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COLOMBIA DESDE EL SATÉLITE

Si a Estados Unidos o a un país de su nivel se le toma una fotografía desde un satélite, en la imagen aparece un océano de modernidad, desarrollo y riqueza, en el que hay unas cuantas islas de atraso, que también existen, muy distantes de los avances que predominan en sus territorios. Si la misma foto se le saca a Colombia, sale lo contrario: un océano de atraso, subdesarrollo y pobreza, salpicado con unos cuantos islotes de modernidad, parecidos a los océanos de los países desarrollados. 

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Si a Estados Unidos o a un país de su nivel se le toma una fotografía desde un satélite, en la imagen aparece un océano de modernidad, desarrollo y riqueza, en el que hay unas cuantas islas de atraso, que también existen, muy distantes de los avances que predominan en sus territorios. Si la misma foto se le saca a Colombia, sale lo contrario: un océano de atraso, subdesarrollo y pobreza, salpicado con unos cuantos islotes de modernidad, parecidos a los océanos de los países desarrollados. 

 

Por Jorge Enrique Robledo / @JERobledo

Si a Estados Unidos o a un país de su nivel se le toma una fotografía desde un satélite, en la imagen aparece un océano de modernidad, desarrollo y riqueza, en el que hay unas cuantas islas de atraso, que también existen, muy distantes de los avances que predominan en sus territorios. Si la misma foto se le saca a Colombia, sale lo contrario: un océano de atraso, subdesarrollo y pobreza, salpicado con unos cuantos islotes de modernidad, parecidos a los océanos de los países desarrollados. Esta es la lamentable realidad nacional, así intenten negarla, mirándose a sus ombligos y actuando como propiciadores o víctimas del cuidadoso lavado de cerebro de los últimos años, que aquí y en todas partes metió el cuento neoliberal de que se estaban superando las causas del subdesarrollo, fábula en la que mucho se usó el fraude del llamado “milagro chileno”, el mismo que acaba de desenmascararse.
 
En términos de productos percápita, aquí estamos en 6.400 dólares y Estados Unidos y sus pares rondan por 40, 50, 60 mil, con esas enormes diferencias actuando a favor de ellos cada año y por décadas. Allá disfrutan de numerosas y grandes empresas con avanzados desarrollos industriales y agropecuarios, ciencia y tecnología de punta, alta productividad del trabajo, bajos desempleos, salarios mayores y vigorosos mercados internos. En Colombia, por el subdesarrollo de su capitalismo, pulula todo lo contrario, según lo ilustra el hecho escandaloso de que el desempleo y la informalidad son del orden del 70 por ciento. ¿Puede estar bien una economía de mercado en la que tantos no pueden aportarle con fuerza a la creación de riqueza ni tienen la capacidad de compra suficiente para ayudar a dinamizarla?
 
El atraso predominante también está en la base de la extendida y profunda corrupción nacional, incluidos los fraudes con los que por norma ganan las elecciones aunque gobiernen muy mal, al igual que una de las mayores desigualdades sociales del mundo, desigualdad que también es causa y consecuencia del capitalismo subdesarrollado y de amigotes característico de Colombia.
 
Incluso la minería lleva esta impronta. Porque mientras que en los países avanzados la minería le suma al progreso del agro y la industria, aquí tienen el objetivo imposible e idiota de reemplazarlos con ella, hasta el punto de usarla para revaluar la moneda y hacerles daño. Solo a la tecnocracia neoliberal criolla, tan protegida por sus mandantes, se le puede ocurrir que con la minería sola –¡un producto no renovable, que se acabará inexorablemente!– puede construirse un país próspero, y más cuando el grueso de esos ingresos se despilfarra en clientelismo y politiquería.
 
Las crisis periódicas de los países capitalistas desarrollados obedecen a la mucha riqueza que generan, en tanto la crisis permanente de los subdesarrollados se explica porque crean muy poca. No habrá solución a ninguno de los problemas nacionales si no se empieza por crear más riqueza y empleo, crear más riqueza y empleo y crear más riqueza y empleo. Quien se apegue a la experiencia reconocerá que no puede pretenderse que, con una pobreza africana, las calles colombianas se parezcan a las europeas.
 
Puede demostrarse que en Colombia ningún gobierno se ha propuesto modernizar el país de verdad. Aquí, cuando mucho, se han estimulado modernizaciones parciales, capaces de enriquecer a algunos pero no de permitirle a la Nación desplegar toda su potencialidad para crear más riqueza y empleo. Es falso que quienes han gobernado se hayan propuesto que el país se parezca a los desarrollados. Y se sabe que lo que ordenan las potencias que controlan la OCDE y los demás poderes globales es: “Hagan lo que les decimos, no lo que hacemos”.
 
Empezar a sacar a Colombia de su crisis perpetua, que puede llevarnos hasta un Estado fallido, exige un acuerdo nacional como los que se han dado en las naciones exitosas –entre trabajadores, campesinos, indígenas, clases medias asalariadas, empleados por cuenta propia y empresarios–, tendiente a lograr un país que cree más riqueza y empleo, sea más democrático, no tolere ninguna corrupción, cuide su medio ambiente y no deje de relacionarse con los demás países del mundo, entre otros puntos importantes.
 
Bogotá, 8 de noviembre de 2019.

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