Nacional
La administración municipal de Pasto, inventario de una catástrofe
Por Jaime Enríquez Sansón
Acostumbran los nuevos gobiernos hacer un balance de sus realizaciones en los primeros cien días de su gestión. Ello forma parte de las costumbres, de las buenas costumbres que por desgracia han desaparecido en Pasto para construirse un cuadro de actuaciones erráticas,
Por Jaime Enríquez Sansón
Acostumbran los nuevos gobiernos hacer un balance de sus realizaciones en los primeros cien días de su gestión. Ello forma parte de las costumbres, de las buenas costumbres que por desgracia han desaparecido en Pasto para construirse un cuadro de actuaciones erráticas,
de pasos mal dados, de retroceso tanto en lo político como en lo cívico, económico, administrativo y social: lo que bien podría llamarse un paso atrás en la cultura administrativa de la ciudad hoy como nunca convertida en una auténtica sorpresa y habitada por personas en verdad sorprendidas.
Por ello, por la angustiosa realidad en la cual nos debatimos, por el imperioso deber que tenemos para con las futuras generaciones, se han escrito estas páginas pues si bien el olvido cubre pronto con su polvo finísimo a quienes traicionan los legados de la tradición, la historia y la cultura propias, hay hechos que deben imprimirse para el juicio inmediato de los hombres.
Un mentiroso juego de palabras
La campaña política que llevó a la alcaldía de Pasto al señor Harold Guerrero López utilizó un mentiroso juego de palabras como frase bandera: No soy un político cínico sino un empresario cívico. Algo así decía el lema con el cual muchos ciudadanos se dejaron convencer pues, debemos reconocerlo, el pueblo está cansado de las promesas electoreras y los ya gastados prestigios de unos jefes políticos así como sus conductas vergonzosas, impulsan a rechazar a esos llamados con el socorrido mote: “los mismos con las mismas”.
Pero fue todo un engaño: la administración consagrada por las mayorías en las urnas, perdió el tiempo durante el empalme. Unos segundones del poder se asomaron a la realidad de Pasto y al iniciar el año el alcalde apenas integró un gabinete con el que ha dejado pasar el tiempo sin ejercer gobierno distinto al de un despotismo no ilustrado, con tal cual cajita de música que repite frases bonitas y comenta florituras mientras la ciudad se cae a pedazos, la inseguridad se dispara, el desempleo se desborda por culpa del mismo alcalde o sus validos, el descontento se agazapa en forma peligrosa como a la espera de una explosión que no deseamos ver y el cinismo, ese al estilo de Diógenes el can, hurga en los lotes de engorde y en los basureros de la carrera 27 con tal cual programa populista para descubrir el rampante cinismo que amenaza sumir en la miseria a muchos hogares, mientras las necesidades inaplazables de los destituidos pueden empujarlos al delito, a la desesperación o al suicidio.
Breve inventario de daños
Una breve relación de los daños causados por la administración Guerrero López (la de ahora) a los hogares pastusos puede ser la siguiente:
1.- Barrida de empleados y contratistas con larga vinculación al municipio a partir del 1º de enero. El despido iniciado en forma por demás escandalosa en enero se mantiene de manera discreta pero inflexible en junio o julio, como en el caso de Empopasto o como puede ocurrir en Cultura, porque la cínica avidez de los hombres de Guerrero López no parece tener fin.
2.- Amenaza de masacre laboral con trabajadores vinculados en provisionalidad (más de treinta) en la Secretaría de Educación. De paso, se amordaza al Secretario y se le prohíbe dar declaraciones o emitir conceptos. El secretario, educador de larga tradición y reconocidas ejecutorias, por dignidad estaría a punto de presentar su renuncia a su inútil posición burocrática.
3.- Evidente y escandaloso nepotismo. Familiares del alcalde o de su esposa, campean por ese reino de papel en que se ha convertido la edificación de Anganoy. Allí no se trabaja, se devenga. Allí no existen funcionarios sino parientes. Allí no se funciona, se posa.
4.- Deterioro en planes y programas de manifiesta urgencia. La inoperancia administrativa de Guerrero López tiene sin un centavo la electrificación rural de modo que cada día son más agudos los problemas del sector campesino en lo referente a tan imperativa necesidad. Pero ese es sólo un ejemplo: el cuerpo de Bomberos de Pasto, una institución benemérita cuya acción en cualquier momento es indispensable, no tiene combustible ni apoyo para la reparación de una ambulancia. El servicio que prestan los bomberos para traslado de enfermos dentro o fuera del perímetro urbano, tiene que ser asumido a costos elevados por los usuarios que recurren a servicios particulares.
5.- La secretaría de infraestructura agoniza. La improvisación, la falta de trabajadores entendidos en la materia y la carencia de un plan de gobierno al respecto, ha sumido en la inanición esa otrora importantísimo dependencia que está a punto de ser fusionada con Valorización. Para disimular su inacción, el secretario de infraestructura se encierra en un mutismo lamentable y en actitudes despóticas parecidas a las de un señor Núñez que, según se dice, es quien de verdad ostenta el poder en el palacete de Anganoy. Esta dependencia inútil bien podría cerrarse y seguiríamos con los mismos huecos en las calles, las mismas huecas cabezas del jefe de la secretaría y de toda la administración, las huecas declaraciones de los que pueden decir al menos mú. Si las obras del intercambiador vial de las banderas concluyen bien será gracias a los recursos de la gobernación y a la diligencia del gobernador de Nariño.
