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Las revoluciones no tienen reversa

Por Juan Manuel López Caballero  

Los entierros de Hugo Chávez y de Margareth Tatcher nos hacen pensar en hasta dónde una ‘revolución’ –entendida como un cambio en la estructura y en los valores de una sociedad- se proyecta como un proceso de largo alcance.

Revolución de derecha fue la de la Tatcher.

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Por Juan Manuel López Caballero  

Los entierros de Hugo Chávez y de Margareth Tatcher nos hacen pensar en hasta dónde una ‘revolución’ –entendida como un cambio en la estructura y en los valores de una sociedad- se proyecta como un proceso de largo alcance.

Revolución de derecha fue la de la Tatcher. Lo fue internamente –acabó con los sindicatos y la ‘sociedad más socialista’ de los estados capitalistas-. Pero puede que, en paralelo a los reagonomics y aunque fue Reagan quien les dio el nombre, haya sido ella quien, por su convicción, su vehemencia y por lo más largo de sus permanencia en el escenario mundial, más incidencia tuvo en imponer un cambio en el mundo: se puede decir que sin ella la doctrina neoliberal no se habría universalizado.

Su deceso ocurrió en un momento en que ese neoliberalismo ya más que cuestionado (siempre lo fue a nivel académico y político) ha mostrado un resultado consolidado que puede ser todo menos satisfactorio. Por eso las manifestaciones de los ingleses en su entierro –así como la participación de representantes extranjeros- estuvieron muy lejos de corresponder a la importancia que pudo tener en la historia universal.

El sepelio de Chavez por el contrario sorprendió por la dimensión que tuvo. Asistieron más mandatarios, llenó más los medios de comunicación -las manifestaciones internas daban la impresión de la pérdida de un santo y un héroe-, y hasta opacó la renuncia y elección del nuevo Papa.

Mucho se trató de mostrarlo como un dictadorzuelo, de darle la categoría de un mandamás como los de las ‘repúblicas bananeras’ pero la realidad es que su gestión cambió el panorama del continente latinoamericano. A Cuba no le regaló petróleo sino le compró asesoría revolucionaria. El fuerte de la revolución castrista ha sido su preparación en Capital Humano (único país de América –incluyendo los Estados Unidos- con cero analfabetismo). Las misiones no solo llevaban una ideología y un modelo, sino también un servicio, un aporte en salud y educación que configuran lo más significativo de una revolución social.

Pero lo que ambos casos invitan a pensar es hasta dónde es iluso pensar que se puede volver a épocas o modelos anteriores; y al mismo tiempo hasta dónde esas ‘revoluciones’ son procesos transitorios o apenas aperturas a evoluciones que traen cambios que tampoco son definitivos.

A comenzar por las más importantes como la Revolución Francesa o la Revolución Rusa lo que ha seguidos esos procesos son momentos de gran turbulencia que con el tiempo se asientan en situaciones diferentes a lo que sus iniciadores buscaron.

Conocida es la interpretación de nuestra historia que no atribuye a nuestros héroes un propósito de independencia ni de revolución contra la monarquía o el régimen español (‘arriba el Rey, abajo el mal Gobierno’) sino de respaldo contra la usurpación Bonapartista, o motivado por la ambición de los mismos criollos –españoles nacidos aquí- que ambicionaban los cargos y el poder que se asignaba en forma exclusiva a los nacidos en la península.

La Revolución China de Mao –que acabó con toda su tradición e historia- terminó en la paradigmática frase de Deng Tsiao Ping según la cual lo importante no es que los gatos sean de un color u otro sino que cacen ratones.

Después de la Revolución Bolchevique y de la creación de la Unión Soviética y de la Cortina de Hierro, ese ‘segundo mundo’ (clasificación que nos relegó a nosotros a ‘tercer mundo’) se reinserta con modalidades distintas en la vieja Europa entrando o aspirando entrar a  la nueva Unión Europea.

Ex presidentes o ‘analistas’, cometen un gran error quienes toman la posición de que Colombia no debe aceptar la realidad creada por Chávez en Venezuela. Más ilógico que inmiscuirse en controversias de otros países, es no entender que allá sí se dio una revolución y pretender que nosotros debemos oponernos a ella o a sus resultados. Bastante tenemos con aspirar a movernos adecuadamente dentro del nuevo panorama externo que creó. No solo en cuanto a lo que a nosotros directamente afecta (relaciones comerciales, con la insurgencia y Proceso de Paz), sino en relación a la orientación o reorientación de los países donde su influencia repercutió en cambios sustanciales. El reto hoy es asumir que Chávez y su revolución se consolidaron pero que ahora lo que viene es la etapa de decantación de su influencia bajo las nuevas condiciones que se van presentando.

7 de mayo de 2013.

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