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La mala hora de la Corte Constitucional

Por José Manuel Acevedo / Revista Semana  

Lo que se sabe del caso de presunta corrupción en la Corte Constitucional es apenas la punta del iceberg.

Hace algunos días este columnista advirtió que se venía una prueba ácida para la decencia de los magistrados de la Corte Constitucional. El silencio era demasiado estruendoso y una noticia criminal que se presentaba de viva voz por parte de un abogado que había visitado desde comienzos de febrero a varios magistrados para informarles de un presunto hecho de corrupción no podía seguir impune sin que nadie hiciera ni dijera nada.

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Por José Manuel Acevedo / Revista Semana  

Lo que se sabe del caso de presunta corrupción en la Corte Constitucional es apenas la punta del iceberg.

Hace algunos días este columnista advirtió que se venía una prueba ácida para la decencia de los magistrados de la Corte Constitucional. El silencio era demasiado estruendoso y una noticia criminal que se presentaba de viva voz por parte de un abogado que había visitado desde comienzos de febrero a varios magistrados para informarles de un presunto hecho de corrupción no podía seguir impune sin que nadie hiciera ni dijera nada.

Finalmente, el viernes 27 de febrero, los dos magistrados salpicados por esta grave versión de sobornos decidieron presentar sendos escritos ante la Comisión de Acusaciones informando sobre los hechos que se habían convertido en un secreto a voces en el alto tribunal constitucional.

La versión era la del abogado barranquillero Víctor Pacheco, lobista profesional y con amigos muy poderosos en la costa atlántica, según me cuentan. De acuerdo con Pacheco, hubo un pago de más de 400 millones de pesos al actual presidente de la Corte, Jorge Pretelt, destinados a favorecer a la empresa Fidupetrol en un cuantioso pleito que ya había sido resuelto por la sala penal de la Corte Suprema.

Todo lo que rodea este caso huele mal desde un comienzo. La selección de esta tutela estuvo a cargo de una sala de revisión en la que participaban los magistrados Alberto Rojas y Jorge Iván Palacio. Sin embargo, fue el polémico Rojas el que escogió la tutela dizque para que la Corte se pronunciara de fondo sobre el caso. Palacio, en cambio, dejó una constancia expresa advirtiendo que este asunto no tenía una trascendencia especial que mereciera una discusión por parte de la sala plena de la Corte.

Sin embargo, y con la iniciativa del magistrado Rojas, la tutela fue escogida y finalmente fallada negativamente para los intereses de Fidupetrol y de su apoderado, Víctor Pacheco. Los magistrados Pretelt y González dicen que esa es la prueba de que ellos nunca recibieron ninguna dádiva. Pacheco afirma que al final los dos miembros de la Corte se torcieron, que la plata se entregó efectivamente a un par de intermediarios y que nunca se la devolvieron y por eso decidió hablar.

Según lo que les dijo Pacheco a los magistrados con los que conversó, los intermediarios del soborno habrían sido un hermano de Jorge Pretelt y el exmagistrado de la Corte Rodrigo Escobar Gil. Dijo también Pacheco que la plata se entregó en efectivo porque así lo solicitó supuestamente Pretelt.

Esta historia apenas comienza y deberá ser la justicia la que diga si hubo sobornos o no y, claro, el señor Víctor Pacheco tendrá que ratificarse o retractarse de lo dicho cuando sea requerido por la justicia.

Sin embargo, quedan varias preguntas para hacer:

¿Por qué se demoraron tanto los magistrados Pretelt y González en reaccionar si se estaba jugando su buen nombre entre sus colegas y en los círculos sociales en los que el abogado Pacheco difundía esta versión? ¿Hay acaso ya una denuncia por injuria y calumnia de parte de los magistrados?

¿Cuál era el interés en toda esta historia del controvertido magistrado Alberto Rojas para haber seleccionado una tutela que no merecía pronunciamiento de la Corte? ¿Acaso el doctor Rojas ha hablado con el señor Pacheco en los últimos días? ¿Le habría dicho que pensara mejor las cosas porque podría terminar en la cárcel si seguía difundiendo esta versión?

¿Y el resto de los magistrados que sabiendo esta historia se quedaron callados mientras el tiempo pasaba, qué?

Los magistrados pudieron haber puesto de presente estos hechos en aquella sala plena en la que se escogió a Jorge Pretelt como presidente de la corporación. Debieron haberse abstenido de elegirlo si tenían tantas dudas. Sólo cuatro (González, Palacio, Vargas, Mendoza) lo hicieron. Los otros, y sobre todo las otras magistradas que conocían el detalle de esta historia se quedaron calladas y, cobardes, prefirieron pasar de agache antes que discutir este asunto de frente como correspondía. La única Corte decente que quedaba está bajo sombras de duda. La mala hora de la justicia llegó también a la Corte Constitucional y esto, repito, apenas comienza….

Revista Semana, Bogotá.

 

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