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A la memoria del maestro Hernando Patiño Cruz Pionero de la Ecología

Por Oscar Rivera Luna, Palmira. agosto 26 de 2016

Para su esposa Gail, sus hijos Janice, Ana María y Julián, su Segunda y Tercera generación. Directivas, Docentes, Estudiantes, Trabajadores de La Universidad Nacional de Colombia. Compañeros y Amigos.

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Por Oscar Rivera Luna, Palmira. agosto 26 de 2016

Para su esposa Gail, sus hijos Janice, Ana María y Julián, su Segunda y Tercera generación. Directivas, Docentes, Estudiantes, Trabajadores de La Universidad Nacional de Colombia. Compañeros y Amigos.

Hernando Patiño Cruz; treinta años, apenas un suspiro en el espacio y el tiempo infinitos, pero suficientes para hacer más sonoro su mensaje, y escuchar mejor su voz silenciosa.

Hernando vio la luz en el Quindío, cuando las recuas de mulas transitaban por caminos barrialosos entre cafetales con sombríos, bajo las copas de nogales, guamos, carboneros gigantes, nacederos y guaduales, escuchando el murmullo de límpidas quebradas.

Estudió en el colegio de Santa Librada, fértil semillero de pensadores. Luego agronomía, en la UNAL Palmira, cuando centenares de proletarios del campo madrugaban a vender su fuerza de trabajo. Controlando los gusanos tierreros del maíz, las novias blancas en los arrozales anegados; plantando pepas soya, regando las frijoleras, controlando insectos en los árboles frutales, y descubrió desde joven que numerosos coleópteros alados de colores controlaban los gusanos perforadores del algodón, y que existía equilibrio entre las especies. Posgrado de fitopatología obtenido en la Escuela del ICA en Tibaitatá, cuando apenas se iniciaba el auge de la floricultura, la sabana amanecía arropada por mato de neblina, mientras las trabajadoras se dirigían al despuntar la aurora a los invernaderos a cultivar pompones y crisantemos.

Desde sus primeras experiencias como docente se mereció el respeto de sus alumnos y el justo título de maestro, demostrando sus tesis en la vida real.

Hizo parte del nobel destacamento de jóvenes agrónomos que desde antes de 1970, vislumbraron el daño de las importaciones subsidiadas de trigo, cebada y avena, sobre los parceleros campesinos de las sabanas frías; entre robles y cominos. Que alertaron a los colombianos sobre la necesidad de rechazar las importaciones masivas de maíz, sorgo, soya, arroz y algodón, pues arruinarían a campesinos y empresarios del campo. Además, le cortarían alas a proletarios del campo, que viajaban por la geografía nacional cosechando y recolectando desde el llano y altillanura a la ardiente meseta del Tolima, hasta los feraces aluviones de Upar y del río Sinú, el feraz valle del río Cauca y verdes paisajes umbrosos y floridos de la zona cafetera.

Nos legó las Jornadas Ecológicas, valioso instrumento de integración entre los citadinos y campesinos, vínculo de la teoría ecológica con la práctica viva y el conocimiento de la realidad. Maravillado por las perspectivas de la ingeniería genética, nos alertó sin embargo sobre peligros que entraña la manipulación de los genes animales y vegetales sin entender a plenitud las leyes naturales, e incluso la apropiación inescrupulosa del genoma humano.

Estudió temprano, sobre la degradación de la laguna de Sonso, y manglares de la Ciénaga Grande, hogar de aves migratorias. En El Bajo Calima, Gorgona, La Amazonía Colombiana, Puracé, La Sierra Nevada de Santa Marta, Zona cafetera, los cañones del Guáitara, el Juanambú y el Mayo, Puracé, la Sabana cundi-boyacense, Hernando comprendió y enseñó a plenitud la dialéctica de la naturaleza. La integración perfecta de las estructuras moleculares y los genes, señales bioquímicas de animales y vegetales, la asombrosa similitud entre el agua marina con la sangre humana, el sistema coralino y la savia verde de las plantas. Ganó el premio Alejandro Von Humboldt por su estudio sobre las ciencias naturales.

Estudió y reprodujo textos de Carl Sagan sobre la fotosíntesis y la respiración. En Ecología y Sociedad; “Las plantas y animales inhalan mutuamente las exhalaciones de los demás, en una especie de resucitación mutua a escala planetaria, de bocas a estomas, impulsada por una estrella a 150 millones de kilómetros de distancia”.

