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Se necesitan indignados en Colombia

Por Diego Otero Prada / Cedetrabajo  

Por menos de lo que sucede en Colombia se están rebelando los brasileños. Allá, los diez años de gobiernos de Lula y Dilma  han traído mejoras a los brasileños y hay un clima más abierto de  discusión. A nadie se mata por lo que piensa.

Si se trata de las tarifas del transporte, en Colombia son altas ya  que los precios de los combustibles fijados por los economistas ortodoxos están por encima de muchos países, se encuentran entre los tres más elevados del mundo para  países exportadores de petróleo.

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Por Diego Otero Prada / Cedetrabajo  

Por menos de lo que sucede en Colombia se están rebelando los brasileños. Allá, los diez años de gobiernos de Lula y Dilma  han traído mejoras a los brasileños y hay un clima más abierto de  discusión. A nadie se mata por lo que piensa.

Si se trata de las tarifas del transporte, en Colombia son altas ya  que los precios de los combustibles fijados por los economistas ortodoxos están por encima de muchos países, se encuentran entre los tres más elevados del mundo para  países exportadores de petróleo.

Y lo mismo se puede afirmar de las tarifas de la energía eléctrica, con gran perjuicio para los hogares y el sector productivo.

Y si se trata de salud, esta es pésima en Colombia y monopolizada por empresas privadas con altos beneficios para los dueños de las EPS y las entidades de medicina prepagada.  Y de educación, la calidad es regular y discriminatoria.  Para estudiar hay que tener recursos, y dependiendo de estos se va a colegios o universidades prestigiosas o no, y esto lo que hace es reproducir el sistema económico desigual colombiano. La educación pública anda muy mal financiada.

Entonces, en salud y educación estamos igual o peor que en Brasil, por lo cual las razones para  protestar en Colombia son más que suficientes.

Y si se  habla de corrupción, esta invade a todos los sectores, privados y públicos. La justicia es un caos y dominada por las clases políticas tradicionales y los sectores dominantes, además de que hay muchos ejemplos de corrupción. Piénsese en los viajes de la Presidente de la Corte Suprema de Justicia y de cinco magistrados; los viajes de 17 concejales de Bucaramanga al exterior, y así podrían darse muchos ejemplos.

Y si el asunto es con la clase política, ni qué hablar. Los políticos elegidos a las distintas corporaciones públicas solo están interesados en puestos y contratos. Hay una separación completa con sus electores. Ya en sus posiciones, aprueban todo lo que les dicen  los gobiernos nacional, departamental y local, sin estudiar seriamente los proyectos.

El sistema de las elecciones funciona de tal manera, que solamente los que gastan ingentes recursos tienen más posibilidades de salir elegidos. No hay ningún control sobre los gastos. Prácticamente, el éxito en una elección  está directamente relacionado con la cantidad invertida. Sí, invertida, porque esta se recupera posteriormente.

Por lo tanto, hay razones similares a los de los protestantes brasileños para que lo mismo ocurriera en Colombia.

Colombianos, hay que salir a la calle a protestar, a pedir rebaja en los combustibles, en la energía eléctrica, en las tarifas del transporte, por educación y salud gratuitas, por un cambio en el sistema político para acabar con la corrupción.

Es la hora de que los colombianos salgan a la calle como los españoles, los brasileños, los chilenos, los griegos,  los portugueses, los italianos, los turcos. No hay que tener miedo.

Recuerden, la calle siempre manda. Los derechos hay que defenderlos. Sin protesta, las clases dirigentes no ceden. La calle casi siempre ha  ganado en la historia de la humanidad.

Cedetrabajo.

 

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