6.- La inseguridad aumentó en Pasto, conforme aumenta el desempleo. No obstante las intenciones del presidente Santos de reducir el índice de desocupados, en la ciudad del Galeras se vive una realidad totalmente en contravía con la realidad nacional. Esta es una ínsula Barataria gobernada por un grupo desenfadado, que se engaña a sí mismo y quiere engañar a la comunidad con aires de renovación y cambio.
7.- El predialazo vive… Pese a la engañosa presentación que hace la secretaría de hacienda del municipio, en Pasto la ciudadanía está descontenta ante el cobro del predial. La cultura del pago que existe en nuestra gente explica la respuesta ciudadana, minoritaria por cierto, pero no dice que los ánimos se hayan calmado. Están en reserva, a la expectativa. El movimiento del Predialazo vive. Pero aquí sí vemos cómo este gobierno pretende un cambio de cultura: producir indignados, producir descontentos, sembrar la inconformidad y sembrar de ira las calles y caminos de la desprotegida ciudad. La indignación popular no puede ser acallada ni con el ruido del látigo de los impuestos ni con los ladridos de los perros oficiales. No se puede silenciar cínicamente las voces de la protesta popular.
8.- Sin solución mototaxistas, sin solución el problema de los taxistas de colectivos. Otra inoperante dependencia, la de tránsito y transporte, ha convertido el tema en una bomba de tiempo. No crea el alcalde que esta calma es de buen augurio. No señor. Los mismos propietarios de buses reclaman soluciones. El secretario de transporte ni siquiera puede dar la cara al Concejo que, dicho sea de paso, ya muestra una actitud genuflexa ante el alcalde que deja mucho qué pensar.
9.- Un absurdo la restricción vehicular: se busca estimular empresas privadas de taxis y el transporte de buses convertido en monopolio. Cuidado. El comercio legal y organizado registra perjuicios por culpa de esa tonta medida. El propietario de un vehículo que vive en Miraflores y no puede pasar al Lorenzo. Que del Tejar no pueda bajar a San Juan Bosco. Que del Champagnat no pueda conducir a Fátima: Que de Altos de la Colina no pueda llegar a El Mirador. Que de El Mirador no pueda ir al Hospital San Pedro. Que de Maridíaz no pueda conducir hasta la Universidad Mariana. ¡Qué es eso! Y sólo citamos unos pequeñísimos ejemplos. La medida no conduce sino a obligar que niños, ancianos, mujeres embarazadas, tengan que pagar taxi. Pero dizque en Pasto se puede caminar: con esa inseguridad, con esas calles, con ese desorden. Alcalde y asesores viven en otra parte.
10.- La vergüenza en Empopasto. Lo ocurrido allí con el gerente Gerardo Rosero Pérez, un señor Gerente, no tiene nombre. Los despidos, la politiquería cínica, son vergonzosa muestra de lo que es en realidad esta administración municipal cuando se quita la máscara. El problema es de grafía: cinismo por civismo.
Falta de gobernabilidad
La realidad es otra: falta gobernabilidad en Pasto. No hay eficacia, no hay calidad, no hay buena orientación en la presencia del Estado representado por la alcaldía. Por ello ha perdido su legitimidad desde el mismo 1º de enero, pues existe una nueva forma de gobernar pero para mal. Se han agudizado los vicios, se ha extendido la falta de pudor en el manejo de la administración. Cada uno de los numerales anteriores dan tema para un extenso comentario, pero en gracia a la brevedad basta su sola mención.
Cultura de bisutería
Cacarean los amigos del alcalde un supuesto cambio cultural. ¿Será posible semejante absurdo? Si la cultura es cuanto distingue a los pueblos. Si la cultura es lo que somos, bueno o malo, como resultado del devenir histórico. Si la cultura es el resultado de una compleja simbiosis para cuyo conocimiento debemos saber y aceptar la historia. En nuestras raíces culturales está el notable indiano, el mandón europeo, el príncipe negro desarraigado a la fuerza de su nativa África. Si nuestro idioma, nuestra sangre, nuestra religión, nuestras costumbres, nuestros defectos y nuestras virtudes, se cruzan para producir hombres como Agualongo, como Juan Lorenzo Lucero, como Quijano Guerrero o Quijano Vodniza, Panquiaco, Kar A Melo, Maruja Hinestrosa, Pedro Bombo o Carlos Santacruz. Nuestra cultura es de poetas, novelistas, músicos insignes, estadistas, espadones valientes, ministros del altar y hasta figuras populares de profundo arraigo. Nuestra cultura no es cultura de bisutería como la que se quiere inventar con actos aislados como el de celebrar un remedo de carnaval en uno de los basureros de la carrera 27 dizque para volvernos puntuales o eso de organizar brigadas de niños bien para cuidar borrachitos que es como enfrentar dragones con caucheras, así las voces palaciegas que lo rodean le digan al alcalde otra cosa.