En conferencias y escritos plasmó la importancia ecológica de páramos y las selvas, corales y manglares: E y S “en algunos sitios de la ensenada de Utría la desembocadura de varios riachuelos de frescas aguas cristalinas en las cuales abunda el camarón gigante, ha hecho posible la formación de un denso manglar poblado de piñuelos, mangles blancos, natos y rojos. La integración ecológica del guandal y manglar con las formaciones coralinas multicolores y la selva espectacular. Abundan los peces loros, mariposas, ballestas, meros, cirujanos, pargos roqueros, relucientes anémonas y sus payasos, estrellas rojas y caballitos del mar. En esta biodiversidad selvática existen seres de gran vistosidad y belleza, como las grandes mariposas azules de brillos metálicos Morfo emperador, y las libélulas gigantes de alas iridiscentes”.

Sus textos sobre la selva, el coral y el manglar, explican que todas las especies vivientes generan su energía propia y contribuyen a regular las lluvias, los caudales hídricos y el clima global. Muchas personas disfrutan el espectáculo maravilloso de los atardeceres y las alboradas del Pacifico Litoral con peces voladores e inteligentes bufeos, cardúmenes de dorados, alguaciles y jureles. Las ballenas jorobadas que migran cada año por la fría C de H, desde la gélida Antártida decorada glaciares de intensa blancura, para aparearse y procrear. Acá en las aguas tibias y traslúcidas, sorprenden a los visitantes con poderosos chorros de vapor, complejos lenguajes, saltos espectaculares y cantos de amor.

Siempre recuerdo sus relatos y vivaces experiencias, cuando visito el Pacifico y observo a nativos navegando en pequeñas canoas que discurren silenciosas sobre las aguas claras color esmeralda de ríos. Cargadas de plátanos, “chivos”, muchillás, borojós, papas chinas, jaibas, palmas San Jacinto, bacaos y otras maravillas del prodigioso ecosistema lluvioso regulador del clima. “todas las formas de vida, incluidos los temibles animales veneníferos, conforman la más extraordinaria constelación de genes y de moléculas con valor potencial para diversas aplicaciones de interés humano. Las selvas son indispensables para la estabilidad climática y la continuidad de la vida sobre el planeta”.

Hernando estudió y trabajó en control biológico de plagas frente al incipiente desequilibrio ecológico. Utilizó el Bacillus turingiensispara controlar plagas del algodón. Demostró profundos conocimientos en entomologías y ciencias afines en congresos de Socolen, y en claustros universitarios de todo el país.

Dejó guías para analizar plagas como la broca del café, la mosca blanca de los cítricos insecto chupador causante de la fumagina, y los barrenadores de las palmas de chontaduro y de cera. También dejó elementos para comprender la desaparición gradual de las abejas, abejones, avispas negras, crisopas, de otros polinizadores y reguladores de la vida, que confirma la necesidad de cambios definitivos y profundos en la tecnología agrícola, pero basadas en equilibrio molecular, la producción limpia, y en los prodigios de la biodiversidad.

Integró el joven destacamento de profesionales del campo que cuarenta años atrás alertó al país sobre los excesos del paquete tecnológico de la Revolución Verde y sus impactos sobre las interacciones moleculares de las especies.

Avizoró el deterioro ambiental del valle geográfico del río Cauca, en feraces aluviones y selvas secas, la desecación de la red de vasos comunicantes y humedales que drenaban y depuraban aguas desbordadas de cauces hídricos. El lógico estancamiento de las fuerzas productivas, justificada por agoreros del capital financiero internacional, con sus destempladas teorías económicas sobre la competitividad y la ineficiencia del campesinado.

La verdad es que las mercancías, los capitales y la mano de obra, libres de aranceles, traspasan las endebles barreras fronterizas de las naciones pobres en desarrollo, al conjuro del Banco Mundial y TLCs. También que las grandes bolsas cerealeras de Illinois acaparan, controlan e imponen a su libre antojo los precios del maíz, el trigo y las leguminosas, arruinando con sus productos subsidiados a millones de laboriosos productores del campo, cuyos dedos toscos, manos ásperas e infinito amor al trabajo, garantizan la alimentación y la supervivencia de 7.200 millones de personas. Indispensables para cubrir el déficit global alimentario, pues ya traspasamos los límites del consumo anual en la tierra, y estamos agotando los peces y recursos renovables.

