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“Las promesas de Santos más parecen promesas de cumbiambera”: nuevo Ministro de Minas, Amylkar Acosta

 En nota de opinión del 4 de septiembre, el nuevo ministro de Minas y Energía del gobierno de Santos, Amilkar Acosta Medina, sostiene afirmaciones como las siguientes:

“Las promesas de Santos más parecen promesas de cumbiambera”. “Los TLC descarrilan la locomotora de la agricultura”. “Que no se equivoque el Presidente, creyendo que ya la tormenta pasó, advierte el nuevo alto funcionario a su jefe, el presidente Santos.

A continuación el texto completo de la nota:

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 En nota de opinión del 4 de septiembre, el nuevo ministro de Minas y Energía del gobierno de Santos, Amilkar Acosta Medina, sostiene afirmaciones como las siguientes:

“Las promesas de Santos más parecen promesas de cumbiambera”. “Los TLC descarrilan la locomotora de la agricultura”. “Que no se equivoque el Presidente, creyendo que ya la tormenta pasó, advierte el nuevo alto funcionario a su jefe, el presidente Santos.

A continuación el texto completo de la nota:

Colombia: la tormenta perfecta

Por Amylkar D. Acosta Medina

La combinación de la segunda ola aperturista, ahora por cuenta de la proliferación de tratados de libre comercio y la reprimarización de la economía al socaire del boom minero – energético, ha dado al traste tanto con la industria como con el sector agropecuario. Uno y otro han perdido participación en el PIB y lo que es peor la industria se mantiene en recesión y la agricultura crece muy por debajo del crecimiento de la economía en su conjunto. La industria pasó de representar el 22% entre 1970 y 1980, al 21% entre 1985 y 1995 y, para el lapso comprendido entre 2000 y 2010 el 14%; por su parte la agricultura pasó del 24% al 21%, hasta anclarse en el 7%, para los mismos períodos. Ambos sectores están sumidos en un prolongado coma profundo. En cuanto al crecimiento de estos sectores es de anotar que la industria ya completó más de un año en caída libre, con un ligero repunte a comienzos de año para recaer nuevamente, a tal punto que para el mes de junio el desplome de la industria fue de -5.5%, al tiempo que para el primer semestre la caída registrada fue del 3.4%.

El crecimiento del sector agrícola desde el año 2000 siempre ha estado a la zaga del crecimiento del resto de la economía; entre el año 2000 y el 2010 su crecimiento promedio fue de un anémico 2%, un 50% de la tasa de crecimiento del PIB total y entre 2006 y 2010 dicho crecimiento promedio fue de sólo el 0.88%, en contraste con el 4.58% promedio del PIB total. No más el año pasado mientras el crecimiento de la economía nacional fue del 4%, el sector agrícola a duras penas creció el 2.37%. Este sector no se ha podido reponer de los estragos causados por la apertura atolondrada de los años 90. Como lo señala el estudio realizado por el Grupo de investigación en desarrollo empresarial PORTER, “la superficie cultivada, excluido el café, se contrajo en 936.255 hectáreas entre 1990 – 1999, como consecuencia de una disminución de 969.792 hectáreas plantadas en cultivos transitorios y de un aumento de 33.537 hectáreas sembradas en permanentes. Así las cosas, el 25% del área cultivada en 1990 había salido de la producción en 1999”. (1)

Entonces como ahora se defendió dicha apertura con el socorrido argumento de que esta contribuiría a un mayor crecimiento de la economía, a generar más empleo y ello contribuiría al bienestar de todos los colombianos. Pero los hechos son tozudos y hablan por sí solos. Pero, como dice Marx, la historia se repite una vez como comedia y otra como tragedia y esta última es la que agobia actualmente al campesinado colombiano, víctima propiciatoria del embeleco de los tratados de libre comercio que a tontas y locas se firman por doquier sin reparar en sus consecuencias.

