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Irresponsabilidad política

Por Rodolfo Arango  

A cuatro meses de la inscripción de candidatos para integrar el poder Legislativo crece la presión sobre el único partido de izquierda que hace oposición en Colombia: el Polo Democrático Alternativo (PDA).

Formadores de opinión con diversas tendencias ideológicas,

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Por Rodolfo Arango  

A cuatro meses de la inscripción de candidatos para integrar el poder Legislativo crece la presión sobre el único partido de izquierda que hace oposición en Colombia: el Polo Democrático Alternativo (PDA).

Formadores de opinión con diversas tendencias ideológicas,

sorpresivamente, añoran la unidad de la izquierda. Se quiere que la “tercería” frente a Santos y Uribe agrupe al PDA, Verdes, Progresistas, UP y Marcha Patriótica, en una variopinta y amorfa coalición; todo para cerrarle el paso a Uribe en caso de ser su candidato el que pase a la segunda vuelta. No sorprende que el próximo presidente del Congreso, Juan Fernando Cristo, haya prometido empujar la reforma electoral favorable a los “pequeños” partidos o movimientos, bajo los laudables argumentos del pluralismo político y de la protección a las minorías.

El proyecto de ley que permitiría coaliciones entre pequeños partidos o movimientos políticos, de manera que alcancen el umbral del tres por ciento en 2014, es inconstitucional e inconveniente. Aunque comprensible sea el nerviosismo de quienes ven peligrar su permanencia en el Congreso, no por ello se justifica un cambio en las reglas del juego a tan corto tiempo de la contienda electoral. La conveniencia para algunas minorías en riesgo no justifica la irresponsabilidad política ni el transfuguismo ahora disfrazado bajo la modalidad de las “coaliciones”.

Permitir que disidentes de sus partidos se reencauchen en agrupaciones mayores o se junten con otras de baja representación es sustraerle al elector su derecho a castigar a los partidos o movimientos políticos en caso de incumplimiento. Consustancial a la democracia es la responsabilidad de los agentes políticos por sus acciones u omisiones. Lo anterior no impide que personas o grupos escindidos de su colectividad de origen se inscriban bajo la modalidad de nuevos movimientos ciudadanos respaldados por firmas.

El argumento que busca endilgar a los partidos mayoritarios la desaparición de las minorías con menos del tres por ciento de la votación es falaz. Ello porque la causa de la desaparición temporal de estas últimas de la escena política no es el aumento del umbral, que procura agrupaciones más coherentes y disciplinadas en beneficio de la transparencia y la responsabilidad, sino su mal desempeño. Más grave que la desaparición, parcial o definitiva, de ciertas iniciativas o representaciones, lo que es natural en una democracia viva y cambiante, es la opaca recomposición de fuerzas y tendencias que impide al elector premiar o castigar a sus representantes políticos.

Además de fomentar la irresponsabilidad política desorientando al elector con coaliciones exóticas de último momento, existe una razón adicional, externa y oculta, que hace atractiva la minirreforma electoral. Se trata de la necesidad de asegurar la permanencia de Santos en el poder. De no ganar la Presidencia en primera vuelta, el actual presidente tendría que competir con el candidato uribista. De ser así, una izquierda aglutinada, dócil y con deseo de negociar su acceso a la coalición, sería aliada natural de Santos, no de Uribe. Con la anhelada unidad se lograría el objetivo fundamental: garantizar las políticas aperturistas, extractivistas y de inversión extranjera, dando continuidad al modelo de desarrollo imperante.

El Espectador, Bogotá, 18 de julio de 2013.

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