Los campesinos de los Andes, mesetas, valles y aluviones, se aferran a sus parcelas y persisten rozando, arando y sembrando, pero carecen de créditos, semillas mejoradas no transgénicas, y sufren demasiado por elevados costos de los insumos contaminantes de la revolución verde, plagas resistentes desatadas por excesos de agroquímicos, y enfermedades incontrolables con la proliferación de hongos, bacterias, altas temperaturas y lluvias súbitas del cambio climático.

La globalización económica creó un panorama desolador en toda América Latina. ¿Qué destino les espera a los recolectores del café y del algodón, a los iguazos y proletarios del campo que se refugiaron en las selvas remotas y se transformaron en raspachines, por no existir ninguna otra fuente de trabajo?

El porvenir amable de Colombia radica en recuperar y hacer producir la tierra, florecer la industria nacional y aprovechar los recursos naturales para los colombianos. Necesita iniciativas creadoras para salvar el abismo insondable, causado por los proyectos faraónicos e irracional estrategia del mercado, sin importar la vida, la salud, el agua de consumo humano, que se agota en 270 municipios, y sentimientos de millones de personas. Colombia posee en las selvas húmedas tropicales y de niebla, en paramos, manglares y en variados ecosistemas, una biodiversidad animal y vegetal sorprendente, reguladora del agua. Este patrimonio genético es presa de saqueadores de genes y soporta las amenazas de la “propiedad intelectual de la vida”, un mecanismo concebido por el mundo industrializado para subyugar definitivamente a la humanidad; monopolizando las semillas de los alimentos y las formas reproductivas de las especies.

La ingeniería genética es una maravilla de la ciencia que permite seleccionar acrecentar y multiplicar la producción de individuos mejorados, limpiar de virus una especie vegetal, o introducir buenas propiedades de una especie en cromosomas y genes de otra. Quien realiza la manipulación y el mejoramiento genético se declara propietario intelectual, y las comunidades que habitan en los ecosistemas y naciones, sus auténticos dueños, son calificados como piratas genéticos.

Si nuestro país continúa aferrado a los paradigmas extranjeros, a tecnologías depredadoras de los recursos naturales, si persiste en importar chucherías, zapatos que duran quince días, en los alimentos subsidiados, privatizar su raído patrimonio hidroeléctrico, en regalar sus hidrocarburos y construir la infraestructura vial arrasando ciénagas, selvas y paramos, alterando el ciclo del agua, para satisfacer exigencias del mercado mundial a la escasez y crisis alimentaria en la Guajira y el Chocó, le seguiría la desaparición de alimentos y derechos fundamentales.

Crece el PIB de las naciones, las ganancias billonarias de los bancos y el poder inmenso de monopolios extranjeros, al tiempo que obreros, artesanos, trabajadores de los campos y las ciudades, profesionales y empresarios, se conviertan en menesterosos y en parias sociales, de la noche a la mañana. De continuar este modelo, las sequías, apocalípticas y las hambrunas de Biafra, Etiopía, Somalia, Ruanda, Burundi y Liberia, se vivirán en Colombia y en América Latina.

En solo cien años de predominio financiero sobre la razón y la voluntad de pueblos y naciones se pusieron en peligro los delicados mecanismos de la biosfera. El clima del planeta se alteró: las emisiones gaseosas, excesos de GEI atrapan la radiación infrarroja y horadan la capa de ozono, debilitando el sistema inmunológico. Proliferan los virus, bacterias recalcitrantes medran en los hospitales y se resisten a los antibióticos. La contaminación de los mares desorienta a los cetáceos y causa mortandad de millones de peces. Reduce las colonias del fitoplancton luminiscente, el zooplancton y el kril rojizo de las profundidades. Se blanquean los arrecifes coralinos, cuna de la vida, que exhalan oxígeno, capturan carbono y depuran las aguas, marinas para la vida de sus hermosas criaturas esenciales en la dialéctica alimentaria del océano.

La investigación molecular de Hernando facilita entender las causas de los tornados, avalanchas de hielo, sequías prolongadas, desertización de regiones, altas temperaturas, y desaparición de especies vivas; acuáticas y terrestres, ilustran el desequilibrio ecológico planetario, ocasionado totalmente por la mano del hombre, al conjuro de la confianza inversionista y la economía de libre mercado. En los Ateneos demostró un profundo conocimiento sobre el origen de la vida y el papel del trabajo en la transformación del mono en hombre.

