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Mezcla malsana de medios de comunicación y poder económico atenta contra la democracia: Clara López en homenaje a López Michelsen

En la Colombia de esta segunda década del siglo XXI el pensamiento político del presidente Alfonso López Michelsen (1913-2007) tiene plena vigencia en cuanto a temas como la relación gobierno-oposición; la persistencia de una estructura económica inequitativa en el país y el monopolio de los medios de comunicación que impide el pluralismo político base de toda democracia.

Por ello, la presidenta del Polo Democrático Alternativo, Clara López Obregón intervino en el acto académico realizado en la Universidad del Rosario el pasado 13

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En la Colombia de esta segunda década del siglo XXI el pensamiento político del presidente Alfonso López Michelsen (1913-2007) tiene plena vigencia en cuanto a temas como la relación gobierno-oposición; la persistencia de una estructura económica inequitativa en el país y el monopolio de los medios de comunicación que impide el pluralismo político base de toda democracia.

Por ello, la presidenta del Polo Democrático Alternativo, Clara López Obregón intervino en el acto académico realizado en la Universidad del Rosario el pasado 13

de noviembre para rendirle un homenaje al pensamiento del estadista liberal al cumplirse el primer centenario de su natalicio, con una ponencia que intituló “López: el opositor”.

En su intervención la candidata presidencial del Polo destacó los análisis y advertencias que López Michelsen hizo al país sobre los riesgos y consecuencias de la alternación bipartidista en el poder con el experimento que se conoció con la denominación de Frente Nacional que se prolongó por 16 años (de 1958 a 1974), el cual terminó cerrando los espacios políticos alternativos e impidiendo el pluralismo, esquema además que sigue imperando en la propiedad y manejo de los medios de comunicación que en Colombia constituyen un oligopolio.

López Obregón participó del evento académico que coordinó el director de la revista Semana, Alejandro Santos conjuntamente con los exministros Fernando Cepeda Ulloa y Juan Carlos Esguerra. Asistieron como invitados especiales los hijos del expresidente López Michelsen, Alfonso, Juan Manuel y Felipe López Caballero; el expresidente Ernesto Samper; y el ministro de Justicia, Alfonso Gómez Méndez. El acto estuvo presidido por el rector de la Universidad del Rosario, Hans Peter Knudsen.

En Colombia continúa la estigmatización de los sectores de oposición

Al rememorar el protagonismo que como opositor al Frente Nacional cumplió López Michelsen, la candidata presidencial del Polo Democrático sostuvo que casi nada ha cambiado en Colombia desde entonces a hoy en materia de garantías a los sectores de oposición.

Dijo que como hace medio siglo en este país “es prácticamente imposible para el partido de oposición hacer conocer sus puntos de vista de manera autónoma e independiente. No en vano, el acceso a los medios de comunicación sigue siendo uno de los puntos clave en las exigencias de la oposición constitucional y aparece como punto central en las negociaciones de paz en La Habana”.

“Esa mezcla malsana de medios de comunicación y poder económico –agregó López Obregón- se ha continuado desarrollando a tal punto que en la actualidad los principales grupos económicos y financieros son los dueños directos de los principales medios masivos tanto escritos como de la radio y televisión, con concesiones del espectro electromagnético del Estado. No es suspicacia. Si comparamos con Chile, por ejemplo, los nueve candidatos han tenido igualdad de condiciones de acceso a los medios de comunicación”.

La exclusión en los medios llega hasta tal punto en este país, señaló la dirigente política que “la principal programadora privada decide a cuales candidatos invita a los debates, según su “interés noticioso”, como reza la comunicación con que se respondió la queja de la omisión del candidato del partido de oposición en el principal debate, previo a las elecciones atípicas de alcalde de Cartagena, para mencionar sólo un caso”.

