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Los malabaristas

A la clase media que con su sueldo va a cargar con los pecados del despilfarro.

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A la clase media que con su sueldo va a cargar con los pecados del despilfarro.

Por: Paola Ochoa.

A la clase media que con su sueldo va a cargar con los pecados del despilfarro.

Los ministros de Hacienda son como los equilibristas de los circos: verdaderos expertos en caminar por la cuerda floja y hacer números que parecen imposibles desde el suelo. Acrobacias en las que Alberto Carrasquilla se está volviendo experto; no solo porque se salvó de la censura en el Congreso, sino porque esta semana presenta allí mismo su ley de financiamiento.

Una ley que no es otra cosa que una reforma tributaria, pero disfrazada estratégicamente con otro vestido por los trapecistas en comunicaciones del Gobierno. Pero que no nos crean tan pendejos: se vienen cambios en las bases y tasas de los impuestos, los dos principales cimientos de una reforma tributaria en cualquier rincón del universo.

Tampoco es que se trate de nada nuevo: menos impuestos para las empresas, cambios en el IVA y devolución de este último para los más pobres. Un rollazo que ya está inventado en otros países, como Chile, Uruguay o México. Pero que en Colombia puede enredarse por la cantidad de colados en el Sisbén y Familias en Acción, dos mecanismos presos de la politiquería y la corrupción.

Pero la forma no mata el fondo: hay que encontrar 14 billones de pesos para tapar el hueco del presupuesto del próximo año. Un presupuesto que será más derrochón que el anterior, como quedó claro esta semana con el paseo del Presidente para visitar al papa Francisco en el Vaticano.

¿Se necesitaba llevar una comitiva tan generosa a territorio romano? ¿Esposas, mamás, suegras, ministros, periodistas y amigos cercanos? ¿Quieren ponerle IVA al tomate y la lechuga mientras se gastan un dineral en un paseo a costillas del bolsillo de los colombianos? ¿En especial a los de clase de media, que van a llevar la peor tajada en esa ley de financiamiento?

Porque en eso consiste el acto de malabarismo del Gobierno: que los ricos queden muy contentos, que los pobres queden como siempre y que la clase media pague los platos rotos del desfinanciamiento del Gobierno.

Una clase media que no tiene posibilidades de hacer ‘lobby’ ante el Congreso porque los políticos representan los intereses de los contratistas y no de los colombianos de ingresos medios.

Esa misma clase que hoy marcha por mejores universidades públicas y exige una inversión en infraestructura para no morir aplastada por un techo en la mitad de una clase dada por un profesor con bajo sueldo.

Una clase media que hace filas eternas por una cita médica tras el descalabro de Medimás, un experimento que ha fracasado sistemáticamente en el pasado y que se sabía de antemano que iba a colapsar.

Esa misma clase media que casi nunca alcanza a completar las semanas necesarias para tener una pensión y poderse jubilar. Y lo más triste de todo es que no tiene ninguna posibilidad de movilidad social, cortesía de un servicio civil politizado y de unas ofertas de empleo que funcionan con favores y amiguismo.

O Duque no está pensando, o se está haciendo el que no piensa. Porque aunque acaba de salvarle el pellejo a su ministro de Hacienda, aún lo espera lo más complicado en toda esta treta: pasar una reforma tributaria camuflada en una ley de financiamiento y lograr que la gente no se rebote y lo entienda.

Una tarea digna de un equilibrista prestidigitador. Así que prepárense para otro Año Nuevo con más tributos y pasen el guayabo con un caldo con impuesto al valor agregado.

PAOLA OCHOA
En twitter: @PaolaOchoaAmaya

 

Tomado de https://m.eltiempo.com

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