Hernando avanzó en la investigación de las bases nitrogenadas del ADN y llegó a la esencial conclusión de que todos los seres vivientes producen su propia energía. Concepto vital para entender que la extinción de las especies y el cambio climático son determinantes en el cambiante ciclo del agua; en las lluvias, caudales de los ríos, los bajos niveles de ciénagas y humedales que se evaporan. Que todas las especies de la flora y la fauna; desde los grandes cominos y robles de las selvas de niebla, mamíferos abatidos en las sabanas, hasta macro y micro organismos del suelo que transforman la materia orgánica en humus, contribuyen al ciclo del agua, captura del carbono, y la regulación del clima. Porque todas las moléculas tienen relación en el universo infinito y obedecen a la ley universal de la contradicción de la materia en movimiento.

El paraíso verde de Efraín y María que maravilló a Humboldt y Bonpland se transformó a principios del siglo 20 de bucólica hacienda aldeana y feudal en embrión del tardío desarrollo capitalista, concentrando núcleos obreros. Pero en los últimos decenios desaparecieron los jardines productivos y los árboles frutales. El paisaje se tornó monótono, con el aire contaminado por quemas y requemas de caña, emisiones de las fuentes móviles y las industrias sin filtros. Cunde el desempleo y la violencia en las fronteras invisibles de las ciudades.

Para salvar los ríos de Colombia debemos recuperar las especies de flora y fauna en los territorios, detener quemas y talas, reducir de verdad emisiones de GEI, cargas contaminantes residuales, efluentes industriales, ácidos orgánicos y vinazas. Recuperar la fracción orgánica de los suelos andinos erosionados, utilizar energías alternativas; eólicas, solar, un transporte público limpio, y la agro ecología, para producción sostenible y seguridad alimentaria. Unamos al pueblo colombiano en defensa de nuestra producción agropecuaria nacional, en recuperar especies vulnerables y la vida acuática en ciénagas, ríos, riquezas del subsuelo, de recursos humanos y materiales, conocimientos ancestrales, científicos, académicos y empíricos.

La universidad con el campo, para conservar los páramos amenazados por la gran minería aurífera, evitar mayor desviación de cauces hídricos, y letales derrames de mercurio y cianuro en los ríos cristalinos. Recolectar semillas, salvaguardar especies nativas vulnerables de flora y fauna, en bancos vivos de germoplasma, producir con tecnologías limpias, sostenibles en los escenarios de la biodiversidad Andina. Así las futuras generaciones disfrutaran de los jardines de coral, de las maravillas de los manglares, los secretos del mar, el rumor de los ríos y las quebradas en vegas y cañones, pero especialmente, de una vida digna y una patria soberana.

Después de compartir durante años lugares e ideales comunes y de ser testigo de su épica lucha para desarrollar la investigación científica, visité con dolor a Hernando Patiño en su lecho de enfermo. El hacía caso omiso de la batalla celular que tenía como escenario su organismo y derrochaba afanosamente sus últimas energías explicando el lenguaje bioquímico de las plantas, propiedades de los pigmentos vegetales intensos atrayentes de polinizadores y filtros de la radiación ultravioleta, la abundancia de valiosos alcaloides en selvas húmedas tropicales y en los Andes: como la cafeína, responsable de adicción en miles de personas, la quinina aporte indígena a la farmacología universal para aliviar la malaria, o la cocaína supresora de fatigas que hace parte de la fórmula ultra secreta de la coca-cola, y se distribuye libremente por todo el Planeta. La dimensión de su postrer esfuerzo, demostrando optimismo inagotable y el valor ejemplar que derrochó ante la adversidad celular perdurarán por siempre en nuestros corazones.

Todas nuestras desventuras tienen relación con el nuevo colonialismo, el abandono del campo y la autodestrucción ambiental; desde Sonso, La Guajira a La Ciénaga Grande, el Chocó Biogeográfico, los páramos Andinos, Bogotá, Casanare y la Orinoquía, el país cafetero, La Macarena, Alto Cauca y Nariño.

Pero vendrán tormentas y tornados. Quienes aspiramos a un mundo mejor, persistimos en el optimismo, el valor y legado del maestro Hernando Patiño y en su visión universal materialista sobre el origen de la vida, la dialéctica de la Naturaleza y la energía, desde las estrellas al hombre.

 

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