Que los inefables asesores dejen a un lado su olímpica ignorancia para que aprendan lo que es cultura y cuál es la nuestra y luego si traten de cambiarla. Desde su sitial en la eternidad deben estremecerse Merchancano y los matrimonios pastusos despeñados en los desfiladeros del Guáytara, Alfonso Zambrano Payán y Guillermo Edmundo Chaves, Ignacio Rodríguez, “guagua negro” Guerrero y Cecilia Guerrero Orbegozo, Julián Bucheli y el general Eliseo Gómezjurado, Carlos César Puyana y los descendientes de Belalcázar, el ínclito bastardo don José María Obando, Alfredo Galeano Velasco, Josefina Villota de Castelblanco, Gonzalo Rodríguez, sor Celina de la Dolorosa, Tomás Hidalgo, Emma Inés Medina de Moncayo y el padre De la Villota, María Mercedes Bravo y sus compañeras desterradas a Quito, Luis Felipe de la Rosa y José Rafael Sañudo. Es que nos volveríamos interminables si quisiéramos mencionar a todos cuantos representan la cultura de Pasto y de los pastusos que al parecer ni siquiera de oídas conocen en el que fuera “nido de cóndores” y hoy se ha transformado en el reducto de la ineptitud de Anganoy.
¿Cambio de cultura? Si la cultura propia es parte insustituible de la dignidad, del talante, del orgullo de ser la indiada de Agualongo pero no los siervos de los perfumados arribistas que se avergüenzan del abuelo indiano y se sonrojan cuando El Chato, ese guerrero de verdad, canta y nos enseña a cantar “¡Soy pastuso y qué!”.
¿Cambio de cultura? Será de cambiar lo descrito por López de Mesa, por Montalvo o por tantos otros que nos describieron en páginas similares a las siguientes:
LA MUJER PASTUSA. Como quiera que el nombre de Pasto designó durante muchos años a toda esta región sur, vale la pena transcribir – como descripción que incluso puede hacerse extensiva a la mujer nariñense en general – cuanto señaló el ilustre desterrado ecuatoriano don Juan Montalvo en 1879: “Las mujeres pastusas son dechados de mil virtudes. He oído en Colombia que para esposa, la pastusa: leal, constante, su adhesión no se detiene ni ante el sacrificio. En cuanto a las labores propias de su sexo, para la pastusa no hay punto de tiempo perdido; si el hombre descansa, ella toma sobre sí el trabajo de los dos; a todo atiende, todo lo hace, sin descuidar la crianza de sus hijos, y los cría de tal modo que forma varones fuertes. Estas mujeres pueden responder lo que Gorgo, madre de Leónidas a la que le afeaba el predominio de las espartanas sobre los hombres. Si, nosotras les mandamos porque sabemos criarlos”.
EL VARÓN PASTUSO. Por su parte, don Alejandro Santander hace esta descripción: “Los moradores de esta ciudad son robustos y predomina en ellos la raza blanca; son pacíficos, laboriosos y honrados; de carácter dulce en tiempo de paz, valientes y entusiastas en la guerra; amantes de la literatura y de las ciencias; hospitalarios y benévolos; celosos defensores de su libertad y de su patria, de sus credos políticos y de sus creencias religiosas”.
Y en general sobre esta comarca, en don Juan Montalvo, el gran ambateño leemos: “Entre el Juanambú y el Guáitara se dilata una planicie elevadísima, donde la naturaleza en alegría perpetua está enseñando sus galas al mundo y sonriendo su propia hermosura… El agua abunda, cristalina, inquieta; el aire es puro, la atmósfera diáfana, el cielo dilatado y generoso. En ese país vive un pueblo que por la rareza de su carácter, por sus virtudes y sus defectos, se ha vuelto notable para sus vecinos; ese pueblo es Pasto, nombrado ya como singular en la historia de Colombia. Si algún pueblo en Suramérica pudiera recordarnos a la antigua Esparta, sería éste, sin duda; rasgos hay en sus costumbres y en su complexión que en verdad nos recuerdan a Lacedemonia… Pueblo eminentemente guerrero, en siglo de conquista hubiera sido conquistador… sobrio el pastuso, vigoroso, ni lo rinde la fatiga, ni lo retrae el miedo, sus fuerzas no flaquean jamás, su ánimo está en su punto si la tarea dura veinticuatro horas; es lo que llamamos todo un hombre. La tenacidad y el valor no han flaqueado tampoco en ellos; hechos hay en las guerras civiles de Colombia que sólo grandes historiadores necesitan para que este pueblo se vuelva célebre”.