Si bien con la caída del Bloque Socialista y la colaboración de Cuba como anfitrión de las negociaciones de paz con la FARC, ya no tiene credibilidad la infiltración comunista extranjera, López Obregón dijo que persiste la estigmatización a toda voz discordante. “Ahora –agregó- se señala la infiltración del Polo Democrático, único partido de oposición, de los guerrilleros y hasta de los estudiantes cuando acompañan a sus mayores en las manifestaciones. Además de la continuada marcartización que señalara López Michelsen, muestra lo poco que ha cambiado el ambiente de estigmatización de la oposición, que desde luego, se ejerce no solamente depositando el voto sino apoyando las luchas sociales que exigen el cambio”.

Igualmente y como a mediados del siglo XX lo denunció López Michelsen también persiste en Colombia “una estructura económica y social desigual que concentra el poder en unas minorías que identifican al Estado con sus propios intereses”

Del Frente Nacional contra el cual López Michelsen abrió baterías por al considerar ese pacto bipartidista como “partido de la burguesía, calculador y frío, que tiene a su servicio el antiguo país político, la gran prensa, la Iglesia y el capitalismo nacional y extranjero” bajo cuya “tenaza” serían proscritos, no solo los comunistas y los socialistas sino los liberales y los conservadores disidentes de los oficialismos bipartidistas, aun quedan secuelas, dijo López Obregón.

En efecto, señaló, de ese pacto entre liberales y conservadores “quedó abierto el camino para los gobiernos hegemónicos que se convirtieron en una cultura nacional que todavía sobrevive, aún después de expedida una nueva Constitución para ensayar establecer, entre otros el binomio democrático de Gobierno-Oposición y los derechos sociales y económicos de las clases excluidas a título de derechos universales”.

El hecho contundente de esa herencia precisó la dirigente del Polo es que “después de más de 30 reformas constitucionales a las que el acuerdo Constituyente de 1991 ha sido sometido, se aprecia una reducida distancia entre la distribución milimétrica del botín presupuestal y de puestos del Frente Nacional que López denunciara y la novedosa denominación de “mermelada” con que describen sin pudor republicano la repartición de canonjías entre los integrantes de la coalición gobernante de la Unidad Nacional con las que el presidente Santos mantiene aceitadas a las mayorías parlamentarias de los partidos coaligados ya sin fronteras entre sí,  que votan en el Congreso todo lo que les plantea el Ejecutivo. La deliberación pública en la que la voz de la oposición debe jugar el papel de crítica, control y alternativa considera un mal necesario en los debates congresionales. Tan se confunde en la actualidad la mayoría parlamentaria oficialista con el Congreso mismo que el periódico El Tiempo trocó en titular de primera plana un acuerdo entre la Mesa de Unidad Nacional y el Gobierno para sacar avante la fallida reforma de la Justicia con un entendimiento entre el Congreso en pleno y el Ejecutivo. Pienso que López estaría de acuerdo de que tan dañino para el principio democrático perseguir a la oposición como ignorarla y avasallar su crítica con el silencio”.

“Como trasfondo de esa democracia restringida impermeable a las instituciones de la Constitución de 1991 que se ha demostrado incapaz siquiera de expedir el Estatuto de la Oposición que ordena el artículo 112, Colombia todavía padece el conflicto armado que se gestó a la par con el Frente Nacional y bajo los dogmas que instauró”.

PONENCIA DE CLARA LÓPEZ

El texto de la intervención de la presidenta del Polo Democrático Alternativo es el siguiente:

VIGENCIA DEL PENSAMIENTO POLÍTICO DE ALFONSO LÓPEZ MICHELSEN

LÓPEZ: EL OPOSITOR

Desde sus primeros escritos a comienzos de los años 40, Alfonso López Michelsen se caracterizó por una pluma crítica que le granjeó incomprensiones y no pocos detractores. Setenta años después muchas de sus apreciaciones siguen teniendo una vigencia extraña debido a dos factores interrelacionados: (i) su capacidad para tomarle el pulso a las profundas corrientes sociales y atisbar con premonición los eventos futuros y (ii) la persistencia en Colombia de una estructura económica y social desigual que concentra el poder en unas minorías que identifican al Estado con sus propios intereses. Él mismo trae a colación, por ejemplo, cómo desde 1943 en su artículo “Ocaso de la Constitución” llegó a contemplar la ocurrencia de hechos divisorios como los del 9 de abril sobre los cuales todavía gravitan las causas del conflicto armado colombiano (López 1955, p. 20-21).

