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Alexander López, El agitador de la protesta

La oficina del senador Alexánder López vive llena de sindicalistas. Entre lunes y miércoles, los días que está en Bogotá, su despacho vive atiborrado de hombres y mujeres con uniformes de la Empresa de Teléfonos de Bogotá, del Sena o de Electricaribe. Todos lo buscan para que, en la arena política, los ayude a tener una interlocución con el gobierno o a sacar adelante su agenda de reivindicaciones.

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La oficina del senador Alexánder López vive llena de sindicalistas. Entre lunes y miércoles, los días que está en Bogotá, su despacho vive atiborrado de hombres y mujeres con uniformes de la Empresa de Teléfonos de Bogotá, del Sena o de Electricaribe. Todos lo buscan para que, en la arena política, los ayude a tener una interlocución con el gobierno o a sacar adelante su agenda de reivindicaciones.

En el Congreso lo conocen como “el hombre de los paros”. La última protesta social en la que estuvo fue en Buenaventura, donde durante 13 días no se levantó ni un segundo de la mesa de conversaciones entre la comunidad y el gobierno. Con el ministro del Interior, Guillermo Rivera, fue el autor de la fórmula que permitió ponerles fin a 21 días de paro cívico, basada en la creación de un millonario fondo de inversión para hacer obras en el Distrito.

El protagonismo del senador López en ese paro llevó a muchos de sus contradictores, dentro y fuera de su partido –el Polo Democrático–, a decir que él, más que facilitador, en ese y otros casos ha sido un agitador. Así mismo, que su especialidad es hacerse presente en cuanto paro o protesta hay para ganar la simpatía de los sindicatos y obtener réditos electorales. No en vano, también tuvo un papel protagónico en el paro de los corteros de caña en 2008, en las manifestaciones indígenas que en 2016 terminaron bloqueando la vía Panamericana y en la protesta de las madres comunitarias frente al ICBF que en abril pasado casi terminan tumbando a su directora, Cristina Plazas. “En temas de protesta social, López es uno de los congresistas más activos”, anota el exministro Juan Fernando Cristo.

Pero él les responde a sus críticos diciendo que “la culpa del paro de Buenaventura es del abandono estatal, no mía”. Así mismo reivindica su relación histórica con sectores sociales que comenzó muy joven–cuando fue empleado y sindicalista de Emcali– y que se materializó en política cuando en 2002 llegó a la Cámara en representación del Frente Social y Político, una coalición de izquierda que a finales de los noventa agrupó al Partido Comunista, la Unión Patriótica y organizaciones sindicales.

Igualmente, asegura López, su protagonismo en los paros es parte de las tareas que realiza como presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso y a la sensibilidad social que desarrolló en su niñez, cuando creció en uno de los barrios más humildes de Cali. “No soy oportunista, me debo a mi historia. Me crié en un barrio negro, donde la pobreza me hizo sensible con las causas sociales. En Buenaventura tengo apenas 446 votos”, asegura.

En un sonado debate de 2016 sobre alimentación escolar, en el que fue acusado por la directora del ICBF, Cristina Plazas, de querer beneficiar a un contratista, terminó organizando el sindicato de madres comunitarias, Sintracihobi, y acompañándolas incluso a una gira en Washington. Dice que la niñez, Buenaventura y el Hospital Universitario del Valle son sus tres obsesiones.

En el Polo es reconocido como un senador consecuente con su base política. En la división que se desató en su partido cuando Clara López fue nombrada ministra de Trabajo, se quedó del lado del senador –y hoy candidato– Jorge Enrique Robledo, argumentando que un partido de oposición no puede hacer parte del gobierno. La misma disciplina con que hace política la aplica cuando sale todas las mañanas a trotar o cuando dedica un rato matutino diario para orar. Esa es otra de sus particularidades: es izquierda radical y, a la vez, profundamente católico.

En temas de paz, ha tomado distancia de algunos aspectos de la implementación. Criticó el Acto Legislativo para la Paz porque, según él, le daba demasiados poderes al presidente y, como ponente de la JEP, fue crítico del proyecto argumentando que beneficiaba a los militares y les abría la puerta a los parapolíticos. “Respaldo el acuerdo del Teatro Colón, pero ni una coma más ni una coma menos”, insiste.

A Alexánder López no le importa que algunos lo tilden de oportunista. Se siente orgulloso de acompañar la protesta social. Tampoco tiene problema en sentarse a hablar con el gobierno cuando lo cree conveniente. En Buenaventura, uno de sus interlocutores fue el secretario general de Presidencia, Alfonso Prada, con quien se había enfrentado durante un paro de empleados del Sena cuando este dirigía la entidad. “Donde los sectores sindicales pidan mi participación, ahí estoy”, dice, mientras se alista a conversar con los directivos de Fecode y decirles que está listo para mediar en el paro de maestros.

Tomado de semana.com

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