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Los ríos de fuego del ‘fracking’ podrían verse en Colombia
Por César Andrés Rodríguez / El Espectador
Esta técnica ha sido prohibida en cerca de 300 condados de EE.UU., en Francia y en algunas zonas de Canadá, debido al impacto que ocasiona su alta presión al perforar verticalmente la tierra a ciertas profundidades y a la enorme demanda de agua que requiere el proceso de explotación de los hidrocarburos.
En la mitología griega, el inframundo, mejor conocido como ‘la morada de los muertos’, hace referencia a un lugar profundo y sombrío en donde las mazmorras del Hades son designadas como pozos de tormento y sufrimiento. La mitología señala que 5 ríos recorren y bañan el valle de la muerte desde el foso del tártaro hasta los campos elíseos.
Por César Andrés Rodríguez / El Espectador
Esta técnica ha sido prohibida en cerca de 300 condados de EE.UU., en Francia y en algunas zonas de Canadá, debido al impacto que ocasiona su alta presión al perforar verticalmente la tierra a ciertas profundidades y a la enorme demanda de agua que requiere el proceso de explotación de los hidrocarburos.
En la mitología griega, el inframundo, mejor conocido como ‘la morada de los muertos’, hace referencia a un lugar profundo y sombrío en donde las mazmorras del Hades son designadas como pozos de tormento y sufrimiento. La mitología señala que 5 ríos recorren y bañan el valle de la muerte desde el foso del tártaro hasta los campos elíseos.
Aqueronte (el río de la pena), Cocito (el de los lamentos), Flegetonte (el del fuego), Lete (del olvido) y Estigia (el del odio) son los afluentes que atraviesan los valles del Hades y que arrastran en sus corrientes los pecados mortales y ‘la suciedad de los hombres’. No muy distante de estas leyendas épicas, hoy es posible observar ríos flameantes en la tierra de los mortales cargando con los mismos pecados, y no precisamente debido a la cosmogonía divina.
En una escena escalofriante, casi que prefabricada para atemorizar, el miembro del Partido Verde y el Consejo Legislativo Australiano Jeremy Buckingham y el local John Jenkyn, a bordo de una pequeña balsa navegante, pretendían denunciar las catastróficas consecuencias del polémico ‘fracking’ (fracturamiento hidráulico para la explotación de gas metano de carbón) que se presentaba a 1 kilómetro de la cuenca Murray-Darling del río Condamine (suroccidente de Australia) debido a las múltiples denuncias por contaminación e irregularidades en el curso del afluente. En un punto determinado, la presencia de un aire viciado y fuertes burbujas de aire en la superficie del agua prendieron las alarmas de los navegantes, quienes, en una acción considerada por algunos como irresponsable, decidieron comprobar las probables condiciones inflamables del río y encender una llama sobre sus aguas, lo que provocó un abrasador fuego que se extendió sobre la ribera del afluente.
“Existe una creciente preocupación de que el fracturamiento hidráulico y la extracción de gas metano de carbón puedan provocar que los gases tóxicos migren a través de las rocas. No sólo se está contaminando el río y el aire, sino que además el metano es un gas extremadamente potente para captar calor. Por lo tanto, las emisiones de la industria del gas no convencional podrían ser un importante contribuyente al cambio climático y hacer que la explotación de gas sea tan sucia como la quema de carbón”, señala en el video Buckingham, mientras su colega intenta infructuosamente apagar el fuego con más agua combustible.
Lo que es actualmente una trágica realidad ambiental en el continente oceánico, podría convertirse en una pesadilla futura para Colombia y la región latinoamericana, por cuenta de las recientes decisiones gubernamentales en términos de licencias para la explotación de hidrocarburos, amparadas bajo el pretexto de la necesidad de generar mayores reservas de crudo por cuenta de la declinación de la producción petrolera del país en el último año.
Hoy en día este panorama se presenta bastante confuso. Mientras que por un lado el nuevo ministro de minas y energía German Arce señala que la decisión de implementar ésta técnica en Colombia la tomó la administración Santos desde que empezó su primer mandato (2010) y que se debe “desarrollar la industria de manera sostenible mediante un equilibrio en el uso del recurso, su explotación, las comunidades y el tema ambiental”, por el otro, las denuncias de diversos medios y líderes ambientales sobre las falacias de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) en la adjudicación de licencias de explotación, como la controvertida licencia en La Sierra de la Macarena y Caño Cristales, han puesto en evidencia las graves consecuencias a las que se enfrentarían los ecosistemas colombianos de ser adoptada dicha práctica.
A esta controversia se le suman las declaraciones de Fernando Iregui, exdirector de la ANLA, quien, aun desempeñando labores en la dirección del organismo, declaró categóricamente que “en Colombia no se ha autorizado en ningún momento el uso de la tecnología de fracturamiento hidráulico”, y en breves términos sentenció: “No existe”. Sin embargo, luego del revuelo causado por la revocatoria de la licencia de explotación en La Macarena y un día antes de tener que asistir a un debate de control político en la Comisión Séptima del Senado, Iregui renunció a su cargo, dejando a su paso serios cuestionamientos por sus inconsistentes declaraciones con respecto al tema del ‘fracking’.
“Estamos ante un escenario de irreversibles daños ambientales”, sentenció el líder ambiental Carlos Andrés Santiago, señalando que, en promedio, un solo ‘pozo de extracción’ para fracturamiento hidráulico, requiere por lo menos 5 millones de galones de agua para operar durante su ‘vida útil’ (de 10 a 20 años) y que para el proceso se utilizan alrededor de 750 compuestos químicos diferentes, muchos de ellos catalogados por organizaciones médicas como cancerígenos. Además de las toxinas que son ‘inyectadas’ en la profundidad de la tierra, las aguas residuales que son bombeadas de regreso también pueden contener diversos contaminantes, incluyendo material radiactivo, y se pueden presentar ríos hirvientes o sismos de mediana magnitud.
Aunque la ANLA y el gobierno han descartado que las recientes licencias otorgadas puedan ser relacionadas con el ‘fracking’, son muchas las coincidencias en el método que encuentran los expertos ambientalistas en sus estudios. ¿Podría imaginarse las cuencas de los ríos Bogotá, Cauca, Medellín, Atrato o Amazonas envueltas en llamas? ¿Pueden ser éstos los nuevos ríos del Hades que, en vez de perdición, cargarán con la pena, el odio y el olvido de nuestro medio ambiente?
El Espectador, Bogotá.