Nacional
Cambio de estructura productiva
Por Eduardo Sarmiento Palacio
El país no ha reaccionado ante la nueva realidad de la economía. Las prioridades nacionales siguen comprometidas en grandes inversiones petroleras y los proyectos viales. Por lo demás, las autoridades económicas insisten en la inflación objetivo, el tipo de cambio flotante, los TLC, y las privatizaciones. No se avizora la adopción de políticas que actúen en la raíz de la dolencia.
No se ha reconocido que el deterioro de la economía colombiana al igual que el de América Latina proviene de la aplicación de los principios del libre mercado en un país pleno en recursos naturales.
Por Eduardo Sarmiento Palacio
El país no ha reaccionado ante la nueva realidad de la economía. Las prioridades nacionales siguen comprometidas en grandes inversiones petroleras y los proyectos viales. Por lo demás, las autoridades económicas insisten en la inflación objetivo, el tipo de cambio flotante, los TLC, y las privatizaciones. No se avizora la adopción de políticas que actúen en la raíz de la dolencia.
No se ha reconocido que el deterioro de la economía colombiana al igual que el de América Latina proviene de la aplicación de los principios del libre mercado en un país pleno en recursos naturales.
Se configura una estructura productiva dominada por los productos que el país puede elaborar más fácilmente (enfermedad holandesa). De allí surge una composición comercial de exportaciones mucho más complejas que las importaciones y la concentración de la producción en commodities y servicios. La industria y la agricultura quedan relegadas a un segundo plano. Las importaciones industriales más que duplican las exportaciones. Por su parte, la agricultura se caracteriza por unidades productivas de tamaños muy reducidos o de grandes extensiones ineficientes. Los cereales y los productos derivados de la ganadería, que tienen mayores posibilidades de demanda en los mercados internacionales, han sido desplazados por las importaciones.
Esta estructura productiva conduce a un desbalance externo que se llena con altos precios de las commodities y de la inversión extranjera, que no son sostenibles. El desconocimiento de esta realidad llevó a suponer que el déficit en cuenta corriente es el resultado de un exceso de dinero y, en consecuencia, se cura con devaluación masiva y la austeridad monetaria.
El resultado ha sido lamentable. Se consiente una escasez de divisas que ocasiona serias presiones recesivas e inflacionarias. Las empresas industriales experimentan aumentos de costos superiores a los ingresos. Las utilidades de las organizaciones agrupadas en el índice Colcap han disminuido a menos de la mitad y se manifiesta caídas notables de las cotizaciones bursátiles. Las empresas no disponen de márgenes para aumentar las exportaciones y sustituir importaciones.
Lo grave es que el acelerado deterioro de la actividad productiva se ha manifestado con rapidez inusitada en el mercado laboral. En agosto el empleo creció por debajo de la población y el empleo formal descendió. La tendencia descendente del desempleo se invirtió en pocos meses.
Para completar, en pleno desplome de la producción y aumentó de la desocupación, el alza de la inflación inducida por el mismo Banco de la República llevó a subir la tasa de interés de referencia y anunciar nuevos incrementos. La medida agravará las condiciones de liquidez que impiden los ajustes de la devaluación y acentuará el deterioro de la producción y el empleo. Si algo enseño el colapso de 1999, son los efectos demoledores de la combinación de devaluación y alza de tasa de interés.
El proceso de devaluación se inició hace un año y los vaticinios de sus autores no coinciden con los hechos. El dólar se encuentra por encima de $ 3.000, los ingresos de exportaciones bajan 40%, el déficit en cuenta corriente aumenta y la producción y el empleo decaen en forma acelerada. Las soluciones de la crisis se buscan con los instrumentos que la causaron, como la inflación objetivo, el libre cambio, los TLC y la austeridad monetaria. Se equivocan. La rectificación del proceso requiere un cambio drástico en la estructura productiva dominada por las commodities y el déficit endémico de la balanza de pagos, y solo es posible dentro de un contexto de política industrial y agrícola, elevación del ahorro, regulación del tipo de cambio y amplitud monetaria y fiscal.
El Espectador, Bogotá.