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Internacionales

Relación en vilo

Por Mauricio Jaramillo Jassir  / El Espectador  

La visita de Henrique Capriles revive los fantasmas de confrontación que por años marcaron la relación binacional.

Son más las preguntas que las certezas que la reunión suscita, porque se pensaba que los vínculos entre Bogotá y Caracas eran celosamente protegidos por el Gobierno colombiano.

La reacción en Venezuela del presidente de la Asamblea Nacional demuestra que el Ministerio de Relaciones Exteriores, en manos de Elías Jaua, aún no despega y que la vocería

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Por Mauricio Jaramillo Jassir  / El Espectador  

La visita de Henrique Capriles revive los fantasmas de confrontación que por años marcaron la relación binacional.

Son más las preguntas que las certezas que la reunión suscita, porque se pensaba que los vínculos entre Bogotá y Caracas eran celosamente protegidos por el Gobierno colombiano.

La reacción en Venezuela del presidente de la Asamblea Nacional demuestra que el Ministerio de Relaciones Exteriores, en manos de Elías Jaua, aún no despega y que la vocería

del chavismo en el plano regional la sigue buscando el polémico Diosdado Cabello, protagonista de los peores enfrentamientos con la oposición. Trasladar la polarización interna al ámbito regional es un desacierto del oficialismo venezolano. Ahora bien, la decisión de Juan Manuel Santos es contradictoria y llega en mal momento, porque deja entrever que cedió a los intereses de una sesgada dirigencia colombiana, que le había exigido involucrarse en el enfrentamiento entre Nicolás Maduro y Álvaro Uribe Vélez.

El Gobierno, inteligentemente, había optado por no convertir dicha animosidad en un asunto de Estado. Empero, con el recibimiento a Capriles con una solemnidad reservada para jefes de Gobierno o de Estado, Colombia abandona los canales diplomáticos formales que habían garantizado estabilidad en la relación y retorna a la lógica de confrontación. Error craso que demuestra la falta de tino con la que Bogotá maneja una relación de la que dependen millones en la frontera.

Desde ya, el expresidente Uribe ha recordado que las Farc se reunían con la alta dirigencia venezolana. Un dato para recordar, el primer Estado en otorgar un estatus político a las guerrillas fue Colombia, cuando permitió que miembros de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar pisaran suelos venezolano y mexicano a comienzos de los 90. A partir de allí, Venezuela antes de Chávez y Estados fronterizos como Brasil y Ecuador (antes de Lula-Rousseff y de Correa) se han negado a reconocer a las Farc como terroristas. Difiere del escenario actual, en el que Capriles viene a denunciar el resultado de las elecciones, sin que previamente el Gobierno venezolano se haya expresado al respecto.

Hace algunos años Colombia avanzó porque se dio cuenta de que no tenía que apoyar ni fustigar al chavismo, asunto interno del vecino. Al interferir en su política, esta administración confirma que el propósito electoral con miras a 2014 la lleva a sacrificar su relación con Venezuela, a cambio del apoyo de sectores políticos que le ordenaban “defender la democracia en el vecino”, tarea que jamás le ha sido encomendada a gobierno alguno en Colombia.

El Espectador.

 

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