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Correctivos a la distribución del ingreso

Por Eduardo Sarmiento Palacio  

En días pasados se divulgaron las cifras de la Cepal sobre los ingresos laborales de América Latina. Colombia aparece con un coeficiente de Gini de 0.53.

En el documento de la Cepal Programa Social 2015 se presentan objeciones a las cifras elaboradas por el DANE. Se señala que la encuesta empleada en la nueva metodología no capta el ajuste del capital y de tajo procede a sustituirla por la información suministrada a la DIAN. Tanto los ingresos de capital como de coeficiente de Gini resultan más altos en los cálculos de la Cepal.

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Por Eduardo Sarmiento Palacio  

En días pasados se divulgaron las cifras de la Cepal sobre los ingresos laborales de América Latina. Colombia aparece con un coeficiente de Gini de 0.53.

En el documento de la Cepal Programa Social 2015 se presentan objeciones a las cifras elaboradas por el DANE. Se señala que la encuesta empleada en la nueva metodología no capta el ajuste del capital y de tajo procede a sustituirla por la información suministrada a la DIAN. Tanto los ingresos de capital como de coeficiente de Gini resultan más altos en los cálculos de la Cepal.

En realidad, todas las cifras coinciden en ubicar a Colombia entre los países más desiguales de América Latina y del mundo. Es hora de que el debate verse más sobre el diagnóstico y las soluciones.

El estado de Colombia y América Latina se aparta de las teorías de la distribución del ingreso formuladas en las dos leyes de bienestar económico que han dominado el pensamiento neoclásico de un siglo. La primera dictamina que las economías operan en equilibrios dominados por la competencia y la eficiencia, y la segunda proclama que la distribución del ingreso es un fenómeno incierto e independiente de la economía. La realidad es distinta. En Colombia, la distribución del ingreso es el resultado de múltiples desequilibrios que se presentan en las áreas más importantes de la economía, como el comercio internacional, la organización monetaria y financiera, y las prioridades sectoriales. Las manifestaciones más neurálgicas se observan en el retorno del capital, el mercado laboral y la tributación.

La alta tasa de retorno del capital es el resultado de un mal funcionamiento del sistema que le otorga ventajas excesivas al capital. Las acciones de los gobiernos y los agentes económicos para obtener la mayor ganancia y eficiencia conducen a establecer el retorno del capital por encima del crecimiento económico. En consecuencia, la participación del capital en el producto aumenta sistemáticamente, y como los ingresos del capital son mayores que los del trabajo, la distribución del ingreso se deteriora.

El mercado laboral es fuente de toda clase de inequidades. La informalidad supera el 50% y el desempleo asciende a 10%, el salario mínimo se ajusta por debajo de la productividad y los altos ejecutivos de las empresas obtienen salarios muy superiores a la productividad. A la diferencia entre los ingresos del trabajo y el capital se agrega una enorme brecha salarial.

La otra causal grave es la estructura fiscal. El país opera con un sistema dominado por los impuestos indirectos y un gasto público similar por persona. Las transferencias tributarias de los que tienen ingresos por encima del promedio a los restantes son modestas; el gasto público no llega ni en la mitad al 50% más pobre. La diferencia del coeficiente de Gini antes y después de impuestos es apenas de 2%, cuando en algunos países europeos es del orden de 15%.

A la luz del diagnóstico descrito, el avance de la distribución del ingreso requiere una concepción que reconozca la ineficiencia del mercado y la relación entre la equidad y la economía. Sobre estas bases es posible construir un marco institucional que neutralice los sesgos del lucro individual contra la equidad, adelantar una política laboral que erradique los desvaríos del mercado del trabajo y establecer un sistema tributario progresivo que llene la brecha entre el retorno del capital y el crecimiento económico y oriente los recaudos al 40% más pobre y la inversión. La estructura de la economía cambiaría en forma visible. La creciente participación del capital en el producto se revertiría, la brecha salarial se acortaría y la efectividad distributiva de la tributación, medida como el coeficiente de Gini antes y después de impuestos, aumentaría en 10%.

El Espectador, Bogotá.

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