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Fajardo, en busca de lo imposible en la política
Sergio Fajardo Valderrama nació en Medellín, en 1956, en la orilla de las oportunidades en un hogar alejado de las comunas más desfavorecidas de su ciudad. Allí donde a numerosos niños los beneficios del Estado no les llegan y casi todos los que nacen pobres mueren pobres, muchos de ellos en las fauces de la violencia.
Sergio Fajardo Valderrama nació en Medellín, en 1956, en la orilla de las oportunidades en un hogar alejado de las comunas más desfavorecidas de su ciudad. Allí donde a numerosos niños los beneficios del Estado no les llegan y casi todos los que nacen pobres mueren pobres, muchos de ellos en las fauces de la violencia.
Sergio Fajardo Valderrama nació en Medellín, en 1956, en la orilla de las oportunidades en un hogar alejado de las comunas más desfavorecidas de su ciudad. Allí donde a numerosos niños los beneficios del Estado no les llegan y casi todos los que nacen pobres mueren pobres, muchos de ellos en las fauces de la violencia.
Transformar esa realidad, un imposible histórico, tiene a Fajardo batallando desde otro imposible, dignificar la política y, con ella, la administración pública, desde el “poder de la decencia”, como lo plantea en su libro del mismo nombre.
Es el hijo mayor de Mara Valderrama y Raúl Fajardo Moreno, uno de los arquitectos que diseñó y construyó el edificio Coltejer, un símbolo para Medellín y Antioquia. Don Raúl (q.e.p.d) de quien todo el mundo se sentía su amigo personal, porque a todos saludaba con igual respeto y cariño, era una persona sensible, creativa y disciplinada. “Nunca se peleó ni se resintió con nadie, tampoco habló mal y siempre gozó con los triunfos de los demás”. Así lo recuerda el arquitecto Laureano Forero, amigo entrañable, en uno de sus comentarios sobre don Raúl.
Sergio heredó de su padre una suerte de sordera contra los insultos, vociferaciones y difamaciones de las que es objeto y ha sido objeto en su vida política y ahora en la campaña a la Presidencia. “Fajardo jamás le responde con gritos o sarcasmos a nadie. Lo suyo es la decencia, la palabra descontaminada y el respeto por sus contradictores”, dice el profesor Carlos Alberto Rúa, quien lo ha acompañado en sus campañas políticas.
Está casado con la siquiatra Lucrecia Ramírez. Tiene dos hijos Alejandro y Mariana, ambos consagrados al estudio como su padre, con pregrados, maestrías, especializaciones y líderes en los proyectos de su padre.
Paso por la academia
De principio a fin su vida por la academia ha sido de notas sobresalientes. Realizó un pregrado y una maestría en matemáticas en la Universidad de los Andes, en Bogotá y un Ph.D en Matemáticas en la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos. Su conocimiento de las ciencias exactas lo ha dedicado a la búsqueda de la excelencia académica en universidades colombianas y extranjeras, proyecto que le ha hecho merecedor de varios galardones.
Como profesor visitante y conferencista ha dictado cátedra científica en las universidades estadounidenses de Wisconsin, Colorado y el Math Science Research Institute, del Berkeley College; Universidad de Oslo, Noruega; Universidad Nacional del Sur, Argentina; Pontificia Universidad Católica, de Chile, y la Universidad Central de Venezuela, entre otros institutos especializados y universidades.
La Universidad Internacional de Menéndez Pelayo, de España, y la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, ambas instituciones públicas, le han honrado al concederle títulos Doctor Honoris Causa.
Su trabajo académico lo ha llevado a liderar proyectos científicos en el Consejo Nacional de Ciencias Básicas, la Comisión Nacional de Maestrías y Doctorados. Fue miembro fundador de la Comisión Facilitadora de Paz de Antioquia, instalada por el entonces gobernador Álvaro Uribe Vélez.
Este cargo le permitió conocer a profundidad las complejidades del conflicto armado, sus orígenes, sus conexiones mafiosas, sus relaciones con el poder, el apoyo de los corruptos y reclutamiento en sus filas de los jóvenes y niños de las comunidades más desfavorecidas del país, entre otras miserias de la guerra .