Los TLC descarrilan la locomotora de la agricultura

Ya lo había advertido el Presidente de la SAC Rafael mejía, al término de las negociaciones del TLC con Estados Unidos, que “el sector del campo fue el gran damnificado con el cierre” de las negociaciones. Y no es para menos, dada la avalancha importadora que viene arrollando a agricultores y ganaderos por igual. Si nos atenemos a las cifras del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, en el período comprendido entre junio de 2011 y marzo de 2012, cuando el TLC no estaba todavía vigente, las importaciones agrícolas desde los Estados Unidos sumaron 1´042.914 toneladas, entre tanto entre junio de 2012 y marzo de 2013, con el TLC vigente, las importaciones se elevaron hasta las 1´770.970 toneladas, “lo que significa que con el Tratado las importaciones agrícolas aumentaron el 70%” (2). El saldo que arroja el desbalance comercial de Colombia con Estados Unidos es tan aberrante que, según el experto en economía agrícola Darío Fajardo asegura que el 50% de nuestra dieta alimenticia es importada (3), no hay derecho carajo! De acuerdo con las cifras del USTR, encargado del comercio exterior de los Estados Unidos, que trae a colación el analista Mauricio Cabrera, sus “exportaciones de soya ascendieron 467% hasta US $118.6 millones, productos lácteos crecieron 214% hasta US $24.7 millones, productos de cerdo 66% hasta US $45.2 millones” (4). Para concluir que “el potencial del comercio entre Estados Unidos y Colombia es emocionante…El futuro de nuestra relación económica, construido sobre el TLC, es brillante” (5) para ellos, lógicamente. Con razón se pregunta Pedro Núñez, cultivador de papa en Boyacá, “quién fue el genio que negoció así los TLC” (6)

En el Plan de Desarrollo Prosperidad para todos de la administración Santos se planteó la agricultura como una de las cinco locomotoras del crecimiento, pero después de tres años de su cuatrienio nada que arranca. Aunque para el primer Ministro de Hacienda de esta administración, Juan Carlos Echeverri, “la locomotora ya salió de la estación” (7) y contra toda evidencia asegura que “está tomando una buena velocidad” (8). Y ante las decepcionantes cifras de los frutos amargos recogidos del TLC con Estados Unidos, trata de dorar la píldora diciendo que “la mejor forma de visualizar el TLC es como una autopista de tres carriles de ida y vuelta entre Estados Unidos y Colombia. Que haya autopistas no quiere decir que haya carros. Hasta que no haya autopista la gente no se va a poner a pensar en serio en cómo preparar su carro. Seamos más pacientes” (9). Qué tal esto, primero nos metemos en el embrollo y después veremos cómo salir airosos de él, este es el colmo de la irresponsabilidad.

También el Ministro de Comercio, Industria y Turismo Sergio Díaz-Granados nos pide tener más paciencia. En una entrevista con el diario El Espectador, al indagársele por los productos agrícolas que han encontrado su oportunidad en el TLC suscrito con Estados Unidos responde: “han crecido las exportaciones de frutas, de azúcar y se está entrando en una negociación con el tema de quesos frescos” (10) y pare de contar. Ante su pobre respuesta, insiste el reportero en saber si “después de todos los posibles beneficios que nos vendieron del TLC ¿no deberían ser más los productos agrícolas exportados a Estados Unidos?” (11) La respuesta del Ministro no puede ser más desconcertante: “Estados Unidos es el mayor productor de carne, pero así mismo es el mayor consumidor. México tan sólo después de cinco años de firmado su acuerdo logró exportar carne a ese país…Así mismo vemos un potencial enorme en el sector de los aguacates” (12) …y mientras tanto qué, que nos coma el tigre?

