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Nacional

De la forma de hacer proyecciones

Por Juan Manuel López Caballero  

Se ha convertido en una forma de manejar la opinión pública el hacer ya no promesas sino proyecciones de futuros resultados especialmente halagadores.

Sin embargo si se intenta estudiar la fuente o metodología que sustenta las cifras que presentan estas no se conocen; no se enmarcan dentro

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Por Juan Manuel López Caballero  

Se ha convertido en una forma de manejar la opinión pública el hacer ya no promesas sino proyecciones de futuros resultados especialmente halagadores.

Sin embargo si se intenta estudiar la fuente o metodología que sustenta las cifras que presentan estas no se conocen; no se enmarcan dentro

de algún modelo de desarrollo o planificación general que justifique con algo de coherencia el porqué destinar recursos para determinado sector  ni de dónde saldrían, ni porqué producirían determinados resultados.

Lo estamos viviendo ahora con lo que serían los beneficios de la paz.

Se habla por ejemplo de que parte de lo que hoy se apropia para la seguridad y para confrontar la guerrilla se podría dedicar a la educación o a la salud.

Pero esto trae más inquietudes que respuestas:

¿Si habrá algún ahorro, cuando se insiste en que no se reducirán los efectivos? ¿Si esta promesa no se cumpliera: que pasaría con los desempleados que así aparecieran? Se dice que lo que corresponde es darles capacitación a esos ex miembros de las fuerzas que fueran retirados, pero no se aclara con qué dineros se montarían esos programas. Los gastos militares han dependido parcialmente de un impuesto ‘excepcional’ cuya última cuota se vence este semestre: ¿cómo se remplazará este ingreso? Si algo parece inevitable es que lo que se viene son unos nuevos impuestos que apenas permitirán mantener los gastos existentes. El punto central es que no se concreta cómo o porqué aumentará el PIB, o porqué ‘el fin del conflicto liberará recursos’, o de dónde y cuántos serían éstos, cuando lo previsible es lo contrario.

La proyección supone que se ‘trasladarán’ recursos de la guerra a la Salud, a la  Educación, a la Justicia, etc.- lo cual, como no existen esos sobrantes, implicaría una tributación adicional; sí sería deseable, ya que mucho se ha cuestionado el que se han creado repetidamente ‘impuestos excepcionales’ para la guerra y nunca para estos rubros, pero: ¿se podrán decretar estos aumentos al mismo tiempo para ambos? Más grave aún es que no se sabe a qué sistema o sistemas se aplicarían, ya que las reformas a todos están pendientes o congeladas; es por lo menos un contrasentido afirmar que con más recursos mejorarán los resultados cuando al mismo tiempo se reconoce que lo que hoy existe está fallando.

Algo parecido sucede con el llamado ‘plan fiscal de mediano plazo’. Se proyectó por ejemplo que para el año 2015 estaríamos extrayendo 1.250.000 barriles diarios de petróleo; ahora apenas se convierte en meta – o peor, se repite como meta- el alcanzar el millón diario, es decir una quinta parte menos de lo que se predijo. ¿De dónde salió el cálculo que suponía ese crecimiento? ¿Cómo se puede saber en qué se erró? ¿Si no se saben las causas, se podrán saber las consecuencias de esa falla?

¿Y qué pasa con el plan de  carreteras 4G -el que no se sabe si es de 44 o 50 billones de pesos en los próximos 15 Años-? Parte de su financiación venía de ese crecimiento de las regalías petroleras que en una nueva proyección se reduce. Se supuso subsanar con la venta tan cuestionada de ISAGEN. Pero resulta que a su turno ésta parece haberse complicado: en la parte jurídica se incumplió con los trámites legales, lo cual llevó al entredicho que, aunque se supone resuelto, produce incertidumbres; en la parte económica la mayoría de los esperados proponentes -parece que todos los nacionales- se han retirado… sus razones tendrán…

Pero lo mismo parece suceder con las esperadas asociaciones para la licitación de las carreteras. La estructuración de la parte financiera parece no contar con el respaldo de las compañías de seguros y toparse con dificultades con las entidades bancarias.

Es que puede ser muy fácil hacer proyecciones sobre supuestos demasiado optimistas. Lo que puede faltar es un análisis más completo de esos supuestos. O por lo menos uno que sea presentable a quienes son menos optimistas; el sistema de asignar participaciones a terceros sin consultar con ellos resulta muy expedito pero puede chocarse con que no sea del agrado de esos terceros. En todo caso lo que se siente es que en función de presentar proyecciones muy alentadoras es mucho lo que se improvisa y poco lo que se verifica; o por lo menos eso es lo que se manifiesta en lo que está pasando: ni las proyecciones ni los ajustes a las proyecciones parecen confiables.

No se trata de cuestionar la idea del énfasis en la infraestructura vial, ni la aspiración frustrada de aumentar la extracción de petróleo, ni mucho menos el objetivo de negociar alguna forma de paz y el traslado a los sectores sociales del esfuerzo que se ha dedicado a la  guerra. Pero sí de caer en cuenta que no son serias y suficientemente fundamentadas las proyecciones que se nos  presentan; y que tal vez esto es más culpa de quienes recibimos la información que de quienes la producen. Nos hace falta recordar aquel consejero que decía que no debemos acostumbrarnos a tragar entero.

7 de julio de 2014.

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