Titulares
“Propuesta de prolongación de mandato de Santos no parece espontánea”: Wilson Arias
El representante a la Cámara por el Polo Democrático Alternativo, Wilson Arias Castillo hizo un detenido análisis del actual momento político del país. En forma categórica se pronunció sobre la inconveniencia que tendría para la izquierda colombiana la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente en caso de lograr concretar las negociaciones de paz de La Habana.
Igualmente, calificó de injustos y hasta de doble moral algunos señalamientos contra el Polo Democrático
El representante a la Cámara por el Polo Democrático Alternativo, Wilson Arias Castillo hizo un detenido análisis del actual momento político del país. En forma categórica se pronunció sobre la inconveniencia que tendría para la izquierda colombiana la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente en caso de lograr concretar las negociaciones de paz de La Habana.
Igualmente, calificó de injustos y hasta de doble moral algunos señalamientos contra el Polo Democrático
por no haber participado en la marcha del pasado 9 de abril, o por coincidir en líneas de acción con algunos empresarios que apoyaron el reciente paro cafetero o rechazan los leoninos tratados de libre comercio.
Preciso en sus en sus respuestas, Arias Castillo, un dirigente político vallecaucano que se ha destacado en el Congreso de la República por sus elocuentes debates en contra de la entrega de la soberanía nacional mediante la extranjerización de tierras en beneficio del gran capital transnacional, dejó en claro sus posturas políticas en la siguiente entrevista.
Inconveniencia de Asamblea Constituyente
– Algunos sectores en el país han planteado que si se logra concretar el acuerdo de paz entre el gobierno y las Farc es necesario convocar una Asamblea Constituyente. ¿Cuál es la posición del Polo Democrático al respecto?
– Aclaremos: ya la “Unidad Nacional” ha señalado no acceder a una Asamblea Nacional Constituyente. Ahora bien, en el Polo hemos considerado que los sectores alternativos solamente deberían postular dicho mecanismo, si prevén razonablemente una correlación de fuerzas favorable a su composición. El tema no es nuevo, fue planteado también en su oportunidad en el debate a propósito de la reforma constitucional de 1991, pero debo hacer una advertencia, en esa época había una mejor relación de fuerzas para el campo democrático y de la izquierda, que la que ahora tenemos. Es muy probable que de producirse una elección para conformar hoy una Asamblea Nacional Constituyente, quienes se alcen con una considerable mayoría sean tanto el uribismo como el santismo y los sectores más derechistas del país. El campo de la izquierda y del progresismo casi que con seguridad quedarían en minoría, y ello es parte de lo que nos angustia. Recientemente tuve la ocasión de conocer la experiencia de Túnez, donde se realizó el Foro Social Mundial. El Frente Popular que reúne las diversas fuerzas tunecinas nos explicó a cabalidad de qué manera por falta de una correlación de fuerzas la Asamblea Constituyente de ese país africano está produciendo una regresión histórica brutal en materia de derechos de las mujeres y en varios asuntos relacionados con la cultura y con la economía. Hay que destacar que Túnez ha sido precisamente uno de los países más avanzados del Magreb (parte más occidental del mundo árabe) en materias culturales y en el carácter laico del Estado. La enorme regresión que está sufriendo Túnez en el tema de derechos constitucionales a instancias de la actual Asamblea Constituyente, es el ejemplo más palpable e inmediato de las reservas que aquí estamos señalando. De modo que nuestra posición al respecto es de rechazo a la posibilidad de una Asamblea Nacional Constituyente por las razones señaladas. Hay sin embargo quienes sostienen que la Asamblea Constituyente es la consigna más revolucionaria para el país y que quienes no acompañemos esa iniciativa somos una especie de socialdemócratas tímidos y mezquinos. Al respecto digamos que una Constituyente es apenas un instrumento que puede ser positivo o negativo, dependiendo del contexto, de la finalidad para la cual se utilice y del a veces tan cacareado “análisis concreto de la situación concreta”. No le asignemos a los instrumentos valores distintos a los que verdaderamente les quepa.
– ¿Qué opina sobre la viabilidad de otra propuesta que se está ventilando en el sentido de refrendar los acuerdos de paz, si logran llegar a buen puerto las negociaciones de La Habana, mediante una consulta popular o un plebiscito?
– Quisiera conocer un poco más en detalle la propuesta. Pero intuyo que, por ejemplo, un tipo de referendo como el que intentó el gobierno de Álvaro Uribe, con un propósito general pero múltiples preguntas, corre el riesgo de obtener votaciones muy diversas a los distintos interrogantes, como sucedió en el año 2003. Me temo que por la derechización de la opinión pública que heredamos del periodo de Uribe y la complejidad del mecanismo, se haga muy dificultoso el proceso. Aún en la propia Habana no parece haber una propuesta clara, y por ahora nos queda esperar con atención el procedimiento que a la postre se proponga. Si se convoca a una consulta para preguntar integralmente sí o no a todo el acuerdo de La Habana, ello ofrecería otras dificultades, pero quedaría menos expósita la actual Constitución, en comparación con la eventual convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.