De sus agudos análisis he seleccionado la vertiente del López opositor, para resaltar la vigencia de  las ideas y de los principios liberales que profesaba con entereza y que en la actualidad todavía no se han consolidado en su ejercicio efectivo, a pesar de que en ellos se debe y se puede fincar la paz social en sociedades pluralistas convulsionadas como la colombiana, con sus divisiones de clases, enfrentamientos de intereses y diversidad de credos, ideologías y razas. López Michelsen no se cansaba de repetir que el liberalismo, entendido como filosofía y no como bandera partidista, “no fue fruto de la civilización sino que, por el contrario, la civilización fue hija de estos principios abstractos de tolerancia y respeto con la oposición” (López 1963, p. 240).  Se refería a la genialidad de Enrique IV que se convirtió al catolicismo para poder gobernar a Francia y que con la expedición del Edicto de Nantes que concedió la libertad de conciencia a Hugonotes y Católicos, por igual, dio por terminada la lucha religiosa fratricida que diezmaba al pueblo francés, en la cual la Corona había terciado a favor de uno de los bandos. Esta prédica de tolerancia y respeto por las ideas de los demás, antecedió a la primera Violencia, con V mayúscula, como se conoce la guerra civil no declarada entre los dos partidos históricos y no cejó en ella hasta el fin de sus días.

Inicia su carrera política activa en los albores del Frente Nacional del cual fuera inspirador su padre, Alfonso López Pumarejo (Tirado 1977), con dos ideas centrales, complementarias entre sí: “la necesidad de restablecer sobre nuevas bases el binomio Gobierno-Oposición como base del Estado” (López 1963, p.197) y la de afrontar el fenómeno de la violencia atendiendo a sus orígenes como “protesta contra el desajuste económico y social imperantes” que obliga a una reconsideración de los fundamentos de la organización económica colombiana (p. 191). López Michelsen se debatirá en ese ciclo inicial como contradictor del círculo cerrado o “club del Frente Nacional” (p. 226) y como dirigente del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) con su programa SETT, de salud, educación, techo y tierra para el pueblo colombiano (p. 270).

Binomio Gobierno Oposición

Como integrante de la Comisión Paritaria de Reajuste Institucional que elaboró el Plebiscito de 1957, López votó la reforma que establecía la repartición paritaria entre los dos partidos tradicionales de la totalidad de los cargos de las tres ramas del poder público, incluidos los de elección popular. El Frente Nacional se presentaba por todos los partidos y sectores de opinión como la única tabla de salvación para dar por terminada la confrontación liberal conservadora que había cobrado más de 300.000 muertos entre 1948 y 1958 (Borda, Guzmán y Luna 1962), como secuela del desbordamiento social ocurrido con ocasión del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y la imposición del Estado de sitio que desde entonces decretó el gobierno y que consolidó la dictadura, con la prohibición de las reuniones públicas, la censura de la prensa hablada y escrita, la  proscripción de todo derecho de opinión y la utilización de la fuerza pública en contra de la población, principalmente liberal.

