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Nacional

Tres tercios

Por Ricardo Villa Sánchez  

El primer paso para reconquistar la paz en Colombia, parte de la terminación del conflicto armado a través de una solución política dialogada. Pero, los acuerdos logrados es necesario que redunden en beneficio de las mayorías, basados en el respeto a los derechos humanos,

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Por Ricardo Villa Sánchez  

El primer paso para reconquistar la paz en Colombia, parte de la terminación del conflicto armado a través de una solución política dialogada. Pero, los acuerdos logrados es necesario que redunden en beneficio de las mayorías, basados en el respeto a los derechos humanos,

a las garantías y libertades civiles, a la participación democrática,  la igualdad y la inclusión social, es decir, a la vida.

Es importante que se conozca la verdad sobre lo que pasó en estas seis décadas de conflicto. Ese sería un punto neurálgico del armisticio, soporte fundamental para que, sin olvido, se pueda cruzar la página, con justicia, memoria y reparación integral, y para que nunca más se vuelvan a repetir estos crueles hechos, lo que permitirá que por fin, desde nuestra fundación como república, nos podamos mirar a los ojos como hermanos y avanzar hacia un país más humano, consciente, progresista, democrático. 

Alguna vez leí de Mario Puzo que en la guerra los astutos se hacen ricos, mientras muchos incautos mueren en la pelea o para mantener el estatus quo y los privilegios alcanzados o para intentar cambiarlo. En últimas, desde sus miradas en disputa, en la lucha por obtener el poder. Sin embargo, lo que no se puede consentir, como se ha repetido en un espiral complejo en la historia de Colombia desde nuestra independencia, es que tanta sangre derramada, dolor, lágrimas, infamias, historias, victorias y derrotas, sirvan para que sólo se cambie una élite por otra.

En el escenario del postconflicto y en las discusiones sobre participación en política, es necesario poner sobre la mesa que una transición hacia la democracia, no sólo puede ser un impulso o apoyo con curules o con dadivas temporales a los actores en disputa que dejen las armas, sino un espacio para la apertura democrática.

En esa coyuntura, sería pertinente ensayar la posibilidad de fomentar una democracia  de tres tercios en la que se agrupen bloques realmente representativos de diversos sectores de la sociedad. De manera que se avance en la reconciliación nacional, cuando entre diferentes se entiendan con acuerdos de poder, programáticos, consecuentes, eficaces, bajo los principios del bienestar general y de distintos propósitos comunes sociales que generen expectativa de transformación y esperanza de cambio en este pueblo que no aguanta más frustración, que quiere salir del fango.

Una democracia de tres tercios como la que alguna vez se experimentó  en Chile en su período de transición, en la que no haya en los cuerpos colegiados de elección popular, una mayoría aplanadora sino espacios de concertación hacia una gobernabilidad consensuada, en la que las decisiones admitan debate y tengan los debidos controles sociales y políticos que garanticen estabilidad, seguridad jurídica y libertad.

Una nueva gobernanza, en la que se pueda opinar, exigir, denunciar, debatir sin que se elimine al contrario. En la que haya un esquema gobierno – oposición que dé píe a nuevos debates, más trascendentales sobre las reformas estructurales que pide a gritos el país nacional y que muchas veces las ha impedido el país político. En la que haya un relevo generacional en la política y se erradiquen viejas prácticas excluyentes. En la que participen otras fuerzas por tradición sin voz y que se recreen nuevas mayorías sociales y políticas que se reconcilien entre sí bajo objetivos altruistas, pero ojo, sin desconocer sus diferencias.

Al final de cuentas, una nueva Colombia en la que seamos arquitectos de nuestro propio destino, sin dejar a un lado diversos ejemplos de transición como los de Chile y Sudáfrica; en la que coyunturas como la de la Unidad Nacional represente a un punto del péndulo, y que tanto las extremas derechas como las izquierdas, se definan en la institucionalidad, permitiendo que se fortalezcan nuevas fuerzas democráticas, ciudadanas, orientadas a consolidar el Estado Social de Derecho a través de la capacidad de negociación y de toma decisiones en pactos sociales, sopesados en el pluralismo, el fortalecimiento de unas instituciones modernas e incluyentes y en una democracia abierta, al alcance de la multitud. En esa vía, se pondrían las primeras piedras para avanzar hacia “un país más justo, moderno y seguro”. Sin embargo, esta eventualidad sólo la definirían en un futuro las urnas y, como diría Bobbio, las demás reglas procedimentales de la democracia.

Adenda:

¡Fuerza Mandiba! Su legado perdurará por siempre. Líder de líderes; ejemplo a seguir para el mundo; prócer de la paz y amo de las llaves de lo que será este nuevo siglo. Oro por la salud del gran Nelson Mandela: Sus principios, humanismo y herencia de paz, hacen creer que otro mundo sí es posible.

Santa Marta, 12 de junio de 2013.


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