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“La movilidad y Transcaribe”

Por José Arlex Arias Arias  

Es una cuestión táctica: quienes influyen en las decisiones que afectarán el desarrollo del país utilizan los anhelos de la población para estructurar negocios que en el fondo los beneficie a ellos. Y al hablar de ellos me refiero a, desde el sistema financiero comandado por la banca multilateral,

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Por José Arlex Arias Arias  

Es una cuestión táctica: quienes influyen en las decisiones que afectarán el desarrollo del país utilizan los anhelos de la población para estructurar negocios que en el fondo los beneficie a ellos. Y al hablar de ellos me refiero a, desde el sistema financiero comandado por la banca multilateral,

pasando por los “cacaos”, hasta el contratista que se queda con algún mendrugo. Así ha sucedido en toda nuestra historia.

Uno de los problemas que afecta al ciudadano es la dificultad para movilizarse. Se encuentra atascado por tierra, aire y mar. La congestión vehicular en calles, avenidas, autopistas, carreteras principales y troncales es un verdadero martirio; el pan nuestro de cada día. Sucede lo mismo a quien toma la vía aérea: un vuelo de una hora se convierte en tres, porque permanece más tiempo parqueado en tierra a la espera que se descongestionen las pistas o encuentren una isla de desembarque. Y por mar: se atraca en la bahía, mientras hay un espacio para anclar; cuando no es que “el buque es de mucho calado y puede encallar”, dice el capitán del puerto. La movilidad va de la mano con la política de recuperación del espacio público, más delineada para desplazar vendedores ambulantes y entregar los mismos espacios a los beneficiarios del gobierno de turno, en medio de la discriminación y arbitrariedad más odiosas.

En 2002, el Banco Mundial ordena al gobierno presupuestar los Sistemas Integrados de Transporte Masivo –SITM– en ciudades o zonas metropolitanas con 500.000 habitantes; fueron seleccionadas: Barranquilla-Soledad (Transmetro), Cartagena (Transcaribe), Bucaramanga (Metrolínea), Ibagué, Cúcuta (Metrobús), Valle de Aburrá-Medellín (Metroplús), Pereira (Megabús), Soacha (TransMilenio) y Cali (MIO). Son billonarios los recursos –vía endeudamiento– que se han invertido; veamos ejemplos: Transmilenio, proyectado en $540.871 millones, van gastados $U1.014 millones; Transmetro: de $360.000 millones, costó $750.000 millones; Megabus: $170.000 millones; Mio: de U$345 millones, a U$440 millones; y Metrolínea: $494.985 millones.

La estructuración de Transcaribe fue en 2003 e inició en 2006. Se necesitaban $274.524 millones, quedó en $413.651 millones, y en ejecución de obras, interventorías, compra de predios y costos financieros, hoy llega a $393.919 millones. Como en todos los SITM, el gobierno construye la infraestructura y le entrega el recaudo y la operación a firmas privadas para su explotación y goce. ¡Es un negocio redondo montado con el cuento del bienestar de la población! El ex-candidato a la alcaldía de Bogotá, Aurelio Suárez, en estudio sobre Megabús, concluyó: “Se alteró, hacia la desigualdad la estructura de propiedad del transporte. La tarifa equivale al 12% del ingreso por habitante. En Londres, una de las más caras, equivale al 10%. No se ha resuelto la accidentalidad ni la ecuación ambiental… No parece tener mayores posibilidades de expansión; tiene reducciones crecientes de pasajeros; no aumenta la inversión privada; no ha logrado objetivos culturales, ni cierre financiero… La única posibilidad de avance es marginal, aumentando los recorridos y rutas alimentadoras, pero disminuyendo tiempos de viaje y velocidad, sosteniendo el sistema con subsidios del erario a los privados”. Pareciera que estuviera hablando sobre Cartagena. Lo mismo pasará con Transcaribe, con un agravante: Pereira tiene múltiples arterias y en Cartagena quedó privatizada la única que tenemos: La avenida Pedro de Heredia. ¡Solo falta que el anhelo de movilidad se convierta en un trancón permanente!

Cartagena, 18 de noviembre de 2013.

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