Durante el periodo proyectado de rehabilitación democrática López aceptó la paridad por considerar que representaba una conquista para la oposición ya que con esa figura se sentarían las bases para “rescatar para los inconformes el derecho a disentir de las orientaciones oficiales, sin verse atropellados en sus personas, honra y bienes, y, tratándose de los partidos políticos, sin que la pérdida del control del gobierno acarreara el despido en masa de los vencidos” (p. 197). A lo largo de sus escritos sobre la materia resalta una y otra vez la necesidad de crear un estatuto de constitucionalidad y legalidad para la oposición con el objeto de que esta se reincorpore a la vida pública “dispensándola de la necesidad de recurrir a los golpes de estado o a la insurrección multitudinaria como únicos medios eficaces para propiciar el cambio de los hombres y de los sistemas” (p. 189). Aceptaba la opinión general en el sentido de que la convalecencia de la democracia exigía medidas excepcionales pero estas las equiparaba como necesaria terapéutica para afianzar la oposición.

Con todo, el propio López Michelsen señala en sus escritos una de las más graves contradicciones comprendida en esta justificación de recorte de la democracia: la exclusión de los socialistas y de los comunistas y de cualquier nuevo partido que llegara a conformarse con la explicación que no convence del todo de que la prohibición de terceros partidos “no respondía a nada distinto que a una necesidad aritmética que nada tiene que ver con el anhelo de establecer un monopolio del poder público,” (202).  Sin embargo, pronto llegó el desengaño. Cuando tomaba posesión de la Presidencia de la República el primer presidente del Frente Nacional, Alberto Lleras Camargo, en 1958, ya se tenía proyectada una reforma constitucional que establecería la alternación del cargo de primer mandatario entre el partido conservador y el liberal por tres periodos más, hasta 1974 y se preparaba la nueva doctrina de seguridad nacional para acallar el descontento social y político.
En una carta enviada desde México en 1958, López Michelsen abre baterías contra la metamorfosis del Frente Nacional en “partido de la burguesía, calculador y frío, que tiene a su servicio el antiguo país político, la gran prensa, la Iglesia y el capitalismo nacional y extranjero” (209) bajo cuya “tenaza” serían proscritos, no solo los comunistas y los socialistas sino los liberales y los conservadores disidentes de los oficialismos bipartidistas. Denuncia cómo la institución de la paridad originalmente ideada para establecer “un vínculo de respeto y coparticipación entre el gobierno y la oposición” estaba en vía de convertirse en “un vínculo de codicia entre liberales y conservadores,” sin relación alguna con el conflicto que se buscaba solucionar consistente en “no hacer insoportable la derrota a los vencidos y convertir la defensa de las instituciones en una bandera común a toda la ciudadanía” (214). Desde ese entonces, López el opositor veía los riesgos del sistema cerrado que estaba convirtiendo al Frente Nacional en un dique para impedir el cambio político y social mediante la restricción consentida del libre juego democrático.

Desaparecida la competencia electoral, incluso en la elección de Presidente de la República en la cual se fraguaría el partido de Gobierno y el partido de Oposición, quedaba abierto el camino para los gobiernos hegemónicos que se convirtieron en una cultura nacional que todavía sobrevive, aún después de expedida una nueva Constitución para ensayar establecer, entre otros el binomio democrático de Gobierno-Oposición y los derechos sociales y económicos de las clases excluidas a título de derechos universales. Sin embargo, después de más de 30 reformas constitucionales a las que el acuerdo Constituyente de 1991 ha sido sometido, se aprecia una reducida distancia entre la distribución milimétrica del botín presupuestal y de puestos del Frente Nacional que López denunciara y la novedosa denominación de “mermelada” con que describen sin pudor republicano la repartición de canonjías entre los integrantes de la coalición gobernante de la Unidad Nacional con las que el Presidente Santos mantiene aceitadas a las mayorías parlamentarias de los partidos coaligados ya sin fronteras entre sí,  que votan en el Congreso todo lo que les plantea el Ejecutivo. La deliberación pública en la que la voz de la oposición debe jugar el papel de crítica, control y alternativa considera un mal necesario en los debates congresionales. Tan se confunde en la actualidad la mayoría parlamentaria oficialista con el Congreso mismo que el periódico El Tiempo trocó en titular de primera plana un acuerdo entre la Mesa de Unidad Nacional y el Gobierno para sacar avante la fallida reforma de la Justicia con un entendimiento entre el Congreso en pleno y el Ejecutivo. Pienso que López estaría de acuerdo de que tan dañino para el principio democrático perseguir a la oposición como ignorarla y avasallar su crítica con el silencio.

