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La ley en Colombia

Por Jaime Enríquez Sansón   

El joven procedía de provincia y reclamaba la ayuda que desde hacía dos años le debían en Acción Social. Víctima de alguno de esos sucios atentados en los que caen los inocentes, el sistema le escamoteaba unos centavos seguramente argumentando requisitos, papeles, trámites. Consiguió por fin un tarro, un poco de agua y la puso a calentar,

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Por Jaime Enríquez Sansón   

El joven procedía de provincia y reclamaba la ayuda que desde hacía dos años le debían en Acción Social. Víctima de alguno de esos sucios atentados en los que caen los inocentes, el sistema le escamoteaba unos centavos seguramente argumentando requisitos, papeles, trámites. Consiguió por fin un tarro, un poco de agua y la puso a calentar,

allá, en cualquier sitio al respaldo de un centro comercial caleño. Para mejorar el sabor se entró a ese centro y se robó, si, se robó un cubo de gallina. Claro, como era pobre, mal presentado, desharrapado, doblemente víctima del atentado y de la indiferencia estatal, lo sorprendieron y lo entregaron a la autoridad competente como dicen los periodistas. La autoridad competente haciendo gala de eficacia, eficiencia y competencia lo puso a buen recaudo y cuando escribo esta nota se sabe que será juzgado por un juez competente, eficiente y eficaz que le puede señalar una condena entre dos y seis meses de cárcel. Dura lex, sed lex dirán los latinistas: la ley es dura pero es la ley.

El hecho fue registrado a las 4 y 39 de la mañana de este jueves 14 de junio en la cadena Caracol. No tuvo mayor despliegue porque se trata de un joven pobre, misérrimo, de provincia. No estudia ni estudiará en Los Andes ni tendrá abogado brillante sino un modesto abogado de oficio, de esos que posiblemente buscan cumplir un requisito para colgar en su cuarto el diploma que les permita repetir: dura lex, sed lex como repiten miles y miles de rábulas colombianos.

Estamos en Colombia que un día fue el país del Sagrado Corazón y que ahora es el país de las confesiones evangélicas a donde han llegado defraudados porque a semejanza de Crisanto Cardenal Luque que entró del brazo de la esposa del dictador a la posesión de quien hace 58 años prometió “no más depredación”, los obispos, cardenales y sacerdotes castrenses bendicen las armas con las que el pueblo uniformado matará al pueblo que lleva prendas de uso privativo del ejército. Dura lex, sed lex repetirán los tinterillos en los contornos de la Casa de Nariño.

Estamos en Colombia y por hurtar, qué digo por robarse un cubo de caldo de gallina, un joven será triple víctima del sistema: primero lo fue del atentado, luego de la incuria de Acción Social, ahora del poderoso dueño del supermercado que reclama por su cubo de caldo de gallina: dura lex sed lex exclamarán los Magistrados que concilian la reforma a la justicia con los inefables congresistas de la coalición de gobierno, quienes a su vez repetirán no sé si con sorna o con cinismo: dura lex, sed lex, la ley es dura pero es la ley.

Con la aplicación de esta justicia que no es sino para los sin ruana, para los salados, para los provincianos anónimos o para los desalojados de la suerte en la capital, quedarán tranquilos todos los amantes de la libertad y el orden que se exhibe con orgullo en el pico del ya extinguido cóndor. Con el vigor de la justicia que se apoya en la ley, podrán dormir tranquilos los togados de todas partes y los dueños de todas las cadenas comerciales y de todos los supermercados. Que, entre otras cosas, no son muchos. Porque forman parte del grupo selecto de los inteligentes. De lo contrario podría cumplirse la sentencia lapidaria de Ardila Lule: No hay que juntarse ni con pobres ni con tontos pues eso se pega.

La historia fue narrada, repito, cuando apenas apuntaba el día. Y no va a tener despliegue en la pequeña Gran prensa pues el sujeto en cuestión no va a universidad privada alguna, ni tendrá el beneficio de casa por cárcel pues se trata de una amenaza para los centros comerciales y la moral colombiana no soporta raterillos sino hampones con traje de marca. No se conocerá el apellido del humilde joven que podrá ser recluido en alguna cárcel de las nuestras donde el hacinamiento lo primero que hace es que el nuevo preso sea presa de los presos, como ocurre en la Modelo de Barranquilla, con capacidad para 400 reclusos pero con 1500 internos, muchos de ellos armados para defenderse y la mayoría integrantes de la gleba, de la masa anónima que no tiene abogados brillantes que los defiendan, ni el dinero de los que se robaron el Seguro Social o tumbaron a Probolsa o estafaron con Agroingreso Seguro o le birlaron los recursos a la Dirección Nacional de Estupefacientes o se beneficiaron con la administración de los bienes de la misma o pueden obtener porcentajes millonarios cada mes porque hicieron nombrar Notarios en cualquier lugar del territorio colombiano.

Pero como estamos en Colombia, aquí la costumbre desmiente el latinajo. Dura lex, sed lex no se cumple en Colombia. Aquí se hace apología del delito como con la serie sobre la vida de Pablo Escobar. Aquí se le hace conejo a la ley como con las decisiones del Congreso donde las mayorías oficialistas legislan de espaldas a la razón, a la justicia, a la voluntad del pueblo, al clamor de las masas anónimas en quienes sólo se piensa durante la campaña electoral. Aquí se dilatan los procesos y se hacen maromas con el código para beneficiar a los grandes bandidos pero se agilizan los trámites para los pequeños ladrones de los supermercados que tratan de sobrevivir con una tarro de agua tibia en tanto los funcionarios que administran recursos oficiales aplican la dura ley para no repartir los fondos destinados a los pobres.

Si el juez de Cali que conocerá el caso del cubo de caldo de gallina tiene dos dedos de frente o un centímetro cuadrado de corazón, absolverá al acusado. Y no sé si de oficio pondrá en el banquillo a los responsables de Acción Social que se han demorado en cumplir con su deber y por eso tienen a un pobre hombre en el límite mismo del delito, al borde de la tragedia y en el filo de la desesperación.

Para que se haga justicia… para que se ampare al débil. Para que no se diga que en Colombia la ley no es dura sino infame.

Altos de la Colina, Pasto, 14 de junio de 2012.

jrenriquezs@yahoo.com

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