.

 

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