El Presidente de ANALDEX Javier Díaz es muy franco al plantear que “en la actualidad, el mundo está demandando energía y alimentos. Colombia que puede ser un jugador en este mercado internacional de alimentos, no ha definido, sin embargo, si quiere jugar o no. Para hacerlo debe definir un modelo de desarrollo agrícola que le permita producciones con economías de escala y estándares internacionales que lo vuelvan competitivo a nivel internacional” (13). Como diría el comediante Mario Moreno, Cantinflas, “ahí está el detalle”. Así como no hemos contado con una política industrial, tampoco hemos tenido una política agraria integral, que propenda por el desarrollo y consolidación de este sector. A la economía nacional no se la preparó para resistir los embates de la competencia que conllevan los acuerdos y tratados comerciales; es tanto como si nuestro héroe nacional Nairo Quintana se hubiera ido a competir en el tour de Francia sin haber entrenado. El fracaso hubiera estado asegurado; con razón afirmó él, en apoyo de la lucha reivindicativa de sus paisanos boyacenses, “es triste sacar un bulto de papa a la plaza y no ganar ni para el transporte” (14). Lo dijo el ex ministro de agricultura Juan Camilo Restrepo en su calidad de tal, apenas seis meses antes del esperado anuncio de la entrada en vigencia del TLC con Estados Unidos, “no estamos preparados, nos falta mucho” (15) para enfrentar el reto del TLC con Estados Unidos. El problema no son los TLC per se, el busilis está en la ausencia de políticas públicas que contribuyan al desarrollo tanto del sector de la industria como del sector agropecuario.

Pero como el huevo de la serpiente de Ingmar, su membrana transparente ya delataba lo nefasto que sería para el país el dogma neoliberal del “libre” comercio aplicado a rajatabla. Como dijo recientemente uno de los ayatolas de dicha escuela, el ex ministro Echeverri, que “el tema de que es mejor exportar que importar tampoco es acertado. Es mejor aquello que sea un buen negocio” (16). Se necesita ser un orate para no estar de acuerdo con Kid Pambelé en que es mejor ser rico que pobre. Pero, con igual apego a tales teorías, nos había dicho el ex ministro de Hacienda Rudolf Hommes, su mentor intelectual y artífice de la debacle de los 90, que “el mayor beneficio del comercio proviene de las importaciones y no de las exportaciones, como nos han acostumbrado a pensar equivocadamente los mercantilistas criollos” (17). Y fue más lejos, al sostener que “lo que no producimos a un costo razonable, lo deberíamos dejar importar para que la población colombiana se beneficie de los subsidios de los países ricos”. (18)

Y esto es lo que venimos haciendo, sin preguntarnos por qué lo que se importa no lo producimos “a un costo razonable” y sin parar mientes en los perjuicios para la población colombiana de someter nuestra producción nacional agropecuaria a la ruinosa competencia desleal de los excedentes agrícolas y pecuarios de los países desarrollados, más competitivos a fuer de ayudas y subsidios estatales en sus países de origen. Imagínese usted que para las Naciones Unidas se considera pobre aquel que tiene un ingreso por debajo de dos dólares diarios y según el más reciente reporte de la OIT en Colombia el 10% de los trabajadores percibe menos de US $2 diarios. Pues bien, en la Unión Europea (UE) los dueños de los hatos ganaderos reciben US $2.67 diarios de subsidio de parte del Estado por cada cabeza de ganado; de modo que les va mejor a las vacas en la UE que a esos trabajadores en Colombia, que son más de 2 millones. Así se explica que aunque la canasta de productos que compran los colombianos pasó en los últimos 7 años de un promedio de 315 a 423, merced al mejoramiento de su poder adquisitivo, $11 de cada $100 que gastan son para adquirir artículos importados, casi el doble que en 2006. El caso de los renglones de vestuarios y calzado es muy diciente, ellos pasaron del 11.2% al 20.2%. Por ello no es de extrañar que mientras la industria registra una caída del -5.5 en junio de este año, en ese mismo mes las ventas minoristas aumentaron 4.1%; es decir, que cada vez se consumen más bienes importados en detrimento de la producción nacional. Como lo denunció la SAC, en el caso de los productos agrícolas, “las cosechas se reemplazan por importaciones” (19). Así no se puede!

¡Esos polvos traen estos lodos!

