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Nacional

El veto

Por Rodrigo Borja   

Fueron Franklin Roosevelt, Joseph Stalin y Winston Churchill, reunidos del 3 al 11 de febrero de 1945 en la célebre Conferencia de Yalta -poco tiempo después de terminada la Segunda Guerra Mundial-, quienes acordaron la regla de la unanimidad de los “cinco grandes” en las decisiones importantes

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Por Rodrigo Borja   

Fueron Franklin Roosevelt, Joseph Stalin y Winston Churchill, reunidos del 3 al 11 de febrero de 1945 en la célebre Conferencia de Yalta -poco tiempo después de terminada la Segunda Guerra Mundial-, quienes acordaron la regla de la unanimidad de los “cinco grandes” en las decisiones importantes

de la futura Organización de las Naciones Unidas, cuya fundación se acordó en aquella reunión. Y este principio se incorporó en el Art. 27 de su Carta fundacional en la conferencia de San Francisco de California pocos meses después por decisión de las cuatro potencias invitadoras y los 46 países invitados, de modo que las resoluciones que no sean de mero procedimiento en el Consejo de Seguridad -que es el órgano político de las Naciones Unidas y el único que puede disponer medidas militares- han de tomarse con el voto favorable de sus cinco miembros permanentes: Estados Unidos, Rusia, Francia, Inglaterra y China.

Hace pocos días varios oradores han vuelto a plantear en la Asamblea General el viejo tema de la supresión del derecho de veto de los “cinco grandes”. Un solo voto contrario de cualquiera de estos basta para desechar una resolución. Lo acabamos de ver en el caso de Siria: votaron Rusia y China en contra de la intervención de la comunidad internacional y con eso pararalizaron al Consejo de Seguridad como en los mejores tiempos de la guerra fría, en que casi por medio siglo ejerció el derecho de veto el representante de la Unión Soviética. Se tornó clásica en aquellos años la figura del embajador Jakov Malik, lápiz en alto, oponiéndose a las iniciativas de los Estados de Occidente. Durante los primeros 44 años de vida de la Organización Mundial la URSS ejerció el derecho de veto en 116 ocasiones, EEUU en 39, Inglaterra en 22, Francia en 15 y China en 4.

Se ha criticado acerbamente el famoso veto. Y no falta razón: su eliminación democratizaría la toma de decisiones en las Naciones Unidas. Pero la verdad es que sin él no hubiera podido ella fundarse ni sobrevivir en los tormentosos tiempos de la confrontación este-oeste y aun después. Cualquiera de las cinco potencias permanentes, al sentirse perjudicada por una resolución del Consejo de Seguridad, se habría retirado de la Organización Mundial y hasta la hubiera resistido militarmente, con gravísimo peligro para la paz mundial.

Paradójicamente, ella ha vivido gracias al veto. Y no es que no sean legítimas las propuestas de eliminarlo: es que son utópicas e impracticables en el juego de la geopolítica y geoeconomía internacionales. Me atrevo a afirmar que las Naciones Unidas -como organismo de dimensiones mundiales para formular, codificar y aplicar las normas del Derecho Internacional- no tendrían cinco minutos de vida si se suprimiera el veto. Todo lo demás es mero alarde retórico o ingenuidad enternecedora.

6 de octubre de 2013.

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