Como trasfondo de esa democracia restringida impermeable a las instituciones de la Constitución de 1991 que se ha demostrado incapaz siquiera de expedir el Estatuto de la Oposición que ordena el artículo 112, Colombia todavía padece el conflicto armado que se gestó a la par con el Frente Nacional y bajo los dogmas que instauró. A falta de voluntad bipartidista para ampliar la democracia política y económica frente a las crecientes demandas de una población en proceso de urbanización acelerada, afloró nuevamente la violencia, en particular la que se puede atribuir a la exclusión política del Frente Nacional en el contexto de la Revolución cubana que le envió un frío a las clases dominantes del continente latinoamericano, entonces y todavía, el más desigual sobre la tierra. Desde comienzos de los años sesenta, llegaron y se instalaron en Colombia las misiones militares de los Estados Unidos y se adoptó como dogma la teoría de la seguridad nacional según la cual la inconformidad social y política que se manifiesta cuando los sectores sociales se movilizan para exigir mayores beneficios, no corresponde a las condiciones objetivas del país sino a la infiltración del comunismo internacional.

En febrero de 1961 se reunió en Bogotá, la Convención Liberal a la que acudieron los parlamentarios elegidos por el MRL ante la cual López, el Opositor expresó una de sus más contundentes críticas que reflejan las corrientes subterráneas que nuevamente afloran en los paros agrario, estudiantil, indígena o minero de la actualidad. Ya había intervenido el Presidente de la Dirección Liberal invitando al Partido a luchar contra el comunismo cuando López interpeló a los convencionistas. “¿Será acaso factor real de poder en la vida colombiana el comunismo?”¿Podrá ser el objeto del partido liberal colombiano luchar contra el comunismo? (…) ¿Qué es lo que amenaza en Colombia a las pequeñas empresas? ¿Qué es lo que amenaza a las pequeñas cervecerías que aún quedan en el territorio colombiano? ¿El comunismo? ¿Fidel Castro? ¿O no será acaso un monopolio gigantesco, que hace desaparecer sociedad tras sociedad (…) acreedor a toda la protección del Estado en la opinión de sus accionistas? (…) ¿Desaparecieron en razón de doctrinas extranjeras o sucumbieron por ese proceso gradual de absorción sucesiva que ha hecho que la vida colombiana se asfixie poco a poco en manos de cinco o seis monopolios? (…) ¿El comunismo? No. Esta organización monopolística de la sociedad colombiana, que está haciendo intolerable para los más el dominio de los menos” (47).

Con la caída del Bloque Socialista y la colaboración de Cuba como anfitrión de las negociaciones de paz con la FARC, ya no tiene credibilidad la infiltración comunista extranjera, pero ahora se señala la infiltración del Polo Democrático, único partido de oposición, de los guerrilleros y hasta de los estudiantes cuando acompañan a sus mayores en las manifestaciones. Además de la continuada marcartización que señalara López Michelsen, muestra lo poco que ha cambiado el ambiente de estigmatización de la oposición, que desde luego, se ejerce no solamente depositando el voto sino apoyando las luchas sociales que exigen el cambio.

