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“Locomotora minera de Santos refleja la vieja idea de desarrollo del siglo XIX”

Eduardo Gudynas, intelectual uruguayo, cree que países como Colombia deberían apropiarse de sus recursos naturales, recuperar del “patio trasero” a la Amazonia y dejar de creer que tienen una riqueza ecológica infinita y que el progreso viene del hemisferio norte.

El director del prestigioso Centro Latinoamericano de Ecología Social y miembro del Panel Intergubernamental de Cambio Climático estuvo por estos días en el país para hablar sobre conservación ambiental, los Objetivos de Desarrollo Sostenible y extractivismo.

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Eduardo Gudynas, intelectual uruguayo, cree que países como Colombia deberían apropiarse de sus recursos naturales, recuperar del “patio trasero” a la Amazonia y dejar de creer que tienen una riqueza ecológica infinita y que el progreso viene del hemisferio norte.

El director del prestigioso Centro Latinoamericano de Ecología Social y miembro del Panel Intergubernamental de Cambio Climático estuvo por estos días en el país para hablar sobre conservación ambiental, los Objetivos de Desarrollo Sostenible y extractivismo.

¿Cuál debe ser el papel de la minería en Colombia?

Hay que partir de pensar cuáles recursos necesita el país. Después, utilizar los que realmente necesita y hacer una economía más autosuficiente, manufacturando los propios bienes industriales y dejando de sostener el hiperconsumo de los países industrializados. Sería una minería para los colombianos y para la región andina.

¿Qué hacer frente a los grandes proyectos mineros que ya están instalados?

Como cuando llega un paciente a una sala de emergencias, hay que aplicar unas medidas urgentes: hacer emprendimientos locales que tengan buena gestión ambiental, controlen la contaminación, den un pago justo a las comunidades y no generen dependencias económicas.

Algunos expertos creen que es más rentable dejar los recursos mineros en el suelo. ¿Cuál es su posición?

Depende del recurso. Por ejemplo, en Bolivia, Perú y Ecuador las reservas de petróleo son muy reducidas y es inminente que ese petróleo se va acabar, por lo tanto, es mejor dejar el recurso en la tierra. Lo mismo sucede si se siguen abriendo pozos en la Amazonia, que generan más impactos sociales, ambientales y económicos que posibles ganancias por exportaciones. Pero para los pozos que ya están operando, lo más inteligente para nuestra región sería dejar de exportarlos y pasar a utilizarlos en las necesidades nacionales; eso permitiría conservarlos por mucho más tiempo y tendríamos oportunidad para construir alternativas energéticas diferentes al petróleo.

¿Cómo ve a Colombia en la región?

Es un país que está en los titulares por la problemática de los nuevos proyectos extractivistas. Hay mucha tensión sobre cómo se van a respetar los derechos de los pueblos indígenas y cómo va a responder el sistema político, ya que vemos que tienen muchas dificultades para lidiar con los nuevos desafíos en medio ambiente y desarrollo. También están en la mira por su propuesta en Río+20 de incluir en el sistema de Naciones Unidas los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Habrá que ver cómo alimenta Santos esta propuesta.

¿Qué problema le ve a Colombia en materia ambiental?

Que no se está preparando para la inminente situación de escasez o altísimo precio del petróleo en un futuro próximo.

El Plan de Desarrollo de Colombia plantea cinco locomotoras: vivienda, infraestructura, minería, agricultura e innovación. ¿Qué tiene para decir sobre este modelo?

A mí lo que más me impacta es que se haya usado la imagen de las locomotoras. Éstas reflejan perfectamente las viejas ideas de desarrollo del siglo XIX. Están asociadas a la idea de los puertos que sacaban materias primas de países como Colombia, Ecuador y Perú, y a la máquina que penetra en la selva llevando el progreso. Estos conceptos promueven los mitos de que tenemos una riqueza ecológica infinita, de que tenemos que copiar lo que sucede en el hemisferio norte y de que es más importante lo que viene de más allá del océano que lo que sucede en nuestros países vecinos.

En Colombia, extensas áreas del campo están siendo utilizadas para la siembra de monocultivos, como la palma africana. ¿Cuáles son las consecuencias de eso?

Hay cambios territoriales a gran escala, cambios ecológicos, pérdida de biodiversidad, pérdida de diversidad en prácticas agrícolas. A la larga genera mayor dependencia alimentaria de otros países y reduce la capacidad del Estado nacional para gestionar su propio territorio.

La región amazónica colombiana tiene varias presiones: ganadería, carreteras, conflicto armado, agricultura, deforestación. ¿Cuáles son los retos para el Gobierno al respecto?

El primero es que la Amazonia tiene que dejar de ser el patio trasero del país y no puede seguir siendo un apéndice de baja prioridad en las discusiones. Es urgente pensar cómo reconectarla con el país. También hay que propiciar una estrategia de coordinación en ambiente y desarrollo con los indígenas.

La región tiene una fuerte presión por la construcción de hidroeléctricas. ¿Habrá que pensar en nuevas alternativas energéticas?

Hay proyectos de unas 200 represas para hidroelectricidad en seis países que comparten selva amazónica, incluido Colombia. Estamos en el umbral de que si tantos proyectos se concretan, en la cuenca amazónica no va a haber un solo río mayor que no esté amputado por una hidroeléctrica. Yo no sé si la gente toma conciencia de esto, pero los ríos allí podrían desaparecer.

¿Cómo hay que pensar el desarrollo en Colombia, teniendo en cuenta que existe la amenaza de los grupos armados en las regiones?

Bajo contextos de violencia es muy difícil discutir estrategias de desarrollo, sobre todo cuando el conflicto afecta a los más pobres, como sucede en Colombia. Les da muchas excusas a quienes quieren hacer el desarrollo del siglo XIX y distrae recursos utilizados en resolver los conflictos que podrían ser utilizados en fortalecer la agricultura y en promover fuentes de energía más limpias. Un proceso de paz parece esencial para cambiar las estrategias de desarrollo y buscar nuevas alternativas.

El Espectador, Bogotá.

 

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