A dónde han conducido estos desvaríos y esta falta de políticas públicas que favorezcan la producción agropecuaria y el desarrollo rural? Además del decrecimiento del sector industrial y del bajo crecimiento del sector agrícola, ello se ha traducido en el último año en una destrucción de empleo de 70.000 plazas en la industria y 140.000 en la agricultura. Cómo explicar la aparente contradicción de que mientras ello ocurre, según el DANE para el mes de julio de este año la tasa de desempleo bajó desde el 10.9% en julio del año pasado a 9.9%, la más baja para dicho mes en los últimos 12 años. La explicación está en que la misma se mide sobre la tasa de participación y esta ha disminuido notoriamente; esto es, hay menos gente buscando activamente trabajo, lo cual se explica en gran medida porque se desaniman al resultar infructuosos sus esfuerzos para conseguirlo, así como también a los efectos perversos de la política asistencialista. Según el mismo DANE, “la tasa de ocupación se ubicó en 57.8% frente a 58.8% de junio de 2012, con lo que el volumen de ocupación pasó de 21’022.000 a 20’988.000, con una variación de -0.2% en dicho período”. (20)

El impacto social de este modelo económico ha sido devastador. Como lo sostiene el mismísimo ex ministro Hommes, la situación del campesinado es patética, “la brecha de ingresos y de calidad de vida entre las ciudades y el sector rural es muy grande y tiene muchos componentes…Uno de cada dos habitantes del sector rural es pobre y el acceso a servicios públicos, educación de buena calidad y seguridad social es menor en el campo que en los centros urbanos, lo cual hace más crítica la situación de pobreza rural…” (21), más del doble que en las cabeceras municipales (46.8% vs 18.9%, según Fedesarrollo). Lo que resulta curioso, viniendo de quien viene, es que Hommes salga ahora a decir que “una estrategia de mejoramiento de los ingresos rurales y de la calidad de empleo pasa necesariamente por mayores aumentos en la productividad y en el empleo, lo que se facilitaría con un aumento significativo de las exportaciones de productos agropecuarios” (22), siendo que pare él “el mayor beneficio del comercio proviene de las importaciones y no de las exportaciones”. (23)

El campesinado reacciona y se moviliza por su dignidad

Detrás del estallido de la revuelta campesina, con paros y bloqueos incluidos, está su descontento e inconformidad con este deplorable estado de cosas, porque no hay mal que dure cien años y mucho menos cuerpo que lo resista. Primero fueron los cafeteros, que pasaron por encima de la Federación Nacional de Cafeteros para hacer sentir su justo reclamo ante el Gobierno central y luego vino la seguidilla de paros de los cacaoteros, los arroceros, hasta confluir en el Paro Nacional Agrario. El Gobierno empezó cediendo a las presiones de los agricultores y acordó con sus líderes medidas paliativas, las cuales resultaron insuficientes frente a la magnitud de la tragedia que asola el campo colombiano.

Ya la Encuesta de Opinión Empresarial Agropecuaria (EOEA) del 15 de agosto daba cuenta de que “por primera vez en cinco años, la opinión de los productores agropecuarios sobre su situación económica indica un pesimismo sin precedentes” (24). 43% de los interrogados consideró que en el trimestre pasado su realidad fue mala, lo cual implica un salto de 16 puntos porcentuales en relación con igual período del 2012. Las peores calificaciones la dieron “quienes se dedican al café y a los cultivos semestrales, entre los cuales se encuentran la papa y la cebolla” (25). Al parecer el único que no se percató de ello fue el Gobierno y por ello desestimó la amenaza del Paro Nacional Agrario. Entre los reclamos planteados están los altos costos de los agroinsumos importados, los altos costos de transporte, la excesiva intermediación, falta de acceso al crédito, carencia de apoyo y asistencia técnica, amén de la invasión de productos importados al amparo de los TLC y contra el contrabando.

