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Chantaje. ¿Qué vale más: la plata de los gringos o la vida de miles de personas?
Por Paola Ochoa Amaya / El Tiempo
Es la regla universal del Tío Sam: no hay almuerzo gratis. Mientras Kerry se reunía con Santos en Londres para expresarle su apoyo al proceso de paz, en Estados Unidos el Congreso chantajeaba a nuestro país de manera vulgar: o se deja quieto el precio de la principal droga contra el cáncer o los 450 millones de dólares de ayuda gringa a Colombia corren el riesgo de evaporarse.
Una amenaza que salió a la luz pública el jueves pasado, cuando ‘The Huffington Post’ filtró un memorando interno de la Cancillería colombiana: “Dada la directa relación que hay entre un grupo significativo de congresistas con la industria farmacéutica en EE. UU., el caso de Glivec es susceptible de escalar hasta el punto de crear un inconveniente en la aprobación de los recursos de la nueva iniciativa denominada Paz Colombia”.
Por Paola Ochoa Amaya / El Tiempo
Es la regla universal del Tío Sam: no hay almuerzo gratis. Mientras Kerry se reunía con Santos en Londres para expresarle su apoyo al proceso de paz, en Estados Unidos el Congreso chantajeaba a nuestro país de manera vulgar: o se deja quieto el precio de la principal droga contra el cáncer o los 450 millones de dólares de ayuda gringa a Colombia corren el riesgo de evaporarse.
Una amenaza que salió a la luz pública el jueves pasado, cuando ‘The Huffington Post’ filtró un memorando interno de la Cancillería colombiana: “Dada la directa relación que hay entre un grupo significativo de congresistas con la industria farmacéutica en EE. UU., el caso de Glivec es susceptible de escalar hasta el punto de crear un inconveniente en la aprobación de los recursos de la nueva iniciativa denominada Paz Colombia”.
No se trata de cualquier pendejada. Glivec es el principal medicamento para combatir la leucemia en Colombia. La propuesta del ministro de Salud, Alejandro Gaviria, es bajar su precio a la mitad. Y la razón es elemental: su precio está por las nubes y desangrando el sistema de salud nacional. Pero la multinacional Novartis se niega a bajar el precio de manera retrechera y por eso se fue a hacer ‘lobby’ en el Congreso gringo, rendido históricamente a los intereses de las farmacéuticas.
Cómo será el poder tan descomunal de esta industria que los tres candidatos en la recta final a la Casa Blanca coinciden todos en este tema. Hillary Clinton, Donald Trump y Bernie Sanders han hablado en esta campaña de la sevicia y ambición de la industria farmacéutica y de cómo se ha adueñado del Congreso norteamericano. Esa y la industria armamentista son los dos grandes ‘lobbystas’ en Washington.
Colombia ya lo ha sufrido en carne propia en el pasado. Así sucedió en la década anterior, cuando el Congreso norteamericano aprobó la extensión de las preferencias arancelarias de Estados Unidos a los productos colombianos. El chantaje era igualito al de ahora: o le dábamos más gabelas a las multinacionales farmacéuticas, o no había más Atpdea para Colombia. Lo mismo sucedió con la negociación del TLC: o endurecíamos las normas sobre protección de patentes de medicamentos —en detrimento de los medicamentos genéricos— o no había Tratado de Libre Comercio. ¡Bonitas rodilleras las que tenemos!
Estados Unidos siempre ha esgrimido el mismo cuentico: el de la propiedad intelectual y la supuesta protección de patentes de medicamentos. Pero yo me pregunto si son más importantes los 450 millones de dólares del Paz Colombia que la vida de miles de colombianos que cada año mueren de leucemia por no poder acceder al alto precio del principal medicamento para tratar semejante tragedia.
Ahí están pintados los gringos. Siempre regalándonos plata por un lado, para cobrarnos más por el otro. Así ha sido con la ‘ayuda’ desinteresada del Plan Colombia: 10.000 millones de dólares que les pagamos con la compra de toneladas de armas, centenares de aviones y helicópteros a empresas norteamericanas. Eso por no hablar de las docenas de equipos de telefonía e interceptaciones, millones de dólares en herbicidas para las benditas fumigaciones y una larga lista de asesorías y consultorías con las agencias de cooperación norteamericanas.
No hay almuerzo gratis, dice el Tío Sam. Pero a mí me parece absurdo que en Colombia prefiramos cambiar un puñado de dólares por la vida de millones de personas. La vida no tiene precio.
@PaolaOchoaAmaya
El Tiempo, Bogotá.