Ni la oposición, ni los sectores sociales que abogan por transformaciones políticas, sociales y económicas han recibido el tratamiento de igual respeto y consideración dentro del juego político colombiano, que no ofrece de un campo nivelado de juego. Ello tiene que ver con otra de las grandes y valerosas actitudes del López opositor, cuando en plena Convención Liberal de agosto de 1961 señaló, con nombres propios, las motivaciones y finalidades ocultas detrás de la formación de una organización sin ánimo de lucro financiada con los fondos de las sociedades anónimas que denominó La Mano Negra ¿Qué tal –interrogaba a sus copartidarios en plena Convención- haber luchado contra la censura de prensa bajo la dictadura para tener que humillarse en la actualidad ante la Mano Negra e ir a solicitar anuncios para los cuales la condición es que unos técnicos extranjeros examinen si contienen ideas sanas o ideas subversivas?” (49).

Esa mezcla malsana de medios de comunicación y poder económico se ha continuado desarrollando a tal punto que en la actualidad los principales grupos económicos y financieros son los dueños directos de los principales medios masivos tanto escritos como de la radio y televisión, con concesiones del espectro electromagnético del Estado. No es suspicacia. Si comparamos con Chile, por ejemplo, los nueve candidatos han tenido igualdad de condiciones de acceso a los medios de comunicación. En Colombia, la principal programadora privada decide a cuales candidatos invita a los debates, según su “interés noticioso”, como reza la comunicación con que se respondió la queja de la omisión del candidato del partido de oposición en el principal debate, previo a las elecciones atípicas de alcalde de Cartagena, para mencionar sólo un caso.

Hemos avanzado desde cuando Alfonso López Michelsen se enfrentó al Frente Nacional al presentarse como candidato del MRL a la presidencia de la República en el año 1962 cuando le tocaba el turno a Guillermo León Valencia, el candidato conservador. Relataba cómo logró salir en una sola ocasión en la televisión. Para ello fue menester hacer toda clase de compromisos para limitarse a hablar con su interlocutora, Gloria Valencia de Castaño,  sobre las orquídeas de La Sabana. Con todo, es prácticamente imposible para el partido de oposición hacer conocer sus puntos de vista de manera autónoma e independiente. No en vano, el acceso a los medios de comunicación sigue siendo uno de los puntos clave en las exigencias de la oposición constitucional y aparece como punto central en las negociaciones de La Habana. El foro público por excelencia son hoy los medios de comunicación y los que se emiten por el espectro propiedad del Estado, incluidos los canales oficiales, deben hacer partícipes de esas ondas, en igualdad de condiciones, a todas las ideas, así no las compartan.

En resumen, López Michelsen no fue solamente un dirigente político sino un agudo estudioso de la realidad nacional que diagnosticó en forma certera la situación política del momento que le correspondió vivir y moldear. Su autocrítica con los principios que informaron el Frente Nacional tienen que ver con la ambivalencia que lo condujo a cálculos electorales con sus consecuencias. Con todo, su pensamiento irradia todavía las expectativas del desarrollo política colombiano porque en efecto siguen vigentes sus inquietudes y anhelos alrededor de la paz y la democracia que se encuentra desde entonces en un Statu quo de signo negativo. El estudio de la obra política del López opositor debería servirnos en este memento para profundizar en la necesidad de una verdadera democracia pluralista que sirva de fundamento para una paz sostenible en donde, sin ninguna clase de autoritarismo y estigmatización se respete la presencia de la oposición como fuerza alternativa.

BIBLIOGRAFÍA

Borda, O., Guzmán, G. y Umaña, E. (1962). La Violencia en Colombia, Vol. I. Bogotá, Colombia: Universidad Nacional – Editorial Iqueima.
López Michelsen, A. (1955). Cuestiones Colombianas. Impresiones Modernas S.A. México, D.F.
López Michelsen, A. (1963). Colombia en la Hora Cero. Volúmenes I y II, Ediciones Tercer Mundo. Bogotá, Colombia.
López Michelsen, A. (1970). Posdata a la Alternación. Populibro. Bogotá, Colombia.
Tirado, T., (1977) Alfonso López Pumarejo: His contributions to reconciliation in Colombian politics, Filadelfia, EEUU. Temple University.

 

Clara López Obregón
Noviembre 13 de 2013
Universidad el Rosario.

 

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