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¿Mercosur busca un ALCA con la Union Europea?

Por Jorge Marchini / CIGES  

El Tratado de Libre Comercio (TLC) entre el Mercosur y la Unión Europea impulsado por Brasil,  cuyas cláusulas son iguales a las del ALCA y se están tratando en forma reservada, solo traerá aparejado cierres de fábricas, desocupación y pobreza, como ya ocurre en Colombia y México.

La trascendencia de las negociaciones en marcha  para la firma  de un  acuerdo de liberalización económica y comercial del MERCOSUR con la Unión Europea (UE) requiere que sus alternativas  sean conocidas

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Por Jorge Marchini / CIGES  

El Tratado de Libre Comercio (TLC) entre el Mercosur y la Unión Europea impulsado por Brasil,  cuyas cláusulas son iguales a las del ALCA y se están tratando en forma reservada, solo traerá aparejado cierres de fábricas, desocupación y pobreza, como ya ocurre en Colombia y México.

La trascendencia de las negociaciones en marcha  para la firma  de un  acuerdo de liberalización económica y comercial del MERCOSUR con la Unión Europea (UE) requiere que sus alternativas  sean conocidas

en forma amplia  y puestas en debate público. Deben eliminarse  sin más demora  los niveles de confidencialidad que hoy exigen los negociadores  europeos y,  paradójicamente,  defienden como “comprensible” voceros del establishment local que  no temen criticar públicamente (¿o cínicamente?)  “la falta de  transparencia” o reclamar “mayor control  democrático de la gestión pública”.  Existe el peligro de aceptar   una negociación  a libro cerrado y como hecho consumado,  para luego recién ser puesta a consideración pública y parlamentaria.

Es necesario reconocer que la negociación MERCOSUR-UE tiene una enorme importancia estratégica. Se trata de vínculos de sociedades y economías con enormes potencialidades de  cooperación y complementación.  No hay duda que mejorar y ampliar  las relaciones entre  dos regiones tan importantes debe ser un objetivo prioritario con  claves geopolíticas.

De todas formas, un acuerdo de libre comercio (TLC) con condiciones similares a las  que la  UE ha establecido para otros países latinoamericanos -por ejemplo, los puestos en marcha recientemente con Colombia y Perú-  podría ser absolutamente  contradictorio con los propósitos de desarrollo económico independiente que han proclamado en forma reiterada los gobiernos  y  tantas  declaraciones orgullosas de los principales líderes de la región   por haber rechazado la propuesta de un acuerdo similar, el ALCA,  en el 2005. Aun si se lo denominara con un eufemismo tal como  “acuerdo de cooperación económica”, muchas de sus condiciones y exigencias podrían ser aún más severas que las planteadas entonces  por el  impositivo gobierno de George W. Bush.

¿Abrirse a cambio de qué?

Es necesario destacar  que los  aspectos comerciales son  sólo uno de los capítulos, y tal vez no el más importante, de las negociaciones en marcha.  Aun  sin contarse  con información  detallada imprescindible,   pero sí el  antecedente de  acuerdos similares negociados por la UE recientemente,  es posible suponer  que la UE estaría  solicitando  que se comprometa la eliminación reciproca  en un corto plazo de los  tributos de más del 80% del espectro arancelario.

Con toda seguridad, aunque pudiera otorgar algunas concesiones  y promesas, la UE seguirá sosteniendo subvenciones y protección a su  sector agrícola. Se privaría así a los países del MERCOSUR el poder  alcanzar el que sería el  beneficio comercial esperado más importante  a cambio de una apertura inédita  masiva de los mercados locales a una competencia abierta  de una economía más  desarrollada, sobre todo evidente para muchísimos productos industriales y servicios. Se repetiría, aun en un grado mayor, un escenario de graves descompensaciones económicas  que hoy observamos en la misma Europa por las asimetrías entre los países del norte  respecto a los de sur y del este.

En forma engañosa suele afirmarse que se trataría sólo de  una negociación comercial. No es así, la mayor parte de los temas en discusión  son de carácter estructural y comprometen  el conjunto de la economía en aspectos críticos tales como: servicios, patentes, propiedad intelectual, compras públicas, inversiones y competencia. La  eventual provisión del  tratamiento de “nación más favorecida” a  los países de la UE, aun si se incluyeran salvaguardas de excepción,  vulneraría  los muy  proclamados objetivos  de  defender y priorizar el fortalecimiento de empresas regionales y la diversificación de matrices productivas.  Aun si continuaran  los discursos industrialistas, se  inhibirían para los países del MERCOSUR estrategias y políticas públicas elementales de desarrollo económico,  utilizadas históricamente también por los países europeos, como ser: la sustitución de importaciones,  priorizar el compre nacional, brindar  créditos diferenciales para el desarrollo de regiones o sectores nacionales  más desfavorecidos. El futuro de nuestros países puede  ser completamente comprometido  por una mala negociación    

Por lo pronto, las exigencias de este tipo de acuerdo de inhibir decisiones  soberanas  independientes para introducir cambios legislativos, arancelarios, financieros o impositivos, vulnerarían la capacidad elemental de nuestros países para priorizar la integración con América Latina y  reasignar en forma estratégica para la diversificación productiva y el mejoramiento social  rentas diferenciales  obtenidas por la explotación de recursos agropecuarios, mineros y energéticos.

¿Dónde están los análisis costo-beneficio?

De forma de poder  decidir qué tipo de entendimiento  con Europa es posible y conveniente para el   MERCOSUR resulta imprescindible que los gobiernos, entidades sectoriales, partidos políticos  y organizaciones sociales y académicas que proclaman defender el interés nacional y regional no se dejen llevar por enunciaciones superficiales y se convoquen inmediatamente análisis serios, tanto generales como regionales y sectoriales,  que incluyan el estudio de los efectos  estructurales de corto y largo plazo y planteen posibles alternativas superadoras de negociación. 

En lo inmediato, es preciso contraponer ultimatismos (ej.: afirmar que debe negociar ahora o nunca),  posibles maniobras  (ej.: eventuales amenazas de proponer negociaciones “multiparte” en forma independiente, tal como lo hizo con la Comunidad Andina, para romper la unidad del MERCOSUR), o la lisa y llana distorsión de la realidad  (ej.: no aclarándose que las consecuencias económicas reales de la finalización de preferencias arancelarias por parte de la UE  a partir del 1° de enero para Argentina, Brasil y Uruguay serán  marginales y pueden ser asimiladas sin dificultad).

Existen antecedentes internacionales que deben también estudiarse de opciones más equilibradas para la negociación con la Unión Europea y otros países y regiones más industrializados para superar, y no para ahondar, desequilibrios estructurales.

No debe seguir  una negociación crucial con la Unión Europa  sólo en  manos de un grupo pequeño de “especialistas” y la presión de grupos de interés o  medios de comunicación superficiales o  sectorizados por posiciones ideológicas o  intereses económicos particulares, como se ha repetido a lo largo de la historia latinoamericana.  

José Antonio Ocampo  quien fuera Ministro de Hacienda de su país, Colombia,  y Secretario General de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas) señaló recientemente “las negociaciones internacionales deben tener visión estratégica, ahora hay una indigestión de TLC, pues firmamos donde se nos ocurra sin el suficiente estudio y discusión sobre su conveniencia”. Que no nos ocurra lo mismo. Aprendamos de la experiencia.

CIGES, Buenos Aires.

 

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