A juicio del Ministro de Comercio, a quien se le olvidó que también es el Ministro de Industria, los TLC no tienen nada que ver con la crisis del campo y con la motivación del paro; según él “dejar de hacer un acuerdo comercial para solucionarlo no es la salida. No hemos tenido acuerdos comerciales, los estamos teniendo en estos tres años y para mí es una agenda trasnochada. Es una agenda de hace siete años en América Latina que Colombia está dando apenas hasta ahora” (26). No obstante, el Ministro de Hacienda toma distancia con respecto a la posición de su colega de gabinete al plantear que en los TLC “hay mecanismos que se pueden utilizar en condiciones excepcionales, como son las salvaguardas. Son una protección temporal, cuando hay un crecimiento exponencial en las importaciones de algún producto” (27) y este es el caso. Por lo tanto, si el Ministro de Hacienda está esgrimiendo el mecanismo de las salvaguardas es porque se está dando el crecimiento exponencial de las importaciones cobijadas por los TLC que niega el Ministro de comercio.

La acumulación del abandono

Reconoce sin ruborizarse el Presidente de la República Juan Manuel Santos que “estamos volando sin instrumentos, no sabemos cuál es la verdadera situación de nuestro sector agropecuario” (28). No duda el Presidente de la República en atribuir el enardecimiento de los campesinos y su movilización en todo el país a “la acumulación del abandono y de falta de políticas en el sector agropecuario durante muchísimo tiempo. Y ahora estamos pagando las consecuencias”. (29) Pero, él no está exento de culpa, primero porque él ha formado parte de los equipos de gobierno durante un largo período, hasta Primer designado de la Nación fue y segundo porque él ya lleva tres años de gestión de sus cuatro años de gobierno. Cabe preguntarle, si es cierto como él lo predica que el campo está entre sus prioridades, cómo se explica que pese al anuncio a finales de mayo de este año en el sentido que se radicaría el 20 de julio, junto con la iniciación del último período legislativo de este Congreso, el proyecto de ley de desarrollo rural y no se cumplió con esta promesa.

Además, cómo es posible que en vísperas del “tal paro”, anunciado con suficiente antelación, el Ministro de Hacienda presenta a la consideración del Congreso de la República un proyecto de presupuesto para la vigencia del 2014 (Proyecto No. 035 2013 Cámara y 028 2013 Senado) y en el mismo se recorta la partida correspondiente al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural y sus entidades adscritas, pasando de $2.131’205.991.560 en 2013 a $1.437’583.371.833. El rubro correspondiente a la inversión en el sector agropecuario sufrió un tijeretazo del 37%, al pasar de 1.428’871.305.470 en 2013 a 879’074.696.521. Entidades como el ICA tendrían un recorte del 27% en su presupuesto y el INCODER del 55%. Más grave aún, que habiéndose comprometido el Gobierno, para conjurar un nuevo paro, a mantenerles a los cafeteros el programa de Protección de Ingreso al Caficultor (PIC), que en marzo de este año se pactó con Dignidad Cafetera que sería de aproximadamente $830.000 millones, no incluyen esta partida en su proyecto de presupuesto. Tal exabrupto llevó a su colega el Ministro de Agricultura Francisco Estupiñán a plantear que “con la reducción presupuestal se ponen en riesgo todos los programas a cargo de esta entidad”. (30)

Como estamos Pedro y tú cortando orejas

Y, como si lo anterior fuera poco, estando en la cresta de la ola del Paro Agrario Nacional, se le ocurre al Ministro Cárdenas volar a Chile a ratificar los acuerdos de la Alianza Pacífico (31) y extender la desgravación arancelaria prácticamente al 100% del universo arancelario, a pesar de la oposición abierta de FEDEGAN y la SAC al considerarlo supremamente lesivo para el sector. De acuerdo con Rafael Mejía, con la puesta en marcha de este bloque económico se pondrá en riesgo el 48% de lo que queda de la maltrecha producción agropecuaria de Colombia. Estamos hablando de “$16.9 billones al año y equivale a 9.1 millones de toneladas” (32). Están en juego nada menos que 1´254.000 empleos rurales (33); esta es una bomba social de impredecibles consecuencias.