CARÁCTER DEL NARIÑENSE. Por su parte el maestro Ignacio Rodríguez Guerrero describe así a los nariñenses: “Valor rayano en temeridad, demostrado por el hecho de que jamás soldados pastusos se han rendido, prefiriendo la muerte a la humillación del vencimiento, como se comprueba con el testimonio de los primeros Capitanes de la guerra magna. Bolívar, Sucre, Nariño, y de todos los historiadores, O´Leary, Restrepo, Espinosa, Manuel Antonio López. Laboriosidad incansable, que ha permitido transformar las más abruptas comarcas de los Andes nariñenses en millares de parcelas agrícolas, intensa y cotidianamente trabajadas, lo propio que llevar a buen suceso grandes empresas colonizadoras, como las de las caucherías, en la vasta hoya del bajo Putumayo; sentimiento del honor, que se ostenta en la lealtad guardada a su palabra, y en la generosidad con que trata al enemigo en el vencimiento; agudo ingenio que se manifiesta en la pasmosa habilidad inventiva, propia de os artesanos y trabajadores manuales, y en las obras científicas, literarias y artísticas de sus hombres de superior cultura; religiosidad, en suma, que es delicada flor que embalsama los hogares todos, espejo de tradición celosamente mantenida”.
Bolívar. “El 3 de febrero de 1823, escribía en Guaranda – según cita Sañudo – “este infame pueblo que es el Pasto de Quito”;…”. Y luego de la Batalla de Bomboná – donde en nuestro criterio no hubo vencedores sino vencidos – le decía a Santander desde Potosí: “Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte, dando aquel país a una colonia militar. De otro modo Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos, aunque demasiado merecidos”.
LOS INFAMES DE PASTO. Cerremos estas consideraciones con la cita de lo ordenado por Bolívar el 18 de julio – cuando faltaban seis días para que el Libertador cumpliera 41 años de edad – le ordena a Salom: “… 3ª. Destruirá U. S. Todos los bandidos que se han levantado contra la República… 8ª. No quedarán en Pasto más que las familias mártires de la libertad. 9ª. Se ofrecerá el territorio de Pasto a los habitantes patriotas que lo quieran habitar. 10ª. La misma suerte correrán los pueblos de los Pastos y de Patía que hayan seguido la insurrección de Pasto. .. 13ª. Dentro de dos meses debe U. S. haber terminado la pacificación de Pasto…” Y en otro documento se lee que Damarquet, secretario de Bolívar le señala a Salom: “S. E. El Libertador previene a U. S. lo siguiente. Que haga U. S. prodigios a fin de acabar cuanto antes con los infames de Pasto”.
Pero estamos perdiendo el tiempo con estas comparaciones, pues Bolívar fue Bolívar y los de ahora… ni para qué mencionarlos que, como condigno castigo propinado por la Historia, deben pasar pronto al olvido.
Escribió el ilustre obispo José de Jesús Pimiento: “Nariño, ¡tierra desconocida en tu belleza sorprendente! ¡Nariño, país olvidado en tus inagotables tesoros del terruño y del espíritu! ¡Yo te saludo, tierra de promisión,… tierra afortunada, con toda la ilusión de pertenecerte y de consagrarme a tu causa espiritual e histórica!”.
Por eso, no debemos dejar que pase acontecimiento presente ni se muera la lucha de hoy cuando se habla de dignidad, pues la tenemos y tenemos razones suficientes para exigir y conseguir el mejor de los tratos, el reconocimiento de todos nuestros derechos por parte de quienes detentan ese embriagador cuanto pasajero poder otorgado por la democracia. Ahora cuando se han jubilado con el erario público quienes hasta ayer escudaban su rebeldía en las ropas talares de sacerdotes de la fe. Hoy precisamente cuando los discursos políticos son anacolutos e intrascendentes. Hoy cuando la cobarde mansedumbre del cordero reemplaza el reclamo altivo del león. En esta hora en que el monarca de las fieras duerme su siesta con molicie al pié de la fortaleza castellana.
Ahora cabalmente cuando negros nubarrones afean el horizonte de la comarca es cuando debemos recordar nuestra historia para escribir, de acuerdo a la misma, las páginas que leerán nuestros descendientes. Una sola vacilación equivale a morir… a morir para siempre.
El malestar de los pastusos es evidente. Se siente la tensión en el aire. Las reservas democráticas denuncian, pero no parecen movilizarse para evitar el descenso definitivo hacia el abismo. Mientras tanto, con el verdadero lema de empresario cínico en acción, el palacete de Anganoy se ha convertido en una covacha para la democracia. Ergástula donde funcionan las componendas, donde reina el nepotismo, donde anida la inoperancia, donde deambulan como zombis los funcionarios sobrevivientes y donde mandan a su antojo unos palurdos de la tecnocracia.
En síntesis, el alcalde es el gran engañado por sus asesores o el perfecto equivocado. Si es lo primero, nos hallaríamos ante un alcalde-mueble que mejor debe renunciar. Si lo segundo, tendríamos unos secretarios-pisapapeles que también deben renunciar. En los dos casos, pobre Pasto y sus gentes contando con los dedos los días que faltan para la revocatoria de este gobierno incompetente y despótico… antes de que ocurra algo más grave.
Pasto, 26 de julio de 2012, a los ciento cincuenta años de la designación de Pasto como capital de la república.
