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Nacional

Descontrol cambiario

Por Eduardo Sarmiento Palacio  

El rápido deterioro de la economía me obliga a volver sobre el tema. En la última semana el tipo de cambio se aproximó a $3.000, el Banco de la República anunció el incumplimiento de la meta de inflación y varios de los miembros de la junta propusieron elevar la tasa de interés, y el precio del petróleo se situó por debajo de US $ 45 el barril.

En noviembre la economía presentaba un panorama sombrío. Quienes proyectaban tasas de crecimiento de más de 5% y señalaban que la economía estaba blindada a las alteraciones externas por la sólida tradición macroeconómica y el cambio flexible, desconocieron el monumental desbalance de las cuentas externas ocasionadas por la revaluación de diez años y la caída de los precios del petróleo.

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Por Eduardo Sarmiento Palacio  

El rápido deterioro de la economía me obliga a volver sobre el tema. En la última semana el tipo de cambio se aproximó a $3.000, el Banco de la República anunció el incumplimiento de la meta de inflación y varios de los miembros de la junta propusieron elevar la tasa de interés, y el precio del petróleo se situó por debajo de US $ 45 el barril.

En noviembre la economía presentaba un panorama sombrío. Quienes proyectaban tasas de crecimiento de más de 5% y señalaban que la economía estaba blindada a las alteraciones externas por la sólida tradición macroeconómica y el cambio flexible, desconocieron el monumental desbalance de las cuentas externas ocasionadas por la revaluación de diez años y la caída de los precios del petróleo.

En el fondo proclamaban que el monumental déficit en cuenta corriente de 6% del PIB se corregiría con una devaluación del tipo de cambio que no afectaría mayormente la inflación y la producción. De allí los enormes errores en las proyecciones del FMI, el ministerio de Hacienda y el Banco de la República.

Ahora, ante el efecto inflacionario inevitable de la revaluación, la economía, que opera con un componente importado de 28%, se encuentra ante el dilema de la cartilla del Banco de la República. De acuerdo con el criterio de la inflación objetivo, que fue adoptado como un dogma incuestionable, cuando la inflación supera la meta, la tasa de interés debe subir hasta normalizar la economía. Por tratarse de un efecto de costos, el dispositivo no evitaría los efectos inflacionarios, y más bien, acentuaría la caída de la actividad productiva. Guardadas las proporciones, se replicaría las condiciones de la crisis de 1999 que llevo la tasa de interés a 70% y precipito la recesión y el disparo del desempleo más profundos de la historia registrada del país.

La verdad es que estamos ante un nuevo fracaso del orden económico de la locomotora de la minería y el petróleo, la modalidad de cambio flexible y la inflación objetivo. Como lo he mostrado por diferentes medios, el modelo está basado en teorías que han sido desvirtuadas por la realidad y se han mantenido mediante engaños y juegos semánticos. En contraste, la percepción general de la opinión en las encuestas es que la economía va mal y el sector externo se salió de control.

Hoy en día se observa que los mismos factores que llevaron a la crisis de noviembre son los que han causado el fracaso del ajuste. No obstante la cuantiosa devaluación, las ventas externas cayeron 31% en el primer semestre y se explican tanto por el desplome de las exportaciones como por el descenso de las exportaciones industriales y agrícolas. Por lo demás, las condiciones de los precios del petróleo se verán acentuados por el aumento de la producción de Irán y el aumento de las reservas de Estados Unidos. En contra de todos los vaticinios oficiales, el desbalance externo se ampliará de manera que el déficit en cuenta corriente superara el 7% del PIB al final del año.

La resistencia a aceptar esta realidad y reconocer su origen, lleva en el desespero a actuar sobre las manifestaciones, como ocurre con la inflación y el hueco fiscal. Las acciones y anuncios de las autoridades económicas se orientan a elevar las tasas de interés, recortar el gasto público y elevar el impuesto al valor agregado (IVA). El expediente acentuaría las tendencias recesivas y no contribuiría a corregir el desbalance externo, la verdadera causa del resquebrajamiento de la economía. Si algo se ha aprendido de la experiencia, lo que se plantea es una visión audaz que levante la industria y la agricultura del letargo de dos décadas, modifique en forma drástica la modalidad cambiaria y comercial y consienta la amplitud fiscal y monetaria.

El Espectador, Bogotá.

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