Pero la SAC no es la única que se queja, también el presidente del gremio de los arroceros Rafael Hernández se pone las manos en la cabeza para exclamar que “qué puede sentir un agricultor frente a una amenaza como este acuerdo…Aquí se está poniendo en riesgo a 500 mil productores del cereal asentados en 215 municipios del país” (34). Estábamos, entonces, como lo vaticinó el Presidente de la SAC, “en vísperas de protestas de sectores como los arroceros, lecheros, porcicultores, azucareros y maiceros por las negociaciones que el Presidente Juan Manuel Santos está haciendo con la Alianza del Pacífico. Todo esto se convierte en inconvenientes para el agro colombiano” (35). El fantasma de la triangulación de productos, especialmente agrícolas y pecuarios, así como de manufacturas y autopartes maquilados especialmente en México, empiezan a espantar a los productores nacionales.

Para añadirle injusticia al agravio, el ICA se encargaría con su desafuero y arbitrariedad de exaltar aún más los ánimos, ya de por sí crispados, al ordenar el decomiso y posterior incineración de parte de la cosecha que un cultivador de arroz había reservado como semilla, al considerar que ello violaba la Resolución 970 de 2010 que ampara los derechos de patente de las semillas en el capítulo sobre la propiedad intelectual del TLC suscrito con Estados Unidos! Se podrá alegar que las prescripciones que se recogen en esta Resolución regían desde 1994, cuando a través del Decreto 1840 se autorizó al ICA para sancionar, con multas y suspensión de sus servicios a quienes infringieran tal normativa, con el cual se procuraba prevenir la propagación de plagas y daños sanitarios. Pero, lo cierto es que, como lo advierte el columnista Jorge Orlando Melo, aunque dicha Resolución “repite los argumentos sanitarios del Decreto 1840, lo que hace es proteger la propiedad industrial de las empresas de semillas certificadas o registradas”. (36)

¡A despabilarse!

Después de este repaso uno puede llegar fácilmente a la conclusión que los principales instigadores del paro fueron los propios altos funcionarios del gobierno, quienes en una actitud además de indolente provocadora llevaron a los labriegos al borde del desespero. Como rezaba una pancarta que portaba uno de los manifestantes: “el problema más grande se hubiera podido solucionar cuando todavía era pequeño”. Frase esta de Witter Bynner, además de contundente, demoledora. Pero, qué va, esperaron que el problema se les agrandara para ahí sí salir en volandas, extinguidor en mano, a sofocar el incendio que ellos mismos atizaron. Se comprometieron a bajar a cero 23 subpartidas correspondientes a agroinsumos importados. Ahora el Gobierno se muestra “interesado en la refinanciación de los créditos para aliviar la carga a los agricultores” (37). A ello se añadió el anuncio, largamente esperado, que ya firmaron el Decreto “que elimina el cupo de importaciones de lactosueros, que era algo que nos pedían” (38). Y a todas estas, uno se pregunta si esta protesta no era previsible y prevenible o sino para qué sirvieron los costosos estudios que se contrataron para determinar el impacto que tendrían los TLC, tanto en el corto como en el mediano y largo plazo. Una de dos: o esa platica, por lo visto, se perdió y en este caso habría lugar a un detrimento patrimonial del Estado o estando advertidos de lo que iba a pasar no le pararon bolas a sus recomendaciones y tuvieron que esperar el ruido ensordecedor de los cacerolazos para despabilarse.

Al referirse a la ola de protestas y disturbios, que amenazaban con salírsele de las manos, afirmó el Presidente Santos que “estamos atravesando una tormenta que se formó por el abandono” inveterado a que ha sido sometido el campo y sus moradores, víctimas de la injusticia, la exclusión, el despojo y el desplazamiento forzado. Pero, la verdad sea dicha, esta es la tormenta perfecta, la cual tiene su origen en la sumatoria de conflictos no resueltos. Ya que el Presidente Santos dio un paso positivo al reconocer que en Colombia sí hay un conflicto armado y se propuso abocar su solución política por la vía de la negociación con la insurgencia armada, ahora debe reconocer que aquí en Colombia también existe un Conflicto social, que también amerita una salida civilizada e incruenta.

