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Nacional

Cierto pero injusto

Por Octavio Quintero  

Una tétrica visión de Colombia traza desde su atalaya en Londonderry (New Hampshire) el emigrante periodista Édgard Hozzman, en su habitual columna virtual, Pantalla&Dial…
 
“Quienes vivimos fuera de nuestro país –dice-, tenemos otra percepción de la información cotidiana. Ésta deja la impresión de que fuera pautada por la clase  política y por quienes han administrado a Colombia a costa del erario, del cual los únicos beneficiados son los corruptos, con la complicidad de los monopolios informativos, que soterradamente censuran a periodistas que intentan denunciar”. Esto es lo cierto de la nota…

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Por Octavio Quintero  

Una tétrica visión de Colombia traza desde su atalaya en Londonderry (New Hampshire) el emigrante periodista Édgard Hozzman, en su habitual columna virtual, Pantalla&Dial…
 
“Quienes vivimos fuera de nuestro país –dice-, tenemos otra percepción de la información cotidiana. Ésta deja la impresión de que fuera pautada por la clase  política y por quienes han administrado a Colombia a costa del erario, del cual los únicos beneficiados son los corruptos, con la complicidad de los monopolios informativos, que soterradamente censuran a periodistas que intentan denunciar”. Esto es lo cierto de la nota…

Pero, es injusto que Hozzman deje la impresión de que, quienes vivimos dentro del país no nos damos cuenta de lo mismo que él sí se da cuenta. Y resulta que él se da cuenta precisamente por las denuncias hechas por periodistas y columnistas que vivimos dentro del país.
 
No solo de Yamides y Arismendis vive la información en Colombia. También de incisivos periodistas y avezados columnistas, como los que el mismo Hozzman reseña a diario en su Pantalla&Dial, que se la juegan en importantes medios impresos, electrónicos y virtuales.
 
En honor a ellos, cuya enumeración haría larga la lista, esa es la verdad.
 
La visión externa de Colombia entre los colombianos de allende las fronteras, generalmente se rige por la famosa sentencia de que “los pueblos se merecen sus gobernantes”. Eso no es tan cierto, no al menos en estas democracias capturadas por el poder económico en donde no se accede a los altos cargos de dirección y manejo del Estado propiamente por méritos.
 
En vísperas de unas elecciones locales en Colombia para renovación de alcaldes y gobernadores; concejos y asambleas, podríamos hacernos la reflexión sobre cuánto vale una curul en el Concejo de Bogotá o la Alcaldía de Medellín; cuánto cuesta una curul en la Asamblea del Valle o en el Concejo de Barranquilla y confrontarlas con los honorarios que se perciben…
 
Y la pregunta al rompe sería: ¿Si cuesta más, mucho más lo que se invierte que lo que se gana, por qué entonces tanta puja por esos cargos? Ah, y la respuesta también resulta obvia: porque no se llega a los cargos de elección popular para servir a la comunidad sino para servirse del cargo, ¡y de qué manera!
 
¿Podría alguien decirnos cómo puede el pueblo, en democracia, por supuesto, liberarse de la coyunda económico-política montada por el capitalismo para perpetuar su hegemonía en el poder?
 
Y no es solamente en Colombia que hay pobreza y corrupción en abundancia, podríamos agregar finalmente, aunque ello suene al legendario refrán, mal de muchos, consuelo de tontos.

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