APÉNDICE
1. ORACIÓN LAICA DESDE LA PLAZA MAYOR DE PASTO
Jaime Enríquez Sansón
Estamos hoy en el corazón de Pasto para dar cumplimiento a una nueva cita con la historia, nosotros los habitantes del sur, el mismo día en que se conmemoran 49 años de la muerte de José Rafael Sañudo, el ilustre iconoclasta, el irreverente historiador, el escritor sañudo que se atrevió a mirar de frente la gloria de Bolívar sin perder la vista ni caer calcinado a los pies del ídolo caraqueño. Y es una cita con la historia pues gran parte de la vida de la ciudad ha tenido su punto culminante en esta Plaza, convertida hoy en un altar de la Patria, altar sobre el cual queremos depositar en ofrenda simbólica nuestras vidas y nuestros esfuerzos, las aquerencias de nuestros mayores y la altiva ambición de nuestros hijos; las ínclitas acciones del abuelo monárquico y la hidalga bizarría del mandón indiano; la egregia sabiduría del polígrafo insigne y la sublime grandeza del artesano del barniz o del prodigioso alfarero que juega como Dios a crear con el barro. Y al lado de esta ofrenda, que nazca para elevarse a las alturas divinas, la oración laica de este pueblo en la agonía del siglo XX.
Para impetrar la ayuda de los hijos del Sol, Capusigra y Tamasagra, y hacer que vuelvan a sacudir el monumento lítico y lapiden nuestra cobardía ahora que nos amenaza la violencia disfrazada de quejas y ahora cuando el desalmado se agazapa en los recodos del camino para atentar contra nuestra tranquilidad. Y que se eleve nuestra oración hasta el sitial que ocupa Juan Lorenzo Lucero pues hemos perdido la piedad, hemos dejado que se vaya la honradez cristiana y muchos de los palacios de los gobernantes han llegado a transformarse en ergástulas del vicio, del desfalco, del peculado y la indecencia. Y que nos oiga Agualongo para que la mano que convirtió en mueca la risa de Mosquera, sea el puño destructor de nuestra desidia. Y que venga el mártir de Caicedo y Cuero y por cada gota de su sangre derramada en esta plaza, haga renacer una virtud y haga fructificar en el pecho de cada nariñense, de nuevo la hidalguía y de nuevo el coraje. Y que también nos oiga Merchancano, doblado como el árbol colosal al golpe del hachazo, y acabe con su ejemplo la sequía moral que agosta y deja solos los templos, que vuelve estéril el ejercicio de la cátedra, que ha tornado sombrías las mañanas y amargas las sonrisas y sin inspiración al artesano y al artista y sin dignidad al funcionario y al periodista y sin eco las canciones y los salmos.
Que nos oiga además el indio Cucas Remo y nos oigan el Julián Carlosama y el Lorenzo Piscal, para que vuelva a nuestro corazón su ira insurgente y se yergan los dormidos leones del escudo y tiemblen los Clavijos modernos. Y que al conjuro de esta oración sentida, retorne a nuestra Plaza el presidente Nariño cuyo nombre y cuyo infortunio son nuestra misma herencia; y que retorne también el inmaculado Sucre con Salom y Bolívar para que ante su presencia se levanten los fantasmas de las víctimas de la Navidad Negra y en la plena claridad de esta mañana, los ayes y gemidos de las vírgenes profanadas rebasen la distancia del tiempo y rueden otra vez sus ayes y lamentos por entre las naves de las Iglesias, y las parejas de matrimonios pastusos se presenten aquí, atados codo con codo, para reclamar como única venganza un mejor destino para esta comarca y una conducta más digna de gobernantes y gobernados.
Y los hombres preclaros del inmediato ayer también que nos escuchen. Pues nos hacen falta el verbo de López Álvarez, la sabiduría de Rodríguez Guerrero, la universal visión de Sergio Elías Ortiz y Alberto Montezuma Hurtado; el valor civil de don Julián Buchely y la sinfonía inconclusa de esa ciencia hecha pasión en Tomás Hidalgo. Los bravos veteranos que han paseado su heroísmo en Cariaco, en Corea o en Leticia, que nos oigan también a ver si con su ejemplo volvemos por los fueros de esta descalza democracia cuya desnudez nos sonroja pero no llega a conmovernos.
Hemos abandonado el surco acosados por el miedo: ¡Ampáranos, Oh Padre Manco Cápac!
El secuestro y el atentado aleve se asoman al otro lado de la calle: ¡Protégenos, señor de Belalcázar!
Soportamos un largo racionamiento de justicia: ¡ilumina a los jueces, don Lorenzo de Aldana!
Te juramos lealtad, oh Rey Fernando ¡que esa lealtad también la tenga con nosotros el gobierno centralista de la patria colombiana!
Se armaron los violentos y mancillan la pureza de nuestras montañas y amenazan el sueño del labriego: Fray Antonio Burbano y señor de La Villota, ¡rueguen por nosotros!
Vuelve a nosotros tus ojos, cohorte iluminada de antepasados y líbranos del destierro a que nos quieren condenar los bandidos y pillos de todas las pelambres, para que seamos dignos de habitar este Valle de Atures y mirar frente a frente a los hijos de nuestro amor, mientras al compás de las notas de doña Maruja Hinestrosa, la dulce sonrisa de la Gobernadora Mestiza desgrana su rosario de ternura desde el templo de La Merced hasta el milagro infinito de Las Lajas.