El problema, entonces, es estructural y no coyuntural; que no se equivoque el Presidente, creyendo que ya la tormenta pasó; esta no pasará mientras subsista el abandono y se puede convertir en un huracán de imprevisibles consecuencias si no se actúa a tiempo. Si no se avispan, Colombia puede llegar a tener su propia primavera, no por cuenta de los indignados como en Europa sino bajo el emblema de la dignidad que ha enarbolado el campesinado colombiano. No basta con el anuncio con bombos y platillos del Presidente de la República de que van “a trabajar para construir un gran pacto por el agro y el desarrollo rural” (39), porque el desastrado campo colombiano no está como está por falta de tales anuncios sino a falta de la realización de los mismos. De allí la falta de credibilidad en las promesas oficiales, que más parecen promesas de cumbiambera! A quienes de verdad quieran encarar la problemática del campo, muy respetuosamente, les recomendamos la lectura de los dos tomos del Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011 del PNUD Colombia Rural, razones para la esperanza, dirigido por el profesor Absalón Machado, en el cual se descubre que Colombia es más rural de lo que creíamos, que allí está asentada el 32% de la población colombiana y no el 25% como se pensaba antes del mismo. Ahora que, por fuerza de las circunstancias, el país ha volteado su mirada hacia el campo y caen en cuenta los citadinos que, como afirma El Tiempo, “la comida no viene del supermercado o de la tienda, sino de la tierra” (40), sería de mucha conveniencia que este Informe se convierta en la Cartilla de leer para todos los colombianos.

Coletilla: Para lamentar, el hecho que la gran movilización del 28 de agosto hubiera degenerado en actos vandálicos, que aunque no invalidan la justedad de la protesta sí la empañaron, los cuales merecieron la condena y repudio por parte de sus organizadores y de todos los demócratas de Colombia.

Notas:

1) Universitaria de Investigación y Desarrollo (UDI). Grupo de investigación en desarrollo empresarial competitivo Porter. Colombia frente al posible tratado de libre comercio con Estados Unidos. Diego Fernando Santisteban Rojas. Bucaramanga, septiembre de 2008.
2) El Heraldo. Mayo, 13 de 2013
3) El Tiempo. Septiembre, 1 de 2013
4) Portafolio. Mayo, 21 de 2013
5) Idem
6) El Espectador. Agosto, 30 de 2013
7) UNINORTE. Entrevista. Julio – agosto de 2013
8) idem
9) idem
10) El Espectador. Agosto, 27 de 2013
11) idem
12) Idem
13) La República. Agosto, 30 de 2013
14) El Tiempo. Agosto, 27 de 2013
15) Semana. Octubre, 10 de 2011
16) UNINORTE. Entrevista. Julio – agosto de 2013
17) El Tiempo. Octubre, 18 de 2002
18) Idem
19) El Tiempo. Junio, 28 de 2013
20) ANIF. El Nuevo Siglo. Agosto, 21 de 2013
21) El Tiempo. Agosto, 30 de 2013
22) El Tiempo. Agosto 30 de 2013
23) El Tiempo. Octubre, 18 de 2002
24) Portafolio. Agosto, 28 de 2013
25) Idem
26) El Tiempo. Agosto, 27 de 2013
27) Portafolio. Agosto 29 de 2013
28) www.presidencia.gov.co. Alocución presidencial. Agosto, 29 de 2013
29) Idem
30) Portafolio. Agosto, 26 de 2013
31) Amylkar D. Acosta M. Luces y sombras. Mayo, 25 de 2013
32) El Espectador. Mayo, 22 de 2013
33) Diario del Huila. SAC. Mayo, 15 de 2013
34) El Espectador. Mayo, 22 de 2013
35) Idem
36) El Tiempo. Agosto, 29 de 2013
37) El Espectador. Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas. Agosto, 29 de 2013
38) www.presidencia.gov.co. Alocución presidencial. Agosto, 29 de 2013
39) www.elmundo.es. Agosto, 30 de 2013
40) El Tiempo. Editorial. Septiembre, 1 de 2013

 

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