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El fantasma de la crisis ambiental

Por Rafael Colmenares / Semanario Caja de Herramientas   

Una prueba de que el Gobierno colombiano no toma en serio el asunto y sólo invoca el cambio climático para justificar su desidia a la hora de prevenir los desastres es que su participación en las conferencias internacionales sobre el tema se caracteriza por seguir dócilmente la posición norteamericana, que es la más atrasada en el asunto pues la potencia del norte ni siquiera firmó la Convención de Cambio Climático, ni el Protocolo de Kyoto.

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Por Rafael Colmenares / Semanario Caja de Herramientas   

Una prueba de que el Gobierno colombiano no toma en serio el asunto y sólo invoca el cambio climático para justificar su desidia a la hora de prevenir los desastres es que su participación en las conferencias internacionales sobre el tema se caracteriza por seguir dócilmente la posición norteamericana, que es la más atrasada en el asunto pues la potencia del norte ni siquiera firmó la Convención de Cambio Climático, ni el Protocolo de Kyoto.

La “maldita niña” da paso al “niño” atormentando el sueño de la prosperidad del presidente Santos. El cambio climático es una realidad que se asume con poco rigor y seriedad en el mundo y en Colombia, donde parece que fuera algo esotérico.

A nivel planetario nos encaminamos al peor de los escenarios y ya casi nadie piensa que el aumento de la temperatura, en este siglo, pueda contenerse en el límite de los dos grados centígrados, por encima del cual la situación pasará de grave a catastrófica. La última esperanza será la Conferencia de las Partes de la Convención de Cambio Climático a celebrarse en París el año entrante, la cual será precedida de la que tendrá lugar en Lima en los primeros días de diciembre próximo.

Entre tanto los hechos son cada vez más alarmantes. En 2012 se produjo la mayor tasa de deshielo en el Ártico, cuya capa de hielo ha quedado reducida a una cuarta parte1, en tan sólo tres décadas!

En el polo opuesto, “La Antártida está perdiendo 159.000 millones de toneladas de hielo cada año, según muestran tres años de observaciones del satélite CryoSat de la Agencia Espacial Europea (ESA), el doble de lo calculado en la última estimación”2, se informaba recientemente, advirtiendo que “los glaciares antárticos pueden haber pasado un punto de retroceso irreversible”3.

Hay que tomar en serio el cambio climático

En Colombia la sucesión de fenómenos “niño” y “niña” se han acelerado, sin duda, por el cambio climático. Hemos tenido tres de ellos en los últimos seis años. Pero, una prueba de que el Gobierno colombiano no toma en serio el asunto y sólo invoca el cambio climático para justificar su desidia a la hora de prevenir los desastres es que su participación en las conferencias internacionales sobre el tema se caracteriza por seguir dócilmente la posición norteamericana, que es la más atrasada en el asunto pues la potencia del norte ni siquiera firmó la Convención de Cambio Climático, ni el Protocolo de Kyoto y se ha encargado de entorpecer, dilatar y enredar las últimas Cumbres a donde asiste como invitada.

Bien valdría la pena evaluar la actuación de nuestra Cancillería y las respectivas delegaciones en estos eventos pues Colombia será, y es ya, uno de los países más afectados por el Cambio Climático4.

Las cifras de los daños ocasionados por la sequía de un fenómeno del niño que apenas comienza son tremendas. A las cuantiosas pérdidas económicas se añade el drama humano de los niños de La Guajira, que denuncia la Defensoría del Pueblo, con quince muertes ya entre los infantes. Por ahora la esperanza mas cierta de ayuda que tiene la población es la del Gobierno venezolano de Nicolás Maduro.

Resulta paradójico que este gobierno, considerado por la derecha colombiana y parte de la seudoizquierda, como el paradigma de la ineficiencia y el desastre sea el que acuda en socorro de 180.000 indígenas wayuu, con alimentos básicos a precios venezolanos, es decir subsidiados. Así lo anunció el Ministro de Minas, Amylkar Acosta, oriundo de la región, al término de la reunión presidencial, Santos – Maduro, que tuvo lugar la semana pasada en Cartagena.

El Gobierno contra las cuerdas

El alto gobierno fue confrontado el pasado martes 31 de Julio en la Cámara de Representantes y sus respuestas, a más de contradictorias, evaden los problemas de fondo y refuerzan la idea de que los fenómenos climáticos son una suerte de maldición irresistible.

