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Nacional

El modelo en el Foro Mundial

Por Eduardo Sarmiento Palacio  

En contravía con las visiones oficiales que claman que el país y la economía van bien, en el Foro Mundial Urbano surgieron serios cuestionamientos.

Joseph Stiglitz, Premio Nobel 2001, en la sesión central, le dio cuatro consejos al presidente Santos, que en el fondo constituyen un catálogo

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Por Eduardo Sarmiento Palacio  

En contravía con las visiones oficiales que claman que el país y la economía van bien, en el Foro Mundial Urbano surgieron serios cuestionamientos.

Joseph Stiglitz, Premio Nobel 2001, en la sesión central, le dio cuatro consejos al presidente Santos, que en el fondo constituyen un catálogo

de las áreas críticas. Primero, la economía es víctima de la maldición de los recursos naturales. Segundo, el país tiene una de las peores distribuciones de ingreso del mundo. Los TLC más que un tratado de libre comercio son acuerdos manejados por el interés de Estados Unidos. Por último, el acuerdo de paz puede ser un trampolín para Colombia.

En 2002, cuando Stiglitz visitó Colombia luego de recibir el Premio Nobel, participé en una mesa redonda sobre el estado de la economía colombiana, en la cual le entregué una copia del libro El modelo propio. En esta obra mostré que la globalización era un fracaso y estaba conduciendo a una especialización en minería, déficit creciente de la balanza de pagos, rápido deterioro de la distribución del ingreso. Para completar, anticipé que los TLC acentuarían los efectos del libre mercado.

Stiglitz se ha caracterizado en los últimos años por sus comentarios francos y certeros sobre el estado de las economías. En particular ha manifestado serios cuestionamientos a los gobiernos que condujeron a la crisis de 2008 y los siguientes episodios en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, no ha entrado a evaluar la validez de las teorías que justificaron los manejos inadecuados ni ha avanzado en formulaciones alternativas. Por lo demás, las recomendaciones se reducen a fórmulas convencionales que supuestamente son válidas en cualquier lugar.

El drama de las economías nacionales y mundiales está precisamente en buscar las soluciones con enunciados generales dentro de las teorías y las instituciones que causaron los daños. La reactivación mundial se adelantó con políticas fiscales y monetarias tradicionales, que alivian las condiciones de los países agravando las de los socios y no resuelven el conflicto entre el crecimiento y la balanza de pagos. La selección de sectores se deja al arbitrio de la competencia y la ventaja comparativa, de suerte que el predominio de la minería más que una maldición es un dictamen del mercado.

La distribución del ingreso se realiza con políticas asistencialistas que alivian la pobreza, pero no cambian las diferencias de ingreso, y las políticas fiscales resquebrajan la producción y el empleo. Los insucesos de la Zona Euro y los TLC se enfrentan con tipos de cambios predeterminados o flexibles en la creencia de que se trata de simples ajustes de precios nominales y no de las diferencias de productividades de los socios, que sólo se curan con bajas de salarios como se ha visto en Grecia y el resto de Europa.

No será fácil enfrentar el estado de Colombia, y en general de América Latina, con las teorías macroeconómicas, comerciales, sectoriales y de distribución del ingreso dominante. A la luz de la rectificación profunda de estas teorías, lo que se plantea es avanzar en un modelo que en su conjunto les dé prioridad a la producción y el empleo, propicie el liderazgo de la industria y la agricultura, y mejore la distribución del ingreso.

En la práctica, se requiere un marco macroeconómico de desequilibrio que armonice los propósitos de producción, empleo e inflación de acuerdo con el contexto global, una estrategia de políticas comercial, cambiaria y sectorial que impulse un desarrollo de complejidad creciente en la industria y las economías de escala en ciertos artículos agrícolas, como el maíz, el sorgo y la soya, y una drástica reforma laboral y fiscal orientada a elevar considerablemente la participación del 50% más pobre en el ingreso nacional.

El espectador, Bogotá, 13 de abril de 2014.

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