San Juan de Pasto, 3 de abril de 1992
2. PANORAMA ESPIRITUAL DE NARIÑO
Guillermo Edmundo Chaves
En relumbrante anhelo de compenetración espiritual, cada día diseña la República un ventanal de abiertas perspectivas sobre los horizontes difusos de nuestras tierras meridionales.
Se diría la culminación de una parábola de revelaciones. El paisaje ignorado que relumbra; el caudal de virtudes y de aspiraciones que rutila en índices desconocidos; la realidad pujante de severos valores y de riquezas incontables. Todo esto a través de un áspero proceso; porque hasta ayer, Nariño sólo había sido un símbolo de lejanía y de desolado quietismo ante la vida. Su contenido esencial, era casi para todos un epidémico concepto de torturadas rutas y de apenumbrados pueblos entre páramos y volcanes. Pasto, desfilaba en la visión inquietante de nuestras ciudades, con la capa raída de esos caballeros que después de una gesta que amelló sus armas y desconcertó su espíritu, se quedaron lamentando su sino en el fondo de sus casonas solitarias.
De poco tiempo acá, el concepto se ha ido modificando. Nuevos ventanales han acercado el horizonte remoto. Un interés creciente, ha hecho que en círculos de vinculación se fuese revaluando lo que el olvido abajó y la incomprensión borrara. Voces rotundas han dicho una verdad nueva. La lealtad de los pueblos del sur en el rechazo libertario, se ha repujado de nobleza. La actitud de Nariño en el pasado conflicto clarificó su valor. Miradas inquisitivas se han vuelto ante la incógnita de un pueblo; y un haz de publicaciones como la que estimula estas páginas, va dando cima a una cruzada de vindicación y de justicia. Por ellas, se estereotipa en luz el concepto de su vida; porque al lado del estudio que inquiere sus riquezas y evoca el rito legendario de sus nombres y ciudades, se distiende como una sinfonía de color el milagro de sus estampas; y junto al verso en que madura el idealismo, se ensalma el prestigio de sus mujeres como un canto plástico de belleza y como la mejor exaltación del contenido de su estirpe.
En síntesis de objetivación, bien pudiera decirse que la visión del Departamento de Nariño es un panorama espiritual de mil rutas abiertas. Todo en él desconcierta de esperanza; todo en él tiene la plenitud vibrante de las vendimias que comienzan.
Signados de ambiguos conceptos que apocaron su fisonomía, y virilizados ya de una savia nueva, los pueblos del sur han entrado en el camino de sus necesarias rectificaciones. Demasiado se han conjugado los defectos inherentes a todos nuestros pueblos, para que ahora sólo pensemos en la réplica de lo que representa su valor. Como lo quiere la República, abrimos el panorama de su destino creyente y de su potencialidad dinámica. Como lo queremos nosotros, abrimos las puertas de su esperanza, no con una mezquina ansiedad admirativa, sino con el pujante afán de las vinculaciones soberanas.
Sobre un suelo de imponderables riquezas, sueña el paisaje en un millonario esplendor; y un efervescente dinamismo racial, fruto de renovada inquietud, refrenda firmemente la confianza del futuro.
Tradiciones supremas crearon en el alma de esos pueblos zonas ceñidas de nobleza inconfundible y virtudes severas de trabajo prolífico.
La rutilante aspereza de sus cumbres dio a su conformación un contenido heroico. Para seguridad de sus fronteras, como ayer no más, su aliento batallador bien puede volver a cortejar la gloria en el albur de las bregas hazañosas.
Unido a la tierra por determinación geográfica y por entrañable sentido de vida, supo compenetrarse, en la virtud del surco, del esfuerzo que fecundiza y que germina.
En severidad de normas dignificó el concepto familiar; y sus hogares de recias virtudes, se ofrecen para la estabilidad social como un firme conglomerado de idealismo.
Ante las rutas fáciles, el hombre y la tierra reafirman sus posibilidades. A la laboriosidad se suma un necesario signo de rebeldía. Su juventud gesta un florecimiento de valores.
Sobre una cumbre de silencios, un día admiró la República el robledal gigante. Seguramente hay mucho que crear aún; pero la gran selva es un conjuro de voces; y el espíritu supremo que la alienta, proyecta sobre el porvenir una nueva trayectoria de grandeza.
(Tomado de la Revista “Vida”, noviembre de 1937).
3. LA TIERRA
Jorge Zalamea
Siguiendo hacia el sur aquel “camino de los pueblos” de que habla Reiss en su correspondencia, se topa el viajero con el río Mayo, que forma allí frontera entre los Departamentos del Cauca y Nariño; pero más que este accidente geográfico, nos advierte el paisaje, que hemos abandonado una comarca pobre, descuidada y estéril para entrar a pisar tierras de familia o de humanidad. Apenas transpuesta la culebrilla de azogue del Mayo, probable frontera también del imperio incásico, finisterre norteño de la gente ingana, el paisaje hosco de la meseta esteparia de Mercaderes, la soledad de los Andes Caucanos, la agresividad de sus malezas, se truecan en pródigos cultivos, en parcelas a medida de hombre, en verdeantes retazos de trepan la montaña, asentándose algunos en vallecillos o mesetas como para darse descanso, prendiéndose otros inverosímilmente de vertientes y laderas muy empinadas en cuya cima se menean blandamente las cañas de maíz, agitando sus hojas como las alas que procurasen mantener en equilibrio la mazorca henchida entre su fresco abrigo de verde pana.