Pudo sostener largas conversaciones con los líderes de los grupos guerrilleros, empresarios, representantes de los partidos tradicionales y de izquierda, sindicatos, sociales, víctimas del conflicto y demás fuerzas activas de la sociedad civil. Conocer el conflicto desde adentro fue clave en la definición de su futuro en la política. En numerosas columnas de opinión de periódicos y revistas, locales y nacionales, como EL COLOMBIANO, fijó sus puntos de vista sobre esa experiencia y presentó alternativas para el desescalamiento de la confrontación.
En la arena política
En el momento cumbre de su carrera en las matemáticas, con todas las posibilidades abiertas para continuar cosechando triunfos desde la ciencia, Fajardo tomó la decisión de hacer un giro a su vida para apostarle a la transformación social del país desde un proyecto político que frenara la corrupción, el clientelismo y la feria de favores que se desata luego de cada campaña electoral para repartirse la administración de los bienes del Estado y sus frutos, en detrimento de la justicia, la salud, la educación, el empleo y el desarrollo nacional.
Esa situación, que aún persiste, que es estructural y que agrava los problemas de la gente más desfavorecida mantiene vigente a Sergio en la política. “Él sabe que sí hay formas transparentes de hacer las cosas, de acabar con la corrupción y, con ello, abrirles la puerta de las oportunidades sociales a millones de personas en el país”, comentó Santiago Londoño, quien ha sido su escudero desde su primera campaña a la Alcaldía de Medellín y puntal en su segundo debate a la Presidencia.
En sus primeros pasos en la política intentó convencer a algunos de los líderes locales tradicionales que podía desactivarse la corrupción y gobernarse con beneficios para todos los sectores de la población. Nadie lo escuchó.
Decidió construir y propio camino. Abandonó su pedestal de matemático, convenció de su proyecto a algunos de sus amigos, discípulos, líderes culturales y sociales y crearon el movimiento Compromiso Ciudadano, en 1999.
Más como una tribu nómada política, que como una corriente con alternativas de poder, comenzaron su trajinar por la ciudad haciendo campaña para las elecciones de 2000 a la Alcaldía de Medellín.
La figura de Fajardo, un personaje de bluyín sin correa y tenis, al igual que la comitiva de adolescentes y jóvenes universitarios que lo acompañaba, empezó a hacerse visible en las calles, estaciones del metro, paraderos de buses, parques, universidades y hogares en los que tocaban la puerta para entregar de manera personal su propaganda, por lo que los confundían con una nueva secta cristiana en busca de seguidores de la fe, no del debate y la razón.
Así llegaron a miles de taxistas, estudiantes, trabajadores, desempleados, vendedores ambulantes, monjas, sacerdotes y a todo aquel que trataron de convencer de la importancia de su proyecto en un país donde la inmensa mayoría de la población es atea en asuntos políticos. En las urnas el grupo sumó 60.000 votos. El premio mayor lo conquistó el candidato liberal Luis Pérez Gutiérrez, con 128.000 votos, seguido por Sergio Naranjo, con 98.000. Los votos de Fajardo le sirvieron para arrebatarle el tercer puesto a Jaime Arrubla Paucar, otro candidato del conservatismo.
Los resultados desanimaron a las huestes fajardistas, pero no a su líder, maestro en la búsqueda de lo imposible en matemáticas. Su votación fue histórica para un grupo por fuera de las maquinarias tradicionales y oficiales.
Con esas cifras en la mano Fajardo abandonó su cátedra matemática y se metió de lleno a la política. En 2001 entró a laborar en EL COLOMBIANO como subdirector, cargo nuevo en el medio. Trabajó hasta 2003 cuando renunció para lanzarse de nuevo a la Alcaldía, esa vez con el aval de la Alianza Social Indígena.
Su visibilización en el periódico, la consolidación de su equipo político, el apoyo de un importante sector del empresariado antioqueño, que paga altos impuestos y le duele la corrupción y la llegada en masa a su campaña de miles de jóvenes, universitarios, líderes sociales, culturales y deportivos, hicieron que el triunfo de Fajardo fuera contundente en los comicios para la alcaldía, periodo 2004-2007. Logró 208.541 votos, la más alta en la puja democrática para la Alcaldía. Superó por más del doble al candidato conservador Sergio Naranjo, quien obtuvo 100.931 sufragios.
Su desempeño en el cargo le alcanzó para que fuera sucedido por Alonso Salazar, (2008 – 2011), miembro de su gabinete y su mismo movimiento político.