Sectarismo y doble moral
– Cambiemos de tema. En algunos sectores de opinión se viene criticando al Polo Democrático Alternativo por supuestos entendimientos con empresarios a raíz del reciente paro cafetero y por su no participación en la marcha por la paz del pasado 9 de abril. ¿Qué tiene que decir al respecto?
– Pienso que puede haber algo de injusticia y en algunos casos doble moral al momento de cobrarle al Polo su comportamiento en relación con las unidades de acción, coincidencias conceptuales o de alianzas y frentes en favor del mercado interno, la producción y el empleo nacionales. El Polo ha acompañado todas las luchas populares, pero también ha convocado a empresarios con las consignas ya señaladas. A raíz de ello ha recibido ácidas críticas de compañeros que no tienen igual impugnación por ejemplo a la publicitada presencia de uno de los más reaccionarios y destacados representantes gremiales, Rafael Mejía, presidente tanto de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) como del Consejo Nacional Intergremial, en la marcha del pasado 9 de abril. De esta jornada participaron múltiples sectores convocados por la consigna de la paz y no precisamente por otras contra el modelo, como se ha pretendido. Lo cual era de esperar. Pero algunos sectores de izquierda que tanto han censurado las coincidencias parciales con la burguesía, hoy no tienen igual crítica a la ya mencionada. Tales anuncios para el 9 de abril fueron vistos incluso como una especie de súmmum de la amplitud y de la inteligencia. En otro momento, cuando el Polo logra coincidencias en torno de unidades de acción o frentes en apoyo, por ejemplo, del paro cafetero, que es para defender a los pequeños y medianos productores, es objeto de algunas críticas sectarias y tildado hasta de traición y derechismo. Esa doble moral aplica también, por ejemplo, con las alianzas que puedan hacerse o los frentes que puedan adelantarse para rechazar los tratados de libre comercio. En mi opinión ese tipo de coincidencias a distintos niveles para luchar contra el neoliberalismo o por la defensa del aparato productivo colombiano son necesarias, pero además, quiero recordarles a nuestros críticos “MLs”, que las mismas son una herencia leninista. Quiero recordarles también que han sido los clásicos del marxismo los que han planteado ese tipo de coincidencias, dependiendo de la etapa o el desarrollo de las luchas generales. Nuestras coincidencias no lo han sido con sectores que, bajo las banderas de la paz y utilizando además los clamores ciudadanos por este propósito, terminan apuntalando la reelección de Juan Manuel Santos, o la prolongación presidencial de su periodo. Si de franquezas se trata, encuentro más explicables nuestras coincidencias, que aquellas con quienes tengan en sus cálculos y manipulan con una u otra finalidad: bien la reelección o bien la prolongación del mandato presidencial por dos años más, propuesta que tal vez no responda a una idea reciente o improvisada, sino que al parecer se trata de una iniciativa acariciada durante varios meses.
– ¿Si es una iniciativa acariciada desde hace algunos meses por parte de esos sectores, como usted señala, se podría decir que la marcha del 9 de abril apuntaló la reelección del presidente Santos?
– En el imaginario general de la población, opino que sí. Es que una cosa es el sentimiento real y explícito de las organizaciones y militantes de izquierda así como de los sectores populares que participaron de la marcha. Creo que ellos no están con la reelección. Creo que ellos alcanzan a diferenciar las consignas gubernamentales sobre la paz, frente a la guerra social que ha desatado Juan Manuel Santos contra los sectores populares, pero el conjunto de la población no alcanza a ese raciocinio. Es que existe un acuerdo de los factores reales de poder y del bloque de poder en favor de la paz, pero al mismo tiempo lo hay para profundizar el modelo neoliberal que lacera la vida y la dignidad de los colombianos, y existe un cálculo para extender esa agenda en el tiempo. Quien no lo entienda se equivoca. En ese sentido, reitero: la reelección de Santos o, agrego, la posible prolongación de su mandato, han quedado en el imaginario general, han sido objeto de manipulación gubernamental y mediática, y han sido considerados por lo menos hace ocho meses. Recuerdo que por esa fecha, en un programa de opinión de un canal de televisión, la compañera Piedad Córdoba planteó que tal vez Santos esté pensando no en la reelección sino en la prolongación de su periodo. Surge el interrogante de si esa propuesta ha sido tan espontánea como se ha querido presentar. Es posible que surja de una anterior caracterización equivocada del gobierno de Santos.
Al menos existen tres proyectos de izquierda en Colombia
– Dentro del actual momento político usted ha caracterizado tres proyectos de izquierda en Colombia. ¿En que basa esa lectura política?
