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Yo, Presidento

Por Octavio Quintero  

Circula en la Red una discusión gramatical bien interesante relacionada con los nuevos términos en masculino y femenino que se vienen imponiendo en el habla y la escritura recientes. Y uno de los ejemplos más debatidos es el nuevo término de ‘presidenta’ que se asigna a la mujer

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Por Octavio Quintero  

Circula en la Red una discusión gramatical bien interesante relacionada con los nuevos términos en masculino y femenino que se vienen imponiendo en el habla y la escritura recientes. Y uno de los ejemplos más debatidos es el nuevo término de ‘presidenta’ que se asigna a la mujer

que preside un gobierno o una empresa.

En el primer caso se defiende que el término ‘ente’ viene a ser el participio activo del verbo ser y en ese orden de ideas, al que preside se le debe llamar «presidente» y nunca «presidenta», independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.

En el segundo caso se discute que ‘ente’ no es el participio activo del verbo ser y se afirma que el único participio que actualmente tienen los verbos en español, de forma general, es el que se denomina ‘participio perfecto’ (por ejemplo ‘sido’, para el verbo ser, o ‘comido’ para comer).

Buscando razones en distintas opiniones subidas a la Red, un pragmático en el habla pudiera suscribir ésta: “La gramática es útil, si no se exagera. Una vez adquirido un conocimiento básico, se aprende una lengua solo hablándola; y sobre todo, no amargándose la vida con un análisis que no sirve para nada.

Claro que las discusiones son buenas, pero hasta la suficiente ilustración. De ahí en adelante se vuelven entelequias bizantinas demasiado sutiles que la opinión popular termina por ignorar.

No se trata de echar al cesto la sintaxis cuando se reconoce que la evolución idiomática del castellano, y en general de todas las lenguas y dialectos, ha respondido mucho a la presión del vulgo, tanto más hoy en medio de la globalización técnica y tecnológica en todos los campos de la humanidad.

No vamos a alargar esto. Digamos nada más que hace apenas unas décadas no se conocían mujeres presidiendo gobiernos por elección democrática; ni en la medicina y casi que en ninguna carrera profesional; tampoco en política ni menos, mucho menos, la mujer había conquistado el estatus de hoy.

Si mujer es sinónimo de género femenino, y si esa mujer ha conquistado el mundo y las actividades que antes detentaban los hombres, resulta razonable y práctico que el habla de hoy les reconozca género a lo que hacen: presidenta, médica, abogada, senadora y así sucesivamente, hasta donde aguante la fonética.

Contrario sensu, no es que porque hoy digamos cada vez más de una mujer que preside ‘presidenta’, vayamos a decir de un hombre que preside ‘presidento’… Eso no suena bien, como sí suena decir médico y médica; abogado – abogada; senador –senadora, aunque todavía nos resistamos a oír bien desinencias como jueza y concejala, o que quizás vayamos a requerir más tiempo en aceptar otros términos femeninos como gerenta.
Los ortodoxos recurren a ejemplos que son ridículos, sugiriendo que si aceptamos decir mujer madura y hombre maduro también debiéramos decir mujer taxista y hombre taxisto, locución que por simple oído la gente no diría aunque fuera correcto.

Fin de folio.- Un tozudo se puso a buscarle cinco patas al gato hasta que se las encontró.

5 de noviembre de 2013.

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