El apoyo de los antioqueños a su lucha contra la corrupción y su proyecto educativo volvieron a ser premiados cuando presentó su nombre como candidato a la Gobernación de Antioquia (2012 – 2015). Sumó 925.956 votos, otra cifra histórica para el cargo.
Para sus opositores desde los partidos tradicionales, sus validadores en los medios y hoy desde las redes sociales, más los detractores de todo aquel que asuma el cargo en La Alpujarra, lo único que hizo Fajardo fue probar que tenía mentalidad faraónica y colmó el centro de Medellín con pirámides, las mismas que son demolidas para sembrar árboles para una futura oxigenación de la zona, la más contaminada de Medellín, también la ciudad más contaminada del país.
Cosa diferente evaluaron expertos nacionales e internacionales, medios y la comunidad de naciones en la administración de los recursos públicos por Fajardo y su compromiso con los ciudadanos.
Fajardo fue catalogado como el Mejor Alcalde y Mejor Líder de Colombia, 2004 – 2007, por la Revista Semana; tres veces consecutiva Personaje del Año EL COLOMBIANO, 2005 – 2008; personaje del Año, revista Cambio 2006; Personaje de América Latina 2007, del Financial Times; uno de los 8 líderes en los Premios a la Excelencia en el Servicio Público de la OEA y ONU, en 2007. En marzo de 2009, su gobierno “Medellín la más educada”, ganó el premio City to City Barcelona FAD, de la entidad española Fomento a las Artes y del Diseño.
De lo local a lo nacional
Fajardo es un convencido de que si su proyecto social y por la transparencia en el manejo de los recursos funcionó en Medellín y Antioquia también puede operar para todo el país. Su primera apuesta por el liderazgo nacional la hizo al lado de su colega en aulas universitarias Antanas Mockus, a quien acompañó como candidato a la Vicepresidencia de la República, en las elecciones de 2010, que ganó el entonces candidato uribista Juan Manuel Santos.
Esta vez aparece al frente de la Coalición Colombia conformada por el Polo Democrático Alternativo, la Alianza Verde y Compromiso Ciudadano. En el comienzo de la campaña Fajardo y su proyecto de “la decencia al poder” brillaron con luz propia, pero la forma pedagógica, pausada y respetuosa de presentar sus proyectos y no responder de manera directa y contundente a las críticas, que en los medios se observa como falta de lucidez, le han pasado factura en las encuestas, que le dan protagonismo a los candidatos que ventilan discursos de extrema.
Máxima en un país y una región con “rey de la trova” y donde la sintonía siempre ha estado al lado de las malas noticias y en el que la amplia franja ciudadana espera debates abiertos, con expresiones repentistas, trapitos al sol y dardos que van y vienen.
“La fortaleza de Fajardo de no aceptar contradictores ni controversias y apostarle por un discurso decente, que se le tilda de liviano, le costó la preferencia electoral. Su gran fortaleza es su combate franco y directo contra la corrupción como lo probó en Medellín y Antioquia y lo ratificó con su fórmula a la vicepresidencia, Claudia López, quien siempre va de frente y sin tapujos contra la corrupción, la infiltración de mafias y paramilitares en distintas esferas de la vida nacional. Si de ganar, solo lograra frenar la corrupción en su mandato sería suficiente. Aquí los corruptos se están quedando con $50 billones anuales”, dijo el catedrático y exasesor del Parlamento Latinoamericano Guillermo Arismedi, al evaluar su protagonismo en el debate electoral.
Desde otra orilla, el historiador Guillermo Aguirre comentó que si Fajardo tiene que hacerse sentir en la lucha contra la corrupción, más en un país donde un alto porcentaje de la población ha sido envilecida a tal punto que esperan el día de las elecciones para vender sus votos.
“Hacer brillar un discurso de centro, en un país absolutamente polarizado por su propia institucionalidad, donde la gente vota por miedo y posverdades, hace que mensajes como el de Fajardo se vuelvan difusos”, dice politólogo Diego Corrales.
Las urnas están a la vuelta de la esquina. Desde el análisis político se califica a Fajardo como un líder independiente, descontaminado, descontaminante y con gran capacidad de construir grandes equipos de trabajo. Será Colombia la que decida.
Tomado de http://m.elcolombiano.com