– Al menos tres proyectos de izquierda tienen hoy contextura y formulaciones propias, que explican no solamente sus procesos de concepción, sino también sus desarrollos. Primero, tenemos el Polo Democrático Alternativo que aspirábamos fuera la unidad de toda la izquierda de Colombia, y que debe revisarse autocríticamente. Uno siguiente, Progresistas, que en su momento planteó la posibilidad de suscribir un pacto con Santos sobre agua, tierras y víctimas, propuesta que fue rechazada por la dirección del Polo Democrático, grave diferencia que contribuyó a precipitar la conocida ruptura. Y un tercero que es el de Marcha Patriótica, que precisamente con su iniciativa de convocar una Asamblea Constituyente, ha situado una dimensión de su diferencia táctica con el Polo. Es forzoso entonces reconocer que conservando coincidencias programáticas valiosas, cada proyecto comporta también estrategias y tácticas distintas; que para el período elevan plataformas diferenciadas, lo que explica el desprendimiento que en cada oportunidad se presentó al interior del Polo Democrático Alternativo. Más allá de lo que algunos predican, sindicando al Polo de haber expulsado a un sector de la Marcha Patriótica, los hechos vienen demostrando que su conformación se correspondía con propósitos tácticos distintos, que hacían insostenible su permanencia en el Polo. Pensando en articulaciones y entendimientos posteriores, creo que lo más aconsejable es aceptar la existencia de al menos tres grandes proyectos de izquierda en Colombia, probablemente un cuarto agrupamiento a la creación de País Común, cuyo nacimiento a la vida pública saludo. Lo aconsejable entonces, es reconocer la existencia de estas fuerzas; en segundo lugar, intentar un tratamiento serio y respetuoso de esas diferencias; en tercer lugar mantener una especie de código: no practicarse el entrismo, el paralelismo o el fraccionalismo, vicios de la vieja izquierda, y propender por acercamientos a propósito de los próximos sucesos nacionales y de los grandes desafíos para la izquierda y para la democracia en Colombia.
– No obstante esas diferencias de visión de país y concepciones distintas respecto de la táctica y la estrategia, ¿usted ve posible entonces, de cara a las elecciones de 2014, una convergencia de los tres o cuatro proyectos de izquierda actualmente vigentes en Colombia?
– Considero que inicialmente podríamos intentar conversaciones que nos permitan entendernos sobre asuntos de plataforma electoral. La gran dificultad que encuentro antes de debatir sobre estos asuntos, es la insistencia en la convocatoria de una Asamblea Constituyente. En mi caso, reconozco la dificultad de hacer campaña electoral con la bandera de la Asamblea Nacional Constituyente. Se trata, sin embargo, de un tema “en desarrollo”.
Santos ha propiciado la mayor contrarreforma agraria de Colombia
– Es evidente la profundización del modelo neoliberal en Colombia, ahora con el apuntalamiento de la Alianza para el Pacífico con países como Chile, Perú y México. ¿La locomotora minera de Santos y el proceso de extranjerización de tierras en el país cómo están socavando la soberanía nacional?
– De conjunto, la agenda de Juan Manuel Santos resulta más agresiva que la impulsada durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Varias de sus contra-reformas tienen incluso rango constitucional. La obra legislativa de Santos ha apuntado a remover de la Constitución Política los obstáculos que puedan quedar al reinado del neoliberalismo. Además ha tenido la audacia de forzar un Plan de Desarrollo que contempló varias otras contrarreformas y sacar adelante algo así como el cartapacio acumulado, que no había podido evacuar Álvaro Uribe, por intereses propios o por contradicciones al interior del bloque de poder. Juan Manuel Santos logra superar esos obstáculos y alinderar a la mayor parte del bloque en función de esa agenda y con ello garantizar los proyectos recomendados por los Estados Unidos en la nueva etapa. Le menciono dos o tres: logra reordenar las relaciones internacionales de Colombia que quedaron maltrechas durante el gobierno anterior; lava la fachada del país porque estaba untada de sangre, y hace aprobar una serie de reformas para concentrar el poder o profundizar el modelo, tales como la sostenibilidad y la regla fiscal, o como la legislación en materia de tierras, la máxima contrarreforma agraria que se conozca en muchas décadas en Colombia. Esta contrarreforma tiene como finalidad no solamente propiciar la extranjerización de la tierra y de los baldíos nacionales, sino también su financiarización, acentuando la concentración de la propiedad en beneficio de las grandes corporaciones. Recientemente hemos logrado una trascendental sentencia de la Corte Constitucional que echó atrás tres artículos del Plan de Desarrollo del gobierno de Santos que facilitaban esos propósitos. Pero la intención gubernamental sigue en su punto, contenido en el documento del Banco Mundial “Colombia 2006-20010, una ventana de oportunidad”, como tantas veces lo he denunciado.