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“Mi libro: ‘Nuestra guerra ajena’ es una crítica a un Estado indigno”: Germán Castro Caycedo

Por Francisco Celis Albán / El Tiempo  

“Este no es un periodismo en contra de los gringos. Es a favor de mi país. Una crítica a un estado indigno”, dice el autor sobre su nueva investigación.

‘Nuestra guerra ajena’ establece cómo y por qué fue implantado en Colombia el cultivo de marihuana y como se engañó al país para implementar durante el gobierno de Andrés Pastrana Arango (1998-2002) el cuestionado Plan Colombia con el que se terminó de entregar la soberanía a Estados Unidos.

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Por Francisco Celis Albán / El Tiempo  

“Este no es un periodismo en contra de los gringos. Es a favor de mi país. Una crítica a un estado indigno”, dice el autor sobre su nueva investigación.

‘Nuestra guerra ajena’ establece cómo y por qué fue implantado en Colombia el cultivo de marihuana y como se engañó al país para implementar durante el gobierno de Andrés Pastrana Arango (1998-2002) el cuestionado Plan Colombia con el que se terminó de entregar la soberanía a Estados Unidos.

Germán Castro Caycedo llega con ‘Nuestra guerra ajena’, un libro que advierte en su presentación que “anteriormente la editorial se negó” a publicarlo, “por su contenido en cuanto a la posición del Estado frente al conflicto interno (2002-2010)”. No obstante, la propia editorial lo edita hoy por tratarse de “un profundo y bien fundamentado examen a los lazos que unen a Colombia y a Estados Unidos”.

Es una investigación de gran calado. “La más completa –asegura Castro– que yo he hecho”.

Tiene los ingredientes suficientes para desatar controversia, pues comienza con los pilotos “contratistas” de las fumigaciones antinarcóticos; pasa a la guerra de Vietnam, de donde, según Castro Caycedo, nos vino desde los tempranos años 60 y 70, el destino de ser un país cultivador de plantas psicotrópicas; lanza unas cuantas revelaciones sobre el Plan Colombia; se traslada al Cono Sur, va a Washington…

En fin. No escatima esfuerzo para seguirle la pista al por qué Colombia fue ‘cargada’ con un sambenito desde fuera y por qué andamos en una guerra que, como lo pregona el título, es a todas luces “ajena”.

“El libro trata –explica Castro Caycedo– de cómo se utiliza el cuento de la lucha contra el narcotráfico para hacer una ‘cabeza de playa’ en Colombia, mirando a Suramérica, debido a que Estados Unidos está en la crisis de agua dulce más grande de su historia, la más grande del continente. Y ellos lo que están haciendo es tomar posiciones en la cuenca amazónica, en el acuífero Guaraní, y en todo el agua dulce que hay en la Patagonia chilena. Esos tres son los depósitos de agua dulce más grandes del mundo”.

El periodista llegó a esa conclusión desde cuando encontró en documentos estadounidenses que el Plan Colombia nunca se llamó así. “Ese nombre es para los bobos colombianos. Eso se llama Ofensiva al Sur o Estrategia Andina. Así le puso el Departamento de Estado. Y a Colombia, a los seis meses, se lo vendieron con el nombre de Plan Colombia”.

“El libro demuestra lo que digo con base en documentación que conseguí en Washington, Nueva York, Vietnam, y habla de la lucha contra el narcotráfico, que además es muy injusta. Por ejemplo, el único país del mundo donde se fumiga con glifosato es Colombia. Tenemos la biodiversidad más rica de la tierra en nuestras zonas tropicales, y la estamos destruyendo”.

Y pone otro ejemplo: las compañías estadounidenses de mercenarios contratadas por el departamento de Estado. “De lo que llaman ayuda de Estados Unidos a Colombia, ellos dan el 11 por ciento y el resto lo damos nosotros. Parte de eso va a que nos destruyan con herbicidas. Hay centenares de denuncias de municipios, gobernaciones, de fumigaciones sobre escuelas, sobre hospitales, inclusive. A los pilotos mercenarios que contratan esas compañías no les importa fumigar sobre lo que sea. En una entrevista que logré con un mercenario de estos me dice que no saben dónde queda Colombia. Solo les interesa cobrar”.

Luego, se encamina directo al eje de la cuestión: “En todo caso, lo que hay con el cuento de la lucha contra el narcotráfico en Colombia es la aparición de la privatización de la guerra en unos países del mundo. Comenzó en Irak y Colombia a través de esas compañías que ofrecen combatientes a sueldo”.

Poco a poco va ahondando en la historia: “En el Diccionario de la real Academia de la Lengua Española, mercenario es un ‘combatiente a sueldo de una potencia’. Es muy grave para Estados Unidos que uno diga esa palabra, porque si están esos mercenarios, primero, no son soldados de un estado. Entonces se dice que ese estado no está involucrado en una guerra, pero sí a través de esas compañías mercenarias. Está pero no está. No es lo mismo que maten, como en Fallujah, a unos mercenarios que a unos soldados del Ejército estadounidense. Digamos que no pasa nada”.

‘La cabeza de playa’ de Estados Unidos en Colombia, que mira hacia Suramérica, según Castro Caycedo está formada por las bases militares de Colombia en el sur, en la costa de la selva amazónica.

