Columnistas

La guerra y el tratamiento mediático. A propósito de un informativo de Caracol TV

Por Roberto Romero Ospina  

No nos  cansaremos de repetir en nuestras clases de periodismo, en talleres populares de redacción y en cuanto sitio donde se hable de los medios,  de una observación crítica sobre el tratamiento  que los dos grandes noticieros de televisión, RCN y Caracol, en especial en sus emisiones del medio día y los fines de semana,  le dan a la agenda informativa del país.

Estos, machaconamente, dedican casi siempre su principal tiempo en los preciosos minutos iniciales, (el lead, en el argot periodístico) a los hechos menos trascendentales de la vida nacional evadiendo los asuntos fundamentales.

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Por Roberto Romero Ospina  

No nos  cansaremos de repetir en nuestras clases de periodismo, en talleres populares de redacción y en cuanto sitio donde se hable de los medios,  de una observación crítica sobre el tratamiento  que los dos grandes noticieros de televisión, RCN y Caracol, en especial en sus emisiones del medio día y los fines de semana,  le dan a la agenda informativa del país.

Estos, machaconamente, dedican casi siempre su principal tiempo en los preciosos minutos iniciales, (el lead, en el argot periodístico) a los hechos menos trascendentales de la vida nacional evadiendo los asuntos fundamentales.

El libreto comienza por las noticias de robos a supermercados, un asalto a un apartamento, el atraco callejero, la sustracción de un celular, aquel accidente de tránsito sin graves consecuencias. Y  siempre con las imágenes de las cámaras de seguridad y los videos de la Policía tomadas en el lugar de los hechos.

Sin embargo, el sábado 23 de mayo  Caracol se pasó de la raya. Literalmente. En una jornada noticiosa en la que el centro de la información  tendría que ser obligatoriamente la maltrecha situación de lo que ellos llaman  equivocadamente  “el orden público” tras el anuncio del fin de la tregua unilateral por parte de  las FARC, la cadena dedicó sus primeros exactos 24 minutos al relato de seis o siete robos sin mayor importancia.

En este espacio del medio día Caracol cuenta con un no despreciable rating del 14%, es decir una audiencia de más de seis millones de televidentes.

Y a las 12: 54 de la tarde, después de casi media hora de  intrascendencia,  se le dio paso al enviado especial a La Habana para que en escasos dos minutos tocara el asunto más serio que enfrentan hoy los colombianos y cuando ese mismo día una decena de guerrilleros habían muerto tras otro bombardeo en cercanías de Segovia, Antioquia, que se sumaba al ataque  a las FARC, en Guapi,  Cauca, con el saldo conocido de 26 insurgentes muertos.

Luego se saltaría al sepelio de las víctimas de Salgar  y de ahí a la franja de los deportes para completar el cuadro de las distracciones. Se cumplía así con el libreto de siempre: los temas capitales no deben ocupar el primer plano o mejor, las preocupaciones del televidente tienen que  ser otras  o  convertirlas como tales una lesión  de James, por ejemplo, y   que en últimas solo debe afectar los negocios del Real Madrid y no la salud política de todo un país.

Este sábado de consternación informativa de Caracol televisión, RCN contrastó. Es justo reconocerlo. A las pocas semanas de asumir la dirección Claudia Gurisatti, tan estigmatizada por sus conexiones y respaldo al senador Uribe con todo lo que implica para un medio masivo de información, en este caso  demostró coherencia y profesionalismo.

RCN abrió con los relatos tras la ofensiva militar en el Cauca y Antioquia, mostró varios ángulos en un espacio de más de veinte minutos,  posibilitando una mejor visión de los graves hechos.

¿Será que en los  consejos de redacción, que preparan  con mucha antelación el orden noticioso  con sus respectivos valores,  a un periodista  no se le ocurre una presentación distinta de privilegiar  unos  asuntos solo dignos de la baranda de una comisaría?

Sabemos que sí hay tales propuestas ligadas con el realismo y sobre todo  con una mínima decencia informativa,  pero los directores de los noticieros cumplen el cartabón: esta es la agenda y punto.

