Nacionales
Las mentiras, inventos y falacias de Álvaro Uribe contra el proceso de paz
Dos columnistas de la revista Semana como Daniell Coronell y Marta Ruiz han venido desenmascarando al cuestionado expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez en sus inventos, mentiras y falacias para tratar de deslegitimar el proceso de paz que se viene desarrollando en La Habana.
Sobre la truculenta estrategia de infundios montada por Uribe Vélez, las columnas de ambos periodistas de opinión son demoledoras. Las pruebas y los hechos que muestran reflejan la catadura de político de Uribe Vélez.
Dos columnistas de la revista Semana como Daniell Coronell y Marta Ruiz han venido desenmascarando al cuestionado expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez en sus inventos, mentiras y falacias para tratar de deslegitimar el proceso de paz que se viene desarrollando en La Habana.
Sobre la truculenta estrategia de infundios montada por Uribe Vélez, las columnas de ambos periodistas de opinión son demoledoras. Las pruebas y los hechos que muestran reflejan la catadura de político de Uribe Vélez.
A continuación reproducimos las dos columnas publicadas en la última edición de la revista Semana:
Las huellas imborrables
Por Daniel Coronell
Uribe dice que en su gobierno jamás se usaron recursos públicos para congraciarse con las FARC. Una serie de comunicaciones prueba lo contrario.
Las últimas semanas no han sido buenas para el senador Álvaro Uribe. En tantos años de inconsistencias no había tenido que someterse a la elemental prueba de enfrentar sus propias palabras y documentos. Los archivos de sus acciones y declaraciones han empezado a contradecirlo mejor que cualquiera de sus adversarios.
El senador Uribe, en trance de condenar el actual proceso de paz, ha dicho que los terroristas de las Farc no deben ser elegibles para llegar al Congreso. Incluso la semana pasada publicó uno de sus trinos sosteniendo: “Cuando nosotros propusimos que desmovilizados pudieran ser elegibles era solamente para delito político como lo disponía la CN, modificada”.
Desafortunadamente, para él, existe una grabación en video del 3 de octubre de 2006, donde sostiene exactamente lo contrario:
“Si un acuerdo de paz exige que vayan al Congreso, eso hay que removerlo, ese obstáculo seguramente habrá que removerlo con una norma constitucional. Por ejemplo, la Ley de Justicia y Paz nunca pretendió alterar lo que hay en el ordenamiento jurídico, que prohíbe la amnistía y el indulto para los delitos atroces, seguramente en un acuerdo con las guerrillas eso habrá que llevarlo al texto constitucional y seguramente y eso hay que anticipárselo al país, los paramilitares pedirían que se les extienda, por principio de favorabilidad, el beneficio que conceda esa norma constitucional”.
[youtube height=”490″ width=”650″ align=”none”]https://www.youtube.com/watch?v=v1rxtFEcV7U[/youtube]
Es decir hace ocho años, cuando Álvaro Uribe era el presidente y mantenía contactos secretos con las Farc, a través del mediador Henry Acosta Patiño, consideraba admisible y natural que –al final de un eventual proceso de paz– se cambiara la Constitución para que los guerrilleros, condenados por delitos distintos a los políticos, pudieran ser congresistas y de paso también los paramilitares. Si no lo cree devuélvase un párrafo.
El senador Uribe también ha dicho, insistentemente, que la oferta de diálogo a las Farc siempre la hizo con “inamovibles”. Asegura que “las gestiones de paz en mi gobierno siempre se adelantaron bajo los inamovibles”.
Sin embargo, las dos comunicaciones enviadas como “cartas-borrador” del gobierno Uribe a las Farc no mencionan tales inamovibles.
En la primera carta dirigida a Pablo Catatumbo el 27 de agosto de 2006, no aparece la palabra inamovible. Solo ofrece: “Desmilitarizar una zona”, discutir “la extradición de miembros de las Farc” y viabilizar un “cese de hostilidades con reciprocidad gubernamental”.
En la segunda “carta borrador” tampoco hay inamovibles. Todo lo contrario, el gobierno Uribe ofreció incluso mover la sede presidencial al Valle del Cauca si las Farc aceptan un cese de hostilidades que de antemano concedieron como bilateral: “Si se suspenden hostilidades por fuera de ese territorio, a lo cual respondería el gobierno con reciprocidad, trasladándose el presidente de la República en persona al Valle del Cauca, durante el tiempo que dure el proceso de diálogo para garantizar su éxito”.
Sostiene el senador Uribe que la contratación de su gobierno fue rigurosa y que jamás se usaron recursos públicos para congraciarse con las Farc.
La prueba de lo contrario está en una serie de comunicaciones interceptadas legalmente por orden de la fiscal novena contra el terrorismo. Uno de los teléfonos intervenidos era el del mediador Henry Acosta Patiño, dentro de una investigación sobre una supuesta red de apoyo a las Farc.
En una de esas conversaciones, el alto comisionado para la Paz Luis Carlos Restrepo habla con el señor Acosta. El funcionario ofrece repetidamente desembolsar recursos públicos: “Aquí necesitamos una medida rápida de generación de confianza”. El mismo Restrepo establece cuál es el motivo de tanto interés: “Bueno, yo lo que quiero es ganarme el crédito. Que se sepa, mire que hay tanta voluntad de este lado, que de una vez el comisionado en persona se puso al frente…y de una vez, traque, Mandrake”.