En una longitud de más de trescientos kilómetros y siguiendo de norte a sur, el nudo de los pastos ofrece así al hombre la prodigalidad de su capa vegetal, la suave diversidad de su clima y el esplendor de su paisaje, adornado en las hondonadas y vegas con las hojas lustrosas del banano, con los festones laqueados del cafeto, con el verdor fresco del maní y las estrellitas agudas de la hoja de yuca. O con la gracia y la fuerza del cedro, la caoba, el balso, el guayacán y el nogal; con la aromosa hojarasca de guayabales y naranjos; con el primor geométrico de las piñas y los frescos abanicos de la iraca y la alta gracia de la guadua. Festonado en las alturas por el verde húmedo de la cebada, por el oro del trigo, por las florecillas lunarejas del haba, por el maíz zanquilargo y la patata achaparrada sobre los surcos perfectos de simetría.
Del Valle de Atriz, que se abre en el corazón del macizo andino y sirve de contorno a la ciudad de Pasto, dice quien lo ama: “El cronista sevillano lo conoció dadivoso de tórtolas ariscas y gemidoras; de pavas majestuosas y fértiles; de palomas modestas y activas; de perdices soñadoras y saratanas; de venados carnudos y ágiles; de conejos maliciosos y desmandados; de xíquimas henchidas de agua y de dulce; de espigas fornidas de grano y de maíz armonioso y blando”.
Del valle de San Bernardo que se topa yendo de Pasto a la provincia norteña de La Cruz del Mayo, se puede ponderar la bondad de sus forrajes. De la propia Cruz del Mayo, como de todas las regiones altas de Nariño, la producción inagotable de trigo y patata. De la imponderable sabana de Túquerres la bondad de sus hatos y la excelencia de sus granos, que ha dado ya buena fama en la república agraria a su cebada y a sus patatas tuquerreñas. De Mayasquer, finalmente, y que forma frontera con el Ecuador, la abundancia de maderas preciosas y de árboles medicinales y aromáticos que se bastaran a rendir tributo espléndido a la más exigente farmacopea.
Si se aparta el viajero de esta región de alta montaña, de mesetas frías y de valles de clima medio para explorar el occidente de Nariño, encuentra una zona de transición en la provincia de Barbacoas. Andando a saltos por gigantescos escalones de montaña, se precipita de la serranía a los hondones y valles típicamente tropicales, muy socorridos de agua de lluvias, así como de arroyos que pronto son riachuelos y finalmente ríos. Con la mayor humedad y calor cambia el paisaje, ganando en frondosidad y hosca magnificencia lo que pierde en orden, gracia y blandura. El acicalamiento humano de los cultivos, su verdor tierno y su disposición geométrica, se truecan aquí en furiosa lucha en la que más gana quien mejor se empina por sobre las redes vivas que van tejiendo yedras y musgos, lianas y raíces aéreas, bejucos, sarmientos y trepadoras. Cierto que entre tanta confusión y desafuero se divisan manchas de banano, de caucho y brea, de copal e higuerón. Verdad también que el primor de mariposas y aves descansa al ánimo del pavor que pudiera poner en él naturaleza tan apresurada y dura. Y no menos verdad es que el recordar cuánta arenilla de oro y cuánta veta de lo mismo corre por allí y es arrastrada, cura en parte los pesimismos que pudieran nacerle al viajero que va soportando la densidad y terquedad de las lluvias, el calor siempre creciente, el hambre mal acallada, la fragosidad del camino y esa desazón, pueril acaso, que le produce la ausencia de ganados y la muy pobre huella que la mano del hombre parece haber dejado por allí.
Y si continúa descendiendo el viajero, ya por las últimas estribaciones de los Andes, hacia el mar Pacífico, aún hallará tierras de muy diverso aspecto; planicies inmensurables, tupidas de bosques, cortadas por ríos de muchas aguas, o ganadas, en su linde extrema, por el océano que las penetra por la boca de los esteros. Reina por allí el manglar, cuyas raíces aéreas sirvieron acaso de modelo al hombre primitivo para levantar sus habitaciones lacustres, y en las regiones que no ganó el pantano, ni sumergió la ciénaga, ni trozó el caño, ni inundó el río, crecen la tagua, el cocotero, el caucho y el banano y no escasean el chachajo, el caimitillo, el guayacán ni otras muchas maderas lo bastante incorruptibles para soportar condiciones que al hombre atemorizan o destierran. Y aún habría que abonarle a esta región el gesto amable con que procura redimir su mala índole, ofreciendo en cualquier ensenada o escapándose a una isla, jardincillos de árboles frutales en que lozanean aguacates, nísperos, limones, mangos y naranjos.