El saliente Ministro de Agricultura, anuncia diques, canalizaciones, estructuras de almacenamiento de agua, y otras medidas ingenieriles que en el pasado han resultado ineficaces, además de costosas, y rodeadas de no pocos episodios de corrupción. De paso arremete contra los cultivos ineficaces, que no serán objeto de los subsidios que se prometen dentro del paquete de medidas para aliviar la situación del campo. Aunque no los menciona se adivina que los ineficaces son los cultivos propios de la economía campesina que aún abastece a buena parte de la población pobre del país. Habrá que estar alertas para que no se repitan los episodios de “agro ingreso seguro”, ahora por cuenta de las ayudas de emergencia.

La Ministra de Medio Ambiente, cuyos antecedentes para ocupar el cargo fueron su desempeño en el sector minero, privado y público, repitió un argumento otras veces esgrimido por los gobiernos: Colombia si es rico en agua pero esta es abundante en las regiones menos pobladas, mientras que la zona andina, la cuenca Magdalena – Cauca, densamente poblada, solo tiene el 26% de la oferta hídrica del país. Como quien dice ¡el agua esta donde no debería!

Ningún análisis sobre el proceso histórico de ocupación del territorio, qué lo ha impulsado, y qué ha implicado en cuanto alteración del ciclo hidrológico y como podría reorientarse. Como medida de prevención frente al próximo fenómeno del niño el Ministerio a cargo de Luz Helena Restrepo, a través del IDEAM, realizó un poco menos de treinta talleres en todo el país.

El Ministro de Minas, indudablemente el más perspicaz e ilustrado del trío que compareció al debate planteó varios sofismas. En primer lugar, que a partir del apagón de los noventa cuando Colombia dependía en un 86%, de las hidroeléctricas y en consecuencia una fuerte sequía ponía el sistema en jaque, se adelantó una política para aumentar las plantas térmicas que hoy contribuyen con el 37% de la generación eléctrica. Hace unos años los funcionarios se ufanaban de la matriz energética limpia de Colombia pues el agua es un recurso renovable y las hidroeléctricas no contaminan la atmósfera. Ahora se alaban las térmicas que funcionan con carbón cuya combustión implica la emisión de ingentes cantidades de dióxido de carbono, causante del efecto invernadero.

De paso el Ministro omite el daño ambiental que producen las hidroeléctricas como ya ocurre en Hidrosogamoso y ocurrirá en El Quimbo. No hace ninguna alusión a la generación de energía realmente alternativa como la eólica o la solar, para las cuales el territorio colombiano ofrece enormes ventajas. El Ministro garantiza que, en esta ocasión, no habrá apagón. Estaremos atentos a esta afirmación.

Rememorando la emergencia del Casanare de hace solo tres meses, Amylkar Acosta, exculpa a la explotación petrolera de la sequía que allí se presentó y anota que la causa es la deforestación de la vertiente oriental de la Cordillera. Paradójicamente la Agencia Nacional de Minas, dependiente de su mismo Ministerio continua otorgando títulos mineros en zonas de páramo y su homóloga de Medio Ambiente acaba de declarar que una delimitación más detallada de los páramos, a escala 1:25.000, prometida en el Plan de Desarrollo de Santos I, “no es tan viable”5.

Acosta, menos escatológico que Santos, advierte que la causa de los problemas es “la actividad antrópica”, eludiendo sin embargo calificarla. Pues es la actividad humana si, pero enmarcada en las relaciones sociales y las fuerzas productivas propias del capitalismo la causante de la profunda crisis ambiental planetaria en curso.

Prueba de lo anterior es que el deshielo ártico, reseñado al comienzo de estas notas, es visto por las compañías petroleras, entre ellas la Shell, como una oportunidad para extraer el petróleo y el gas existente en el Ártico. En el caso colombiano las compañías mineras, el agronegocio y la urbanización han deteriorado y continuarán haciéndolo el ciclo hidrológico del frágil territorio colombiano. El “desarrollo”, propio del sistema capitalista en su fase de globalización neoliberal, se expresa como contaminación por alto consumo energético y de materiales, en el primer mundo y en los BRICS, y como extractivismo altamente depredador y contaminador en países como Colombia.

Soldado advertido…

Uno a otro se suceden los informes que confirman el profundo deterioro de los ecosistemas colombianos. El 29 de Abril pasado, con motivo del día del árbol, la propia Ministra de Medio Ambiente, explicó que según estudios de la FAO, cada año se pierden en el mundo tres millones de hectáreas de bosque y en Colombia 295.892 hectáreas, equivalentes al área del Departamento del Quindío6.

Quince días después, el 13 de Mayo, fue dado a conocer el “V Informe Nacional de Biodiversidad de Colombia”, en cumplimiento de la obligación que compete a cada país miembro de la Convención de Biodiversidad, de presentar periódicamente el suyo. El documento no hace sino ratificar las tendencias de pérdida de especies y habitats que vienen observándose desde hace más de veinte años Se insiste nuevamente en la disminución de la cobertura vegetal, que según el informe decreció del 56,5% del territorio al 51,4% del mismo, en los últimos años. Se calcula en el 3,5%, anual del PIB, el costo del deterioro ambiental, cifra novedosa y alarmante. La síntesis del Informe podría ser: “pasamos los umbrales de irreversibilidad”, según la expresión de Lorena Franco, una de las autoras del estudio.

