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Nacional

Después del gusto… ¡Uf, qué susto!

Por José Arlex Arias Arias  

Sucedió el martes 24 de marzo, el mismo día en el que 150 ocupantes abordaron y murieron en el vuelo GW9525 de la aerolínea Germanwings, estrellado en los Alpes de Haute Provence, en Francia. Pasar unos días en San Andrés Islas siempre será un momento de solaz y deleite porque la isla es un verdadero paraíso: la mar embruja con su variopinta de colores y la naturaleza se transpira, con lo cual el espíritu aventurero queda a flor de piel.

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Por José Arlex Arias Arias  

Sucedió el martes 24 de marzo, el mismo día en el que 150 ocupantes abordaron y murieron en el vuelo GW9525 de la aerolínea Germanwings, estrellado en los Alpes de Haute Provence, en Francia. Pasar unos días en San Andrés Islas siempre será un momento de solaz y deleite porque la isla es un verdadero paraíso: la mar embruja con su variopinta de colores y la naturaleza se transpira, con lo cual el espíritu aventurero queda a flor de piel.

La Isla está en permanente ebullición. ¡Será por eso que el Hoyo Soplador ya no sopla! Pero se encuentra rodeada de un cordón de miseria que presiona sobre los círculos de poder, los usufructuarios de sus riquezas.

Hacia el centro de la isla crecen los informales; la competencia es por “el continental”, como llaman los isleños a los cachacos silvestres, al caribeño, al llanero, al costeño del pacífico o a los paisas que se quedan, como siempre, con los negocios. La venta consiste en cachivaches y artesanías ecuatorianas, aunque el verdadero isleño vende las relacionadas con el mar y su cultura. “Es que nuestra Isla no produce nada…aquí les revendemos lo importado… camine y se da cuenta… perfumería, ropa, vinos y licores, electrodomésticos, bastimento y hasta la música…todo viene de afuera”, es el comentario espontáneo del vendedor. Argumentan que por eso los precios son caros.

El paseo a Johnny Cay, al Acuario o la Vuelta a la Isla se convierte en martirio, con peligros por la falta de infraestructura adecuada, con un terminal marítimo improvisado. “Aquí funcionan bien los puertos privados, con todas las garantías… a nosotros nos toca rebuscarnos así… no hemos tenido accidentes graves, ni muertos, pero sí es peligroso…” reconoce el motorista. Agrega: “pero es que nos quitaron parte del mar, nos echaron el cuento de unos auxilios y una obras… no han hecho casi nada… no producimos ni comida, ya que la pesca artesanal no es negocio”. Con todo eso, una estadía en San Andrés Islas siempre es un placer; que debería estar a disposición de todos los colombianos. Pero no es así; es bastante “caribe” y no todos lo pueden hacer.

Todo dispuesto para el regreso. Un aeropuerto incómodo, con un sistema de migración atrasado. Vuelo puntual –en Colombia es un lujo– de regreso a Cartagena. Tras una hora y diez minutos, nos aproximamos por la mar a Barú, Tierrabomba, Bocachica – ¡cómo tiene riqueza Cartagena!–… el piloto anuncia: tripulación, a sus puestos para aterrizar. Entramos por el cerro La Popa –la miseria ante los ojos–, el avión baja, roza el tren trasero con el pavimento y bruscamente se levanta para ascender. Silencio sepulcral, comentarios bajos, confusión. Tras siete minutos, el piloto notifica: “una turbulencia no permitió aterrizar; lo intentaremos de nuevo”. A la segunda fue la vencida, llegamos buenos y sanos… es un decir, más de uno corrió directo a los baños… ¡Señores de Copa, nos quedó la impresión de que el piloto se “comió” la pista!

arlexariasarias@hotmail.com

Cartagena de Indias.

 

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