……………
Por fin me encuentro en esta tierra de promisión en que cada individuo tiene una cosa propia, con esa tierra apedazada en que todos son libres porque todos tienen propiedad. Con esa tierra a la que es necesario trabajar y muy dulce querer, porque es la garantía inquebrantable de la propia independencia.
(Tomado de la Revista “Vida”. Noviembre de 1937).
4. LAS LECCIONES DE LA ÍNSULA: REFLEXIONES DESPUÉS DE LA PRIMERA PROTESTA CONTRA EL ALCALDE DE PASTO
El gobierno de Sancho fue breve pero bueno y pleno de sabiduría. Comenzó en la mesa de los Duques y se instaló con la llegada de Sancho sobre los lomos de Rucio. En los lomos del pueblo se subió el alcalde de cierta ínsula moderna, de cuyo nombre me duele acordarme, para llegar con la soberbia infundada que puede provocar un alud de tragedias.
Luego, el bueno de Zancas – que así le decían algunos – procedió a impartir justicia verdadera según leemos en los capítulos XLV y siguientes de la segunda parte del insuperable Quijote. Demostró tener razón y corazón,… y mucho respeto por la gente, sus semejantes, sus gobernados. Atendió en juicio salomónico, con inteligencia y equidad, al sastre y al agricultor, a los dos viejos, a la moza y al ganadero rico. No demostró preferencias ni prolongó soluciones ni pagó asesores caros con el erario ajeno. Le bastó su criterio, su sentido práctico, porque era un hombre bueno y bien intencionado. Respondió como debe responder un gobernante, pues llegaron hasta él con la esperanza de hallar soluciones. Llevaban su carga de indignación pues el que está indignado aún al borde del abismo conserva una legítima esperanza que nadie puede frustrar, que es un crimen burlar, que es gravísimo dilatar. En la ínsula nuestra, ayer con sus quejas, con los gritos que partieron de lo más hondo de los corazones para apostrofar a los vientos, para clamar a los cielos, para pedir justicia como la pidió la sangre de Abel el justo – que la sangre derramada no sólo lo es por las armas, también por la indolencia, por el hambre provocada, por el miedo inducido, por la amenaza velada – me recordó esas estrofas del folclor latinoamericano:
Ayer amaneció el pueblo / desnudo y sin qué ponerse, / hambriento y sin qué comer.
La mayoría de los manifestantes, procedía de las clases populares. Estaban las madres cabeza de familia con sus pechos exhaustos; los hombres viejos y jóvenes sin oportunidad ni trabajo porque pueden ser reemplazados fácilmente por los señoritos que cobran seis millones de pesos por contrato; por los niños que no tenían dónde o con quién quedarse; pero no faltaron hombres y mujeres de la clase media con la frustración que los ha convertido en indignados. Al ver esos cuadros, me da miedo proseguir con la canción:
Y el día de hoy amanece / justamente,
Aborrascado y sangriento / justamente.
En su mano los fusiles / leones quieren volverse,
para acabar con las fieras / que lo han sido tantas veces.
Y por eso, porque el pueblo está justamente indignado, coreaba consignas con la voz enronquecida de dolor pero con un tono de esperanza, con una mezcla de bronca, de disgusto y de la euforia derivada del poder desahogarse, así sea con gritos… por ahora.
A medio día la manifestación se acabó. Cómo iba a continuar si los manifestantes tenían que seguir en el rebusque. Si tenían que volver a sus hogares a la espera de que les hubiesen fiado en la tienda de la esquina. Con la urgencia de levantarse unos pesos, un préstamo, una promesa. Promesa ya no de los electoreros que se agazapan a la espera de las próximas elecciones, sino promesa vital que no sabemos de dónde puede proceder, pero que me hace continuar con la canción:
Y es muy oscura la noche / Y es muy negra la traición
Y hay un coraje negro de tristeza / Y hay un coraje negro de dolor
Como lo esperábamos, la protesta fue ordenada, pacífica. Pero recordemos que Pacífico también se llama el océano en cuyo seno suelen agitarse fuerzas incontrolables que no queremos ver aparecer. Y que con demasiada frecuencia lo convierte en un Pacífico en llamas…
Volvamos al escudero de don Alonso Quijano: Sancho gobernó poco pero bien. Aquí en nuestra ínsula, algunos pretenden gobernar mucho pero mal. Se equivocan si tal cosa piensan. El pueblo está que se rebota. Hay un coraje negro de tristeza, hay un coraje negro de dolor. Y si la protesta por el predial sólo fue una muestra, antes de que pase a mayores, antes de que el pacífico se convierta en llamas, tienen que intervenir los que detentan el poder. Para proponer soluciones de fondo, integrales y a todos los niveles. La responsabilidad de cuanto pase, para bien o para mal, será de los gobernantes, de los congresistas, de los concejales, de los diputados, de los dirigentes, de las iglesias, de los medios de comunicación, de todos. Ninguno de nosotros puede hacerse el indiferente porque aquí todos pecamos, por acción o por omisión. Y es muy posible que aún nos quede tiempo para frenar ese coraje negro de dolor.
Pasto, marzo 28 de 2012.
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Julio 26 de 2012.