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El ‘apartheid’

Por Rodrigo Borja   

En lo que hoy es Sudáfrica existieron pobladores y asentamientos organizados desde los tiempos del “Austrolopithecus Africanus” -entre dos y tres millones de años antes de nuestra era-, pero la historia escrita de Sudáfrica empezó con el arribo de los europeos en el siglo XVII.

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Por Rodrigo Borja   

En lo que hoy es Sudáfrica existieron pobladores y asentamientos organizados desde los tiempos del “Austrolopithecus Africanus” -entre dos y tres millones de años antes de nuestra era-, pero la historia escrita de Sudáfrica empezó con el arribo de los europeos en el siglo XVII.

Los primeros en llegar fueron los colonizadores portugueses, quienes sometieron y esclavizaron a sus originarios habitantes: los Khoikhoi y los San. En 1652 llegaron los holandeses, despojaron a los portugueses de sus tierras coloniales y se establecieron allí para cultivar el campo y exportar sus productos a Europa. Doscientos años más tarde arribaron los ingleses, acicateados por las riquezas mineras -especialmente oro y diamantes- y por las posibilidades agrícolas y pecuarias. Después de choques muy duros entre los colonizadores, se impusieron militarmente los holandeses, quienes fundaron en 1881 la República de Sudáfrica, bajo el gobierno de la minoría de colonos blancos que impusieron sus reglas racistas y explotaron la mano de obra de los esclavos negros en sus tareas agrícolas y mineras.

En 1948 el “Nationalist Party” impuso constitucionalmente el “apartheid”, o sea la discriminación racial de la minoría blanca sobre la mayoría negra.

A los negros, que representaban el 83% de la población, no les fue permitido participar en la política, era delictivo el matrimonio o la relación sexual entre blancos y negros, éstos no podían asistir a planteles educacionales de los blancos, ocupaban medios de transporte diferentes, les estuvo prohibido vivir en los barrios blancos y sufrieron toda suerte de segregaciones. La mitad de la población negra vivía bajo el dintel de la pobreza, la tercera parte era analfabeta, el 40% de los niños en el campo y el 15% en la ciudad sufrían raquitismo.

Este fue el mundo que encontró Nelson Mandela al salir de sus 27 años de cárcel. Y cuando tomó el poder electoralmente en 1994, en lugar de la vengativa reciprocidad por esos crímenes y el establecimiento de un nuevo apartheid contra los blancos -como proponían algunos de los líderes negros-, implantó una política que sufría de daltonismo, es decir, que no podía distinguir los colores de la piel. Terminaron 300 años de dominación blanca y 46 de “apartheid”.

Y, por esos esfuerzos, los dos tradicionales enemigos: el líder negro Nelson Mandela y el blanco Frederik de Klerk, recibieron el premio Nobel de la Paz.

Ese fue Mandela: el raro caso de un político que era, al mismo tiempo, un caballero.

Lo penoso es que, a pesar de la abolición del apartheid y de la asunción del gobierno por la mayoría negra, millones de sudafricanos negros viven aún en la miseria, el desempleo, el analfabetismo y la marginación dentro de un país desorganizado, ineficiente, violento y con muy altos índices de corrupción.

15 de diciembre de 2013.

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