Semejante comportamiento no es casual. Ya nos lo había explicado con lujo cientista Noan Chomsky, el reconocido lingüística y uno de los más grandes estudiosos del papel de los medios en su célebre estudio Las 10 estrategias de la manipulación mediática, cuyo primer aparte encaja perfectamente con el comportamiento de los medios hegemónicos en Colombia.

Chomsky señala que “el elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes”.

Y añade que esta manipulación  es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales en todas las áreas de la sociedad. 

“Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a la granja como los otros animales”, tal es el fin este manoseo mediático que vieron los televidentes en el lamentable espacio noticioso de Caracol TV que comentamos.

Los medios de prensa, notarios cotidianos de la sociedad, pueden servir de valioso instrumento en la búsqueda de la verdad del drama del terror que ha vivido el país en más de medio siglo, pero también pueden ser una herramienta de alteración o de invisibilización consciente de los acontecimientos.

No se puede ver a los medios como entes por encima de la sociedad sino como aparatos ideológicos, que tienden a reproducir el sistema imperante. Entonces, la explicación al fenómeno de la violencia (y su registro), es visto con otros ojos según los intereses que defiendan los propietarios. Es claro que los grandes medios amparan a ultranza el statu quo y no buscan, por ejemplo, entrar en contradicción con el poderoso estamento de las fuerzas militares, que incluso, aportan con buenas sumas la torta de la publicidad de los rotativos, canales de TV y la radio.

Obsérvese cualquier noticiero de televisión y prácticamente la totalidad de las informaciones sobre “orden público” provienen de los militares y policías, que envían los videos de sus acciones que se reproducen sin ningún elemento crítico. Con certeza describía así la situación el periodista Carlos Chica en un foro reciente: “Se puede comprobar que las Fuerzas Armadas son la fuente principal de información sobre el conflicto armado en Colombia, y, sin embargo, ni las fuerzas del orden, ni los medios, ni la sociedad, en general, han sido conscientes de que ese es un saber y un bien público, que, por lo mismo, debe cumplir con altas exigencias de veracidad y de oportunidad”, veracidad y oportunidad que por cierto nos vimos estee sábado en Caracol.

Los grandes medios se convierten en distorsionadores de la verdad y bajo semejante presupuesto el investigador no podrá tener como un referente serio las páginas de los rotativos o los registros de los noticieros de televisión.  Se asiste en la última década a un fuerte unaninismo mediático alrededor del apoyo incondicional a las acciones del establecimiento en su tratamiento al “orden público”, “a una titulación de la información sobre el conflicto desde el deseo de ganar la guerra de directores y dueños de medios, que muchas veces, presa de ese deseo, pierden la objetividad en el cubrimientos del conflicto cayendo en la lógica de la propaganda gubernamental o del actor militar institucional.
La insurgencia ha intentado contribuir a que se le de otro tratamiento mediático a las conversaciones de paz y al conflicto mismo  y  el gobierno ha procurado que la audiencia tenga de primera mano una explicación adecuada del curso de las negociaciones en los programas del canal institucional con presencia de figuras como Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo.

A raíz de los acontecimientos del Cauca, precisamente Pastor Alape, uno de los voceros de las FARC recordó que  “hemos venido convocando a algunos directores de medios a mostrar que estamos interesados en que se construya la paz, y que para eso se requiere el compromiso de los medios, no para censurarlos o para que modifiquen la información, sino para que sea una información sana y con base en la realidad, y que la objetividad periodística sea la base de la información, y no la manipulación y la mentira.”

Los directores invitados y cuya visita a La Habana contaba con el respaldo  de la Presidencia, prefirieron no ir. Parece que prefieren continuar con la estrategia que reveló Chomsky.

El Canal Capital por estos días, en su programa Primer Café,  había tocado el tema convocando al debate.  Su director,  Antonio Morales planteó las preguntas: “¿Son los medios hegemónicos actores del conflicto? ¿Ellos desarmados, le deben al país, verdad justicia y reparación por lo que por acción o por omisión han causado en términos de violencia y de muerte?” Un tema candente que no se puede soslayar más.

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