[youtube height=”490″ width=”650″ align=”none”]https://www.youtube.com/watch?v=amVMvMXR274[/youtube]
Tampoco hubo rigor. En otra conversación de esos días, Luis Carlos Restrepo le dice al señor Acosta “Yo tengo entendido que tú tienes alguna urgencia para algunas cosas, unas casas o unos cerdos o algo así”. Ante la respuesta afirmativa del mediador, el alto funcionario encuentra la solución usando recursos de los contribuyentes “Para unos marranos y ta, ta, ta. Entonces ya ubiqué un fondo de inversión de proyectos productivos, pero podemos sacar eso”.
[youtube height=”490″ width=”650″ align=”none”]https://www.youtube.com/watch?v=vfPjADll0dw[/youtube]
Sin importar las pruebas, el senador Uribe lo seguirá negando. Probablemente, las tercas pruebas sigan apareciendo.
Uribe, el cuero y el tigre
Por Marta Ruiz
Uribe es un hombre que lleva la guerra en el ADN. Su estirpe es reaccionaria y para él la paz debe ser, como lo demostró ampliamente en su gobierno, un espectáculo…
Si algo hay que reconocerle a Juan Manuel Santos es que ha corrido grandes riesgos políticos al apostarle a la negociación con las FARC. Uno puede criticarle la ambigüedad, la liviandad, el clientelismo, etc; pero hay que aceptar que para sacar adelante su agenda de paz, se ha enfrentado al tigre más bravo que tiene este país: Uribe. Y que ha logrado ponerlo en situación de minoría, de oposición, y no de gobierno.
Pero ahora resulta dizque no puede haber paz sin la bendición de Uribe. Políticos de varias orillas, analistas, y en fin, pazólogos y guerreristas se han unido para decirnos que sin Uribe no es viable la paz en Colombia. El propio presidente Santos le brindó la pipa de la amistad y el diálogo sin que hasta ahora tenga respuesta. Y Timochenko, que sabe lo que significaría un acuerdo de Santos con la derecha extrema, salió a pedir que se aísle al expresidente de una vez por todas.
Que Santos y Uribe conversen está bien. Eso es lo que debieron hacer hace años, y me parece normal y loable. Sin duda el amo del Ubérrimo es un crítico al que hay que escuchar y es un líder de indiscutible importancia. Pero cuidado. Uribe es un hombre que lleva la guerra en el ADN. Su estirpe es reaccionaria, y para él la paz debe ser, como lo demostró ampliamente en su gobierno, un espectáculo de entrega de armas, aunque sea ficticio, en el que sobre la mesa no se concede nada, y bajo ella, casi todo.
Uribe fue derrotado en las urnas. La propuesta de su candidato resultó bastante farragosa durante la campaña presidencial: oscilaba entre un no rotundo a la paz; un sí pero no; y un sí, si era con él y no con otro. La votación del uribismo resultó minoritaria, aunque muy significativa. Eso lo convierte en un gran jefe de la oposición. Como tal, tiene la oportunidad de poner al país a debatir temas de fondo. Pero Uribe es un líder al que le encantan las pequeñeces, y ya hemos visto que ha optado por la propaganda negra, la intriga, la mentira, y por lanzar al aire 52 suposiciones e infundios. Confunde y reinarás, dice el refrán, y eso casi siempre le sale bien al expresidente.
Construir con Uribe un consenso sobre el actual proceso de paz puede poner en riesgo los contenidos de los acuerdos: el reconocimiento del problema agrario como escenario de prolongación del conflicto, la apuesta por la apertura de una democracia que ha probado con ríos de sangre cuán cerrada es, el sensato viraje en materia de la lucha antidrogas, y el volver a darle un tratamiento político a la insurgencia. A lo mejor muchas voces se alzan a implorar la reconciliación de Santos-Uribe porque creen, como Uribe, que Santos se les está volviendo de izquierda. Así de delirante es el establecimiento de este país.
Tiene razón ‘Timochenko’ en estar alerta. La historia de Colombia es rica en ejemplos de cómo los sectores dominantes no pueden soportar por mucho tiempo sus desavenencias y divisiones; especialmente cuando se empiezan a exaltar los aires reformistas en el país. Esa sí que es solidaridad de clase. ¿No fue eso lo que pasó con el Frente Nacional? ¿No se repitió acaso en el Pacto de Chicoral? ¿Y en el paro cívico del 77?
Uno no puede darse la pela de jugársela por la paz, de matar el tigre y luego asustarse con el cuero. Políticamente, eso no tiene justificación. Ahora, ¿Existen otras razones para que Santos busque un acercamiento con Uribe?
Se me ocurre esta: que Uribe, además de ser el vocero de la derecha política del país, esté siendo considerado el jefe supremo de un sector de los militares con capacidad de sabotear la firma y la implementación de cualquier acuerdo de paz. De una logia castrense que no le copia al Gobierno y sobre la que no hay control. Prueba de ello es que Uribe sigue recibiendo profusa información de seguridad nacional, impunemente.
Si ese es el caso, entonces no es el cuero lo que asusta al presidente sino un peligroso tigre que anda vivo, coleando y, lo peor de todo, suelto.
Revista Semana, Bogotá.