Nacional
Inacción económica
Por Eduardo Sarmiento Palacio
La respuesta oficial ante la caída de la economía es desconcertante. El ministro de Hacienda desconoce las caídas de la industria, la agricultura, las exportaciones, el comercio y de la misma minería, diciendo que la economía crecerá 4,7%. El gerente del Banco de la República niega la responsabilidad
Por Eduardo Sarmiento Palacio
La respuesta oficial ante la caída de la economía es desconcertante. El ministro de Hacienda desconoce las caídas de la industria, la agricultura, las exportaciones, el comercio y de la misma minería, diciendo que la economía crecerá 4,7%. El gerente del Banco de la República niega la responsabilidad
de la junta en la regulación del tipo de cambio, ignorando que su función no es sólo el control de la inflación, sino también la producción, el empleo y la estabilidad cambiaria y financiera. El manejo de la economía se reduce a un juego de cifras y proyecciones que se interpretan y revisan con base en los criterios que causan los desaciertos.
La economía está en manos de los profesionales formados dentro de los paradigmas neoclásicos de equilibrio. Se considera que el producto nacional tiende a evolucionar a tasas estables y que los choques externos se corrigen por conducto de la tasa de interés y los tipos de cambio flexibles. El sistema se autorregula o lo regula la política monetaria. Las acciones del Estado se descalifican con términos peyorativos, como despilfarradoras, populistas y proteccionistas.
Las perturbaciones de las economías no son absorbidas por los mecanismos de mercado, sino que generan burbujas que tienden a reforzarse. En Colombia el déficit en cuenta corriente y la revaluación ocasionadas por la entrada de capitales para la minería no se han autocorregido, sino que han precipitado el alza de los precios de los activos y la explosión del crédito, que se refuerzan pero no son sostenibles.
Como es apenas natural, el proceso tiende a ser alimentado y acentuado por la crisis externa y los TLC. La contracción mundial está pasando la factura en la forma de contracción de las exportaciones de manufacturas, caída de los precios de los productos básicos y volatilidad de las bolsas de valores. Por su parte, los TLC, como se había previsto en todos los estudios, determinan un aumento de las compras externas mucho mayor que las ventas: en julio, las exportaciones bajaron 5% y las importaciones aumentaron 15%.
El esquema en su conjunto da lugar a situaciones de bonanza empujadas por el alza de los precios de los activos, la explosión del crédito y su movilización para adquirir en el exterior los bienes industriales y agrícolas abaratados. A diferencia del mundo de ángeles en que el crecimiento de un año induce el del año siguiente, en las economías burbuja la exuberancia es preludio de crisis. En efecto, la economía que venía avanzando al 6% en 2011, cayó a 4,7% en el primer trimestre, continuará descendiendo en los siguientes y terminará el año con un crecimiento cerca del 3%. El país está revelando muchos de los síntomas de las naciones periféricas de Europa, las cuales se vieron asediadas por las burbujas, los choques externos de la crisis mundial y los vecinos, y los desbalances del euro, que se asemejan a los TLC. Aún más diciente, las fallas provienen de un modelo basado en una teoría equivocada y las soluciones se formulan a la luz de la misma teoría.
Los estragos de la economía no son simples fenómenos pasajeros. Son la confluencia del modelo que viene de atrás, de los choques externos, de la proliferación de los TLC y de los desaciertos de bajar los aranceles y deprimir el crédito con medidas policivas. La solución no se puede lograr dentro de las políticas monetarias y fiscales anticíclicas tradicionales; no sirve bajar marginalmente las tasas de interés y comprar US$20 millones semanales. Lo que se plantea es apartarse de los mitos y construir un diagnóstico basado en visiones más cercanas a la realidad. Quiérase o no, el país tendrá que prepararse para intervenir el mercado cambiario sin limitaciones monetarias, ampliar el déficit fiscal y adoptar políticas comerciales, crediticias e industriales selectivas.
El Espectador, Bogotá, 12 de agosto de 2012.