Conecta con nosotros

Nacionales

Docentes, el nuevo objetivo de las ‘Bacrim’

Revista Semana  

Las bandas criminales se han dedicado a extorsionar a los profesores porque descubrieron que pese a sus bajos salarios son buenos ahorradores.

Los maestros han sido uno de los gremios más azotados por la guerra en Colombia. Y ahora, cuando pensaban que iban a tener un respiro por el clima de paz que intenta imponerse, les cayó otra plaga: la de las vacunas.

Se ha vuelto común que, en ciertas zonas del país, los profesores reciban llamadas de quienes dicen pertenecer a los Urabeños

Publicado

en

Revista Semana  

Las bandas criminales se han dedicado a extorsionar a los profesores porque descubrieron que pese a sus bajos salarios son buenos ahorradores.

Los maestros han sido uno de los gremios más azotados por la guerra en Colombia. Y ahora, cuando pensaban que iban a tener un respiro por el clima de paz que intenta imponerse, les cayó otra plaga: la de las vacunas.

Se ha vuelto común que, en ciertas zonas del país, los profesores reciban llamadas de quienes dicen pertenecer a los Urabeños

o a los Rastrojos. Les piden entre 2 y 5 millones de pesos y dan detalles de sus sitios de trabajo, de sus residencias y de sus familias.

A finales de 2010 se dieron los primeros síntomas del problema. En Puerto Berrío, Antioquia, el profesor Duvián Rojo denunció que estaban extorsionando a 20 maestros, incluido él. Luego, lo mataron con su esposa, y quedaron huérfanos tres niños. Entre 2011 y 2012, en Antioquia se dieron 100 casos más. Y el año pasado, en Córdoba, 189 profesores de tres municipios advirtieron sobre lo mismo. En Caldas, Cundinamarca y Tolima, 23 profesores denunciaron hace un año que un hombre que decía ser Carlos, de los Urabeños, les dijo que los iba a matar si no le hacían llegar entre dos y cinco millones de pesos.

El Gaula indagó este último caso. Encontraron que las secretarías de Educación habían recibido llamadas de personas que se hacían pasar como representantes de organismos humanitarios interesados en hacer donaciones a las escuelas. Pidieron datos de los profesores con el argumento de hacerles capacitaciones y les entregaron las bases de datos. Luego vinieron las amenazas y la extorsión. Algunos cedieron y consignaron el dinero en casas de giros.

Los investigadores rastrearon la ruta del dinero y encontraron que cinco mujeres cobraban los giros en Medellín y luego consignaban plata a nombre de alias J.J, un interno de la cárcel Picaleña, en Ibagué. Él había armado el plan para tener las bases de datos de los maestros y era quien llamaba a los profesores desde su celda. El pasado 19 de febrero capturaron en Medellín a las cinco mujeres que conformaban la banda, conocida como las Gatas.

Lo que hasta ese momento nadie se explicaba era por qué extorsionaban a los profesores, que no reciben altos salarios. La investigación encontró el motivo. “Los extorsionistas suelen estudiar el comportamiento de los gremios. Y las llamadas ‘vacunas’ se enfocan en ciertos sectores”, explicó a SEMANA el general Humberto Guatibonza, director del Gaula.

Los extorsionistas encontraron en los maestros un ‘nicho’. De acuerdo con Fecode, el gremio tiene una juiciosa cultura del ahorro. En todo el país hay unos 300.000 profesores afiliados a 32 sindicatos y en cada uno hay cooperativas donde guardan dinero y reciben préstamos fácilmente. “Además de ser ahorradores, los maestros son fáciles de intimidar, en parte porque han sido víctimas durante años y porque no están acostumbrados a tratar con delincuentes”, comentó un investigador.

En otras partes del país se han resuelto casos muy parecidos. Desde una cárcel en Santander, alias Ronald llamaba a sus víctimas haciéndose pasar como jefe de los Urabeños y entre 2012 y 2013 alcanzó a cobrar 250 millones de pesos a profesores de Montería, Sahagún, Tierralta, Valencia, Cereté, Planeta Rica y Puerto Escondido en Córdoba y en otros municipios de Antioquia, Santander, Norte de Santander y en Bogotá. Dos mujeres cobraban el dinero de las extorsiones en casas de giros, una en Medellín y otra en Bogotá, y fueron capturadas en junio del año pasado.

Otro caso idéntico es el de una mujer que fue condenada a 17 años de cárcel por recibir en Puerto Boyacá el dinero que consignaban en casas de giro diez profesores de una escuela en Belalcázar, Caldas. Ella ni siquiera conocía ese sitio, pero resultó siendo culpable de la extorsión que alguien hacía desde la cárcel Picaleña.

El general Guatibonza aconseja no ceder a la intimidación. Pero el gremio de los maestros tiene serios motivos para tener miedo: la historia ha demostrado que en los escenarios de conflicto enseñar es una labor de alto riesgo.

Revista Semana, Bogotá.

 

Continúe leyendo
Click para comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *