Nacionales
Que significa Fajardo en la política colombiana
Las elecciones presidenciales del presente año ofrecen una oportunidad completamente inédita en la historia política del país: la de derrotar a la clase política clientelista y corrupta que ha gobernado durante los últimos 50 años.
Las elecciones presidenciales del presente año ofrecen una oportunidad completamente inédita en la historia política del país: la de derrotar a la clase política clientelista y corrupta que ha gobernado durante los últimos 50 años.
Por Enrique A. Daza G.
Director de la Revista Deslinde
Las elecciones presidenciales del presente año ofrecen una oportunidad completamente inédita en la historia política del país: la de derrotar a la clase política clientelista y corrupta que ha gobernado durante los últimos 50 años.
Efectivamente, los 50 billones de pesos que se pierden cada año entre clientelismo y corrupción abierta, han servido para la reproducción del sistema político, la elección por lo menos de los últimos cuatro gobiernos, aceitar la maquinaria del santismo y del uribismo, poner toda la contratación pública al servicio de unos pocos grupos y perpetuar un sistema inequitativo e ineficiente.
Casos como los de Odebrecht, Reficar, Coopsalud, la construcción de carreteras y obras públicas, la alimentación de los niños y decenas de etcéteras más, han sido el combustible sin el cual no estarían gobernando al país los mismos con las mismas. En ellos se puede observar nítidamente el engranaje de favores, desvío de las finanzas públicas a intereses privados, acción corruptora de grandes grupos económicos y la desatención de los más importantes problemas nacionales.
Durante muchos años la acción de la guerrilla, los paramilitares y de toda clase de violencias, sirvieron como mecanismos de ocultamiento y polarización de tal forma que con la bandera de la paz o de la guerra se alineó la opinión pública, se paralizó la lucha social y se introdujeron políticas regresivas y antinacionales.
Sin reglas del juego claras, aprovechando el desorden, manipulando la acción terrorista en una u otra dirección, temas como la educación, la producción, la salud, el desarrollo tecnológico, el nivel de vida de la población, los alimentos, han sido dejados de lado o considerados temas menores.
En estas condiciones en las elecciones actuales se quiere reeditar la misma receta que permitió la prolongación de este estado de cosas. Los afortunados acuerdos con las Farc, han en cierta forma despejado el camino y han puesto de presente que la sociedad lo que busca es hacer las reformas necesarias para crear un escenario en el cual las fuerzas vivas de la nación hagan oír su voz.
Por eso surge la opción de la Coalición Colombia liderada por Sergio Fajardo que levanta un programa democrático y progresista, que una vez derrotada la clase política, mediante el diálogo y la concertación cree condiciones para cambios más profundos y forme un gobierno que permita una transición entre el pantano de la corrupción y el clientelismo y una democracia moderna, participativa y que permita desplegar las potencialidades del pueblo colombiano.
Propuestas como considerar en las reformas necesarias la salud como derecho fundamental, mejorar el nivel de vida de la población, respetar los acuerdos logrados con los movimientos sociales, propender por un desarrollo empresarial basado en el desarrollo tecnológico y el aprovechamiento del mercado interno, explorar los mercados internacionales con productos con valor agregado, diversificar la economía y las exportaciones, aprovechar las potencialidades regionales, promover el trabajo decente y la formalización, fortalecer enormemente la educación a todos los niveles, avanzar en la implementación de la jornada única, financiar adecuadamente la educación pública, atender las exigencias de los campesinos y proteger a los empresarios, revisar los TLC, transparencia en la contratación estatal, una tributación progresiva, defender el ambiente del Fracking y de la minería depredadora, luchar contra toda clase de discriminación, cumplimiento de los acuerdos de paz, no son propuestas insípidas sino ideas fuerza de enorme valor democrático y son viables sobre a base de una política exterior basada en la soberanía de las naciones y la autodeterminación de los pueblos, comenzando por la defensa de la soberanía del país y con una agenda propia que no es dictada por ninguna potencia y con prioridades y políticas que responden a las necesidades de la población colombiana y no a un modelo impuesto desde fuera.
El carácter de “centro” de este programa significa que más allá de la polarización entre guerra y paz, se propone una nueva agenda para el país.
¿Cuál es la correlación de fuerzas que se requiere para implementar este programa?: la unión entre todos aquellos que quieran producir cambios reales. No los cambios imaginarios, muchas veces justos y necesarios, sino los cambios que sean posibles si se hace una enorme y diversa coalición donde quepan la inmensa mayoría de los colombianos.
Este tema no es ideológico y va mucho más allá de la categorización entre la llamada izquierda y derecha. En nombre de la izquierda se cometen hoy en día toda clase de tropelías y aún sectores importantes de la derecha se pronuncian a favor de la paz. Lo que Fajardo propone es superar esta dicotomía y apostar por una agenda nacional no polarizante, pero progresista y democrática.
En esta agenda no sobra nadie. Caben la indignación del movimiento social, los escrúpulos de los liberales honrados, los empresarios que quieren competir honestamente, incluso los grupos económicos que exigen reglas del juego transparentes. Los que no caben son los representantes de la corrupción y el clientelismo, los que se han lucrado del erario, los que han gobernado en los últimos lustros.
El terreno está abierto, muchos de los cambios que se requieren deben ser fruto de mayores consultas, concertación y diálogo: por eso el programa de Fajardo no es un inventario de promesas, sino la seguridad invaluable de que se oirá la voz de la nación una vez se derrote a los mismos de siempre.