Nacional
Dejemos así, senador Cepeda
Por Octavio Quintero
La política tiene su lógica que el sentido común no entiende. Un senado, de inmensa mayoría santista (8 a 2), le niega al aliado por la paz, Iván Cepeda, la apertura de un debate contra el expresidente Uribe encaminado a desvelar la fuente de uno de los principales horrores de la guerra:
Por Octavio Quintero
La política tiene su lógica que el sentido común no entiende. Un senado, de inmensa mayoría santista (8 a 2), le niega al aliado por la paz, Iván Cepeda, la apertura de un debate contra el expresidente Uribe encaminado a desvelar la fuente de uno de los principales horrores de la guerra:
el paramilitarismo.
¿Cómo interpretar esto? Inverosímil para la opinión pública internacional que se guía por las informaciones de los grandes medios de comunicación en las que se afirman constantemente tres cosas: 1) Que la paz, con su verdad y reparación de víctimas, está cerca; 2) que Uribe es el paternóster del paramilitarismo y, 3) Que es el contradictor número uno que tiene la administración de Santos II.
¿Por qué entonces no se apoyó la iniciativa de este senador que inclusive tuvo que “taparse la nariz” para votar la reelección de Santos? Difícil de entender, inclusive para los colombianos, de alguna manera acostumbrados ya a estas sorpresas de la política nacional.
Hubiera sido una linda oportunidad del santismo de comenzar a agradecer con generosa reciprocidad el esfuerzo de la izquierda en la reelección. Pero no: “Es flaca sobremanera toda humana previsión, pues, en más de una ocasión sale lo que no se espera”, podría estar diciendo con “La perrilla” de Marroquín, el fogoso senador Cepeda quien, junto a la exsenadora Piedad Córdoba, parecen ser, de momento, los primeros dos importantes frustrados porque, cabe recordar que recientemente, también la fogosa dirigente de Marcha Patriótica se quejó de que la única consecuencia de mostrarse en la reelección presidencial fue como decir, “aquí estamos, para que nos sigan matando”.
¿Y qué dirán ahora tantos otros que fueron a las urnas con Santos ilusionados en los diálogos de paz de La Habana que, según dice el mismo Presidente, han llegado hasta donde no había llegado antes ninguna otra negociación con las Farc? ¿Y a dónde es que están llegando? El propio Presidente respondió esto en las últimas horas:
… “Están jugando con candela (las Farc) y este proceso puede terminar”, dijo… Es lo que siempre ha pasado en las últimas cinco elecciones presidenciales en Colombia en las que las Farc han inclinado la balanza a favor del elegido: Pastrana por la paz; Uribe I y II por la guerra; Santos I por la continuación de la guerra (Seguridad Democrática) y Santos II nuevamente, como Pastrana, por la paz.
Y uno pudiera seguir preguntando… ¿entonces, qué hacer con las Farc? Porque, hablando coloquialmente, con ellas no se ha podido ni por las buenas ni por las malas. ¿Será (¡otra pregunta!) que todos los colombianos queremos la paz menos el gobierno nacional y las Farc? Porque, lo que queda claro de esas últimas cinco elecciones presidenciales es que entre la guerra y la paz, paradójicamente en Colombia se ha creado una simbiosis política de doble vía: se elije a un presidente para la guerra y luego se elije al siguiente para la paz; y las Farc ahí, gozando de su estatus, unas veces como groseros terroristas y otras como elegantes subversivos.
Pero en medio de tantas preguntas hechas, y las que podrían seguirse haciendo, se esfumó el tema inicial: ¿Por qué el senado negó el debate contra Uribe?…
Ah, porque era abrir una ventana al pasado por donde podría colarse la historia sucia de este país, porque, así como Uribe tiene su ropita para lavar en casa, también la tienen ya lavada (y no van a permitir que se las vuelvan a ensuciar), expresidentes como Gaviria, Samper, Pastrana y el presidente Santos , y más atrás, historias tan sucias como las de Uribe, nos están debiendo, ahora que estamos tan de migas con la verdad y reparación de víctimas, sobre la Toma del Palacio de Justicia por el M-19 a órdenes de Pablo Escobar o sobre la alianza de Gaviria con el Cartel de Cali para acabar con el capo antioqueño… Es lo que se dice, y no es calumnia sino historia de la calle, de esas historias que van de boca en boca hasta que se diluyen con el tiempo sin dolientes, como el robo de las elecciones presidenciales en 1970 que cerró otro capítulo sucio de la política colombiana y abrió, al mismo tiempo, otra razón para la guerra con el M-19.
30 de julio de 2014.