La cobertura vegetal es esencial para el adecuado funcionamiento del ciclo hídrico en un territorio en donde el agua fluye de las alturas a las llanuras. Eliminar la vegetación original, o sustituirla en gran escala por pastos y monocultivos, como se ha venido haciendo por terratenientes, mineros, agroindustriales y urbanizadores, entre otros beneficiarios de la destrucción, es gravísimo pues acelera la escorrentía. El agua arrastra a su paso el suelo y sedimenta los ríos pero ello no solo provoca inundaciones sino que impide la adecuada infiltración y recarga de los acuíferos7. Por ello, cuando sobreviene al sequía escasea el agua pues en el período lluvioso esta pasó de largo y no se alcanzaron los niveles requeridos de recarga.

El gobierno, que inicia su segundo período, no saca las consecuencias ni de las experiencias ni de los informes que elaboran sus propias agencias. No reformula sus políticas extractivistas pero tampoco se prepara si quiera para atender la emergencia que generan no tanto los fenómenos climáticos sino la enorme vulnerabilidad de nuestro territorio como consecuencia de la explotación a que ha sido sometido.

Última llamada

Mientras los rigores de la sequía ponen de presente una vez más la crisis ambiental colombiana, en España más de 250 ecologistas e intelectuales lanzaron el pasado 7 de Julio, el manifiesto “Última llamada”8 en donde señalan:

“Estamos atrapados en la dinámica perversa de una civilización que si no crece no funciona, y si crece destruye las bases naturales que la hacen posible. Nuestra cultura, tecnólatra y mercadólatra, olvida que somos, de raíz, dependientes de los ecosistemas e interdependientes”.

Añaden: “La sociedad productivista y consumista no puede ser sustentada por el planeta. Necesitamos construir una nueva civilización capaz de asegurar una vida digna a una enorme población humana (hoy más de 7.200 millones), aún creciente, que habita un mundo de recursos menguantes. Para ello van a ser necesarios cambios radicales en los modos de vida, las formas de producción, el diseño de las ciudades y la organización territorial: y sobre todo en los valores que guían todo lo anterior. Necesitamos una sociedad que tenga como objetivo recuperar el equilibrio con la biosfera, y utilice la investigación, la tecnología, la cultura, la economía y la política para avanzar hacia ese fin. Necesitaremos para ello toda la imaginación política, generosidad moral y creatividad técnica que logremos desplegar”.

Y advierten: “Pero a lo sumo tenemos un lustro para asentar un debate amplio y transversal sobre los límites del crecimiento, y para construir democráticamente alternativas ecológicas y energéticas que sean a la vez rigurosas y viables. Deberíamos ser capaces de ganar grandes mayorías para un cambio de modelo económico, energético, social y cultural. Además de combatir las injusticias originadas por el ejercicio de la dominación y la acumulación de riqueza, hablamos de un modelo que asuma la realidad, haga las paces con la naturaleza y posibilite la vida buena dentro de los límites ecológicos de la Tierra”.

¿Estamos los ambientalistas colombianos en mora de lanzar nuestra última llamada?

Edición N° 00411 – Semana del 8 al 14 de Agosto – 2014

1 Véase “El Ártico se deshiela por la explotación petrolera y amplia el efecto invernadero”, por Sylvia Uval, Barómetro Internacional, en www.rebelión.org , Ecología Social, 31-07-2014.

2 Véase www.rtve.es,  noticias ciencia y tecnología 19-05-2014

3 Ibídem

4 En la XVII Cumbre de la ONU sobre cambio climático, celebrada en Durban en 2011, se dieron a conocer los diez países con mayor Índice de Riesgo Climático. Colombia ocupa el tercer lugar, precedido por Pakistán y Guatemala y seguido por Rusia, Honduras, Omán, Polonia, Portugal, China y Tayikistán. Véase www.veoverde.com, 2-12-2011.

5 Véase, “En un mes entregaremos coordenadas de Santurbán”, entrevista a Minambiente, en www.vanguardia.com , 15 de Julio de 2014.

6 Véase www.vanguardia.com , 29 de Abril de 2014.

7 Véase al respecto: “Los Sedimentos del río Magdalena: Reflejo de la crisis ambiental”, Primera edición: Agosto de 2005, Fondo Editorial Universidad EAFIT.

8 Véase ultimallamadamanifiesto.worldpress.com

Semanario Caja de Herramientas.

 

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