“Y cerraba esa corona de bases con la de Manta (Ecuador), pero el Presidente ecuatoriano les quitó esa base. Quedan las colombianas. En esa corona hay cinco o cuatro radares superpotentes, comprados con nuestro dinero, pero operados por militares y mercenarios extranjeros. Todo eso concuerda con el nombre del plan, que es Ofensiva al Sur. Para reforzar este posicionamiento en torno al acuífero Guaraní, al agua que hay en la Patagonia, y al agua de la Cuenca Amazónica”.

Colombia, país productor

Casi tres años le invirtió a esta investigación. Y otro de los ejes es que Estados Unidos organizó e impuso el narcotráfico en Colombia. ¿Cómo sustenta esta afirmación?

“Estados Unidos invadió Vietnam (1959 – 1975) y los vietnamitas montaron una doble guerra: una, la guerra de guerrillas en sus selvas, donde los destrozaron. Y la otra fue enviciarlos, ‘para minar el futuro del imperio’. Para entonces Vietnam del Norte estaba en el ‘triángulo de oro’ de la droga y ellos empezaron a darles toneladas de marihuana. Desde el primer contingente de soldados que regresa de Vietnam llega buscando marihuana, vienen muy enviciados. Uno de los incentivos en Estados Unidos por haber estado en Vietnam era permitirles el fácil ingreso a las universidades de ese país”.

Pero en Colombia –le apunto– se hablaba de marihuana de tiempo atrás. Era una droga de malandros y gente de cafetines.

“En Colombia había marihuana desde los años 30. La importó el Estado –se llamaba cáñamo– para sacar cuerdas y telas de lienzo, pero no lo hicieron y quedó en el costado noroccidental de la sierra Nevada, donde se dio con una gran calidad. Los estudiantes gringos empezaron a buscar estudiantes colombianos. Y buscaron a los de Santa Marta y Barranquilla y les decían: ‘Tráiganos marihuana’”.

¿Estamos hablando de qué año?

“De 1964, mediados de los sesenta. Yo hablé toda una noche con tres de esos estudiantes de la época en el club Santa Marta, dos samarios y un barranquillero, y me contaron la historia. ‘Sí, empezamos a llevarles marihuana en maletas. Dos, tres, cuatro. Pero luego se vinieron los mismos gringos en sus aviones Douglas DC3 y DC4 y empezaron ellos mismos a transportarla’. Ya no hicieron contacto con la alta clase social de la costa sino con el tanqueador de sus aviones, lustrabotas, porteros de hotel, y así entró la clase popular al tráfico de marihuana. Y empezó la guerra y la violencia. Colombia es una víctima directa de la guerra de Vietnam, en ese sentido. Esta terminó y se vinieron con pilotos de Vietnam, con dólares y aviones desde Estados Unidos”.

Partes de victoria de Vietnam

Le pregunto si en Estados Unidos no había desde antes del 60 una primera generación (con el movimiento beatnik, que dio origen al hipismo), que estaba familiarizada con la hierba.

“Lo que sé es que el primer parte de derrota de esa cara de la guerra que consistía en enviciarlos se da en Woodstock (1969), diez años después del inicio de la confrontación. Se reúnen allí 500 mil jóvenes estadounidenses que fuman marihuana y cantan ‘haz el amor y no la guerra’. El segundo es en los 90, cuando el jefe de gabinete de Clinton dice que Estados Unidos, con menos del 5 por ciento de la población del mundo, consume el 50 por ciento de la droga que se produce en todo el planeta”.

Y recuerda que en Valledupar había dos aviones DC4 abandonados por los protagonistas de este tráfico. “En La Guajira unos seis o siete. En el aeropuerto de Santa Marta dos. Porque cuando tenían una falla los dejaban tirados. Venía otro, pasaban la marihuana y se la llevaban”.

Castro Caycedo relata que quiso ir a Vietnam para entrevistar a sobrevivientes de la famosa matanza de My Lai 4 (1969), realizada por tropas estadounidenses en una aldea de gente indefensa, pero el embajador vietnamita lo desalentó. No existen. En cambio, lo contactó con vietnamitas que le ayudaron a orientar esa parte de la pesquisa.

“Allí, la compañía Charlie asesinó, en menos de un día, a 507 bebés, niños, mujeres embarazadas y ancianos. La conclusión, luego de una investigación del Ejército estadounidense, fue que lo hicieron movidos por el odio, el miedo y la marihuana. Seymour Hersh, quien obtuvo un premio Pulitzer por sus denuncias, recogió en su libro My Lai 4: A Report on the Massacre and Its Aftermath las declaraciones que dieron los soldados que asesinaron a todas esas personas. Por esa matanza no fue castigado ninguno de los asesinos. Y esa marihuana que produjo matanzas como esa, fue la que vinieron e impusieron aquí”.

Un último comentario: las nuevas generaciones piensan que hacer señalamientos como estos es una ‘mamertada’…

“No tienen referentes más allá de la década pasada. Pero es que este no es un periodismo en contra de los gringos. Es a favor de mi país. Una crítica a un estado indigno